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Carta del Editor: Cataluña ha dejado de ser Cataluña y hay que dejarla ir

Redacción




Enrique de Diego.

Cataluña está dejando de ser Cataluña, y dentro de poco dejará de serlo por completo. Cataluña no sólo ha dejado de ser España, sino que el separatismo ha destruido la misma esencia de Cataluña. Ripoll ya no es la cuna de Cataluña, sino que de allí salieron, alimentados por el sistema y las trabajadoras sociales, los terroristas del ataque indiscriminado de las Ramblas. Todo un símbolo.

A Cataluña hay que sajarla del cuerpo nacional antes de que corrompa toda la nación. Se ha convertido en un detritus multicultural, en una cloaca donde han roto todos los males de este mundo podrido: la paganización irrestricta, la apostasía generalizada, la sodomización agresiva, la islamización y marroquinización conflictivas…Cataluña ha sido víctima de la ideología pirata de Open Arms. Un tercio de los nacimientos son hijos de inmigrantes. El nombre más habitual es Mohamed por delante de Jordi. La demografía marca sus leyes decisivas.

El separatismo ha mutado en niveles ridículos y esperpénticos, que hubieran hecho enrojecer de ira a Enric Prat de la Riba y mosén Jacint Verdaguer, icono de una lengua romance que no ha producido un Miguel de Cervantes o un Federico García Lorca, una lengua moribunda y residual que ha de mantenerse a base de imposiciones y subvenciones. Esquerra Republicana tiene una diputada musulmana que luce orgullosa el hijab de su sumisión. No hay descendientes de Lluis Companys que se rasguen las vestiduras. Los catalanes autóctonos han decidido no perpetuarse, extinguirse. En su paranoico odio a España y al español, los separatistas catalanes establecieron acuerdos preferenciales con Marruecos para recibir levas de inmigrantes que no supieran español y precisaran aprender el catalán. Ya la Generalitat de Cataluña ha llegado a un acuerdo con La Liga Árabe para que la enseñanza de ese idioma lo convierta en la segunda lengua en la educación y pronto -la demografía es implacable- será la primera.

Ha mutado, pero no completamente. Ya decía el citado Enric Prat de la Riba, que defendía la existencia de una comunidad nacional cohesionada, que «el odio es el sentimiento que define al nacionalismo». Y ese sentimiento ha seguido y sigue hasta la obsesión ridícula, de modo que ya no hay raza, ni religión, ni narrativa común, sino una sociedad fragmentada, insegura y en conflicto creciente. El único punto común es el odio a España y a todo lo español.

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El sistema electoral español les da el poder, la llave de la gobernabilidad a los separatistas catalanes, igual que impide la consolidación de un tercer partido bisagra nacional, llamado a desparecer como sucedió con el CDS, UPyD, Ciudadanos y va camino de ello Vox. Dependiendo la gobernabilidad de los secesionistas, imposible el pacto PP-PSOE, porque se acabaría la farsa derecha-izquierda, que tan rentable y cara le es a la casta política parasitaria, toda ha sido cesión y ceder hiela el alma. Es justo reconocer que fue Felipe González el que intentó corregir el rumbo con la LOAPA, pero una sentencia del Tribunal Constitucional favorable a los nacionalistas lo impidió, después los socialistas han cedido y cedió también José María Aznar con el Pacto del Majestic, que incluyó no recurrir al Alto Tribunal la Ley de Normalización Linguística, que representó la persecución del idioma común, y permitió el despliegue de los Mossos d’Esqueadra.

Pedro Sánchez en La Mareta, sangrando al contribuyente. /Foto: abc.es.

Sería sencillo rasgarse las vestiduras con Pedro Sánchez, destructor de la nación, pero básicamente ha asegurado la gobernalidad, mal, de España, a base de ceder, porque es lo que impone el reparto de posiciones parlamentarias, y a cambio también del disfrute del poder, el uso del Fantom y las vacaciones en La Mareta, en el Coto de Doñana o en Quintos de Mora. Hubiera bastado poner un tope de votos nacional del 5% para quitar el poder a los separatistas. Pero ya es tarde. No hay que lamentarse. Por supuesto, que Junts y Esquerra piden la amnistía y por supuesto que esa exigencia es anticonstitucional, pero a estas alturas la Constitución vale de poco, y ya ha encargado Pedro Sánchez a una serie de estómagos agradecidos un informe de si tiene encaje y, lógicamente, dirán que sí y ahí está Cándido Conde-Pumpido para avalar el desatino. Y espero que exijan la celebración de un referéndum de autodeterminación que es fundamental que se celebre pronto y termine con Cataluña fuera de España.

Hasta ahora me he aferrado doctrinalmente a la existencia objetiva de un territorio, pero aún resuna en mi memoria asombrada a un negro, obviamente no descendiente de catalanes autóctonos, encararse con los llamados púdicamente constitucionalistas al grito telúrico de ‘Visca la terra’, llevando a su último extremo la mutación de la que he hablado al principio. No se pueden dar las batallas cuando están pérdidas de antemano, y España con un Ejército de mercenarios sin honor, otanizados, y un monarca pazguato que se identifica con el globalismo, y luce en su solapa el pin de la agenda 2030 cono si fuera la escarapela de los sans coulottes, debe abandonar los pocos y últimos reductos nacionales en la Cataluña multicultural, mal que aqueja en distinto grado a toda España, antes que infecte a todo el cuerpo nacional.

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Felipe de Borbón y Pedro Sánchez luciendo en la solapa la señal de la bestia, el pin de la agenda 2030.

Este Ejército lacayo, detritus de los valores patrios, y este monarca tendrían así su hora de vergüenza y deslegitimación y se acabaría la farsa de la transición. Una clase política nacional hundida en la mediocridad de Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijoo, pero aún más hundida en la podredumbre la catalana, con Carles Puigdemont, toda la vida viviendo de las subvenciones, Oriol Junqueras, Gabriel Rufián, Pere Aragonès, y toda la patulea que ha puesto en práctica esa traición a Cataluña de la mutación globalista, en su infinita mediocridad, viviendo toda la vida vergonzantemente del presupuesto, haciendo de la política no un servicio, sino un modus vivendi, una profesión. Lo que quede de España no puede depender de esa gentuza, que ha de aprender a pagarse los gastos de Defensa y Política Exterior.

Los beneficios para lo que quede de España resultan obvios: el mapa electoral daría la mayoría a eso que llaman la derecha; España podría ser gobernada por una República, y tras un período de Libertad Constituyente devenir en República Constitucional. Y España se podría regenerar, parando la inmigración invasiva que la lleva al conflicto social y la desnaturaliza; la desnacionaliza. Los españoles que viven en Cataluña que emigren a otros territorios de España. No hay otra. La batalla no se puede dar pues ls cartas están marcadas.

Cataluña fuera, cuanto antes, ayer mejor que mañana.

Carta del Editor: Es el sistema electoral, estúpidos