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«Cristianismo y revolución», de Jean de Viguerie (2): Los mártires de la revolución y la rebelión de La Vendée

Redacción




Énrique de Diego.

La satánica y sañuda perseción religiosa durante la revolución francesa es muy poco conocida dentro de la mitifación de ese acontecimiento histórico que rompe o trata de romper la indeleble ligazón del hombre con Dios, de la creatura con el Creador, del orden y la ley natural con su impronta religiosa y da paso al positivismo jurídico y a clase de perversiones contra las que luchamos actualmente, Muy pocas personas saben de la esencia irracional y totalitaria y del ensañamiento con los sacerdotes fieles a Cristo y con las religiosas como las Carmelitas de Compiegne, inmOrtalizadas por el gran escritor George Bernanos en su espléndida obra «Diálogo de Carmelitas«.

El afán por arrancar a Cristo del corazón de los fieles franceses que llevó a crear la religión de la nación, en nombre de la cual se perpetraron los peores crímenes, el deísmo del Ser Supremo  y la teofilantrpía, pero sobre todo el culto a la guillotina contra los cristianos. Veamos algunas de las páginas más conseguidas y más emocionantes de «Cristianismo y revolución» de Jean de Viguerie, un excelente libro que no debe faltar en el macuto de todo luchador de la resistencia. En las mascaradas de juicios, «la confesión de fe se reduce a unas pocas frases, la brevedad del interrogatorio no permite hacerla más extensa (…) A pesar de los chapuceros que son, los interrogatorios proporcionan siempre a los detenidos el modo de expresar sus convicciones, aunque solamente sea con un sí o un no».

«Sin embargo, las respuestas más acertadas son las de las monjas, El 8 de febreros de 1794 ocho carmelitas del convento de la calle Grenelle comparecen ante el Tribunal Revolucionario en la Conciergerie. El presidente las interroga una tras otra. Le llega el turno a sor Philippine. Esta es la conversación: ‘¿Quién es vuestro confesor? ‘Hace varios meses que se marchó’ ‘¡Venga! ¿Así que no hay confesor?’ ‘Cuando no hay, no hay’ ‘¿Quién le acnsejó no jurar? ‘Dios y mi conciencia’ A continuación pasa sor Chrétienne: ‘¿Queréis jurar?’ Ella contesta: ‘No, padre’. Las hermanas se echan a reír. ‘Lo que más gracia nos hizo’, contaba sor Vitasse, ‘es que el mismo presidente perdió la seriedad’.

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«Nos falta evocar los últimos días y los últimos momentos. Muchos de estos cristianos llevaban una vida tranquila, pacífica y, en muchas ocasiones, confortable. En el momento de enfrentarse con la muerte la mayoría da pruebas de una fortaleza de alma igual a la de los primeros cristianos. El perdón a jueces y verdugos es prácticamente general (…) También se cuida extraordinariamente la preparación para la muerte. Noël Pinot, en su prisión de Angers, se somete a toda clase de mortificaciones y rehúsa los menores cnsuelos: ‘No quería recibir nada de lo que se le enviaba caritativamente’. Los sacerdotes desterrados que permanecieron dos años encerrados a bordo del Washington y del Dos Socios en la rada de Aix fueron tratados como forzados, apiñados como animales. Muchos murieron. Decidieron imponerse además nuevos medos de santificación, ya que todos temían no sufrir bastante y no hacr buen uso de sus penas».

«Vemos cómo un considerable número de víctimas preparaba su muerte por medio de oraciones y de cánticos. Las carmelitas de Compiégne cantan la Salve Regina en la carreta de los codenados a muerte y el Laudate Dominum subiendo las escaleras del cadalso. El abate Jacques Petit, párroco de Saint-Reverand, fue condenado a la guillotina el 30 de abril de 1793 en Sables. Durante el recorrido hacia el suplicio conserva su breviario bajo el brazo y canta en alta voz una estrofa del cántico del Padre Monfort: ‘Vamos, alma mía, vamos/hacia la auténtica felicidad./ Amemos a Jesús, amemos/el bien más amable/el amor./Jesús es mi amor/de día y de noche».

Hay sacerdotes corajudos que se especializan en bendecir a los que van a la guillotina en los carromatos: «capellanes de la guillotina». Los fieles y los sacerdotes se preparan para el martirio y se unen en cadenas de oración, reviven la escenas de la Pasión de Cristo. Estos mártires mantienen la llama ardiente de la fe.

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Pero  junto a este martirologio, también se da la resistencia armada. Con arrojo y coraje se sublevan los cristianos de La Vemdée. El detonante es la llamada a filas de todos los jóvenes. Las campanas cumpken su misión de llamada. «No olvidaré jamás los días 14, 15 y 16 de marzo de 1793. Se oía a tocar a rebato por doquier», escribe un testigo de los hechos.. Los primeros jefes de aquellos héroes son del pueblo llano; quieren destacar desde el primer momento su condición de cristianos. Prenden en sus ropas la insignia del Sagrado Corazón. Su grito de guerra es ‘¡Viva el Rey y los buenos curas!», con referencia a los que no han jurado ni abjurado. «El único motivo del levantamiento era de orden religioso. Ese carácter se lo confieren  desde el primer momento los cantos, las oraciones, las enseñas, el nombre del ejército ‘católico y real'». Jean de Viguerie destaca que la constante reivindicación de la Vendée  insurrecta era el regreso de los «buenos curas», según los calificaban, Las atrocidades cometidos por los ejércitos destacados para aplastar la rebelión de la Vendée son muy bien tratados  en otro libro de la misma Editorial San Romás por el historiador Alberto Bárcena: «La guerra de la Vendée: Una cruzada en la revolución», y por sus dimensiones y crueldad, que llena de oprobio a los republicanos, merece ser tenido como el primer genocidio moderno.

Por fin, el heroísmo y el espíritu de sacrifico de aquellos buenos cristianos consiguen un compromiso muy favorable a los vendeanos, que incluye la libertad de culto.

Jean de Viguerie, Cristianismo y revolución, Editorial San Román, Madrid, 2023, 356 páginas, 19 eruos.