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Carta del Editor: A Ignacio Fernández Candela: ¡Votar es claudicar!

Redacción




Enrique de Diego.

El respeto y la admiración que siento hacia ti es personal, pero también proyección de los que siento por la figura señera del santo Job de nuestros días, José María Ruiz Mateos, del que fuiste leal y brillante secretario personal y lo acompañaste, casi en solitario, en sus últimas aventuras empresariales. La expropiación de Rumasa en la que pienso a menudo, en estos tiempos sombríos de penumbra, fue un momento decisivo, nuclear de esta guerra del Bien y del mal, en la que ahora estamos inmersos, y tiene una esencialidad que se agranda con los días de angustia que vivimos. Fue clave. Había que derrumbar el imperio empresarial laborioso de la abeja erigido por Ruiz Mateos y demoler a la persona por los sicarios de satán. Tiene una inmensa entidad ontológica.

José María Ruiz Mateos. /Foto: elmundo.es.

La viví como jefe la sección política de Abc, con juvenil inconsciencia ante la vorágine de los acontecimientos, preocupado de dar la mejor información, a ser posible exclusiva, y así pude dar la de las visitas del presidente del Tribunal Constitucional, Manuel García Pelayo, y el vicepresidente, Jerónimo Arozamena, a La Moncloa y de los gritos, que quebraron a García Pelayo, de ese falso patriota, Alfonso Guerra. Información que supe por los escoltas. Siendo redactor jefe de Ya, escribí una columna analizando los dos eurodiputados que sacó en las europeas y me sorprendió recibir un lote de productos suyos y un tarjetón del propio Ruiz Mateos.

Quien no vivió la jornada del 23 de febrero de 1983 no puede hacerse una idea de la canallada contra un cristiano exitoso en sus empresas que perpetraron dos hijos de satán, dos globalistas como Felipe González y Miguel Boyer, hoy el primero, a sueldo de Carlos Slim, amigacho de Bill Clinton y Bill Gates. El anagrama de la abeja era todo un canto a la laboriosidad, al trabajo bien hecho, a la eficacia en los negocios. Ibas por Madrid y era una colmena. Recuerdo que apareció, una de sus últimas adquisiciones, en Mantequerías Leonesas. Aquello fue una canallada, como he dicho, y un desastre sin paliativos. Cuando el pigmeo moral de Federico Jiménez Losantos afirma, en un rasgo de sinceridad acanallada, que «el 80% de la publicidad que ponemos aquí es de la agenda 2030», me viene con desasosiego que había que acabar con Rumasa y con Ruiz Mateos para llegar a ese desquicie diabólico. No estuvieron a la altura de lo que estaba en juego Luis Valls, presidente del Banco Popular, y Rafael Termes, presidente de la AEB, que adoptaron la acomodaticia postura del pragmatismo y avalaron la salvajada. De traición les acusó el bueno de José María. El Banco Popular ya no existe. Y el Opus Dei ha entrado en el dique seco de la tibieza, zaherido por el papanatas de Bergoglio, el cojón del anticristo.

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Aquello no fue una expropiación socialista, que también, sino propiamente luciferina con todo el hedor del averno. No podían consentir que un cristiano de una pieza les diera sopas con hondas a los sembradores impuros del odio y que mantuviera un imperio en bendita progresión bajo el principio de la santificación del trabajo. Derrumbado José María Ruiz Mateos, el Opus Dei, que era clave, «a grandes males, grandes remedios», que decía San Josemaría Escrivá de Balaguer, fue reducido a pavesas e inhabilitado.

Mira, Ignacio Fernández Candela, los globalistas siempre actúan de la misma manera. No generan empresas sino corporaciones, que buscan el monopolio, mediante reglamentaciones del Estado. Previamente, cuentan con ingentes inversiones de sus bancos, JP Morgan, los Rothschild, los Rockefeller, y de los fondos de inversión, con Black Rock y Vanguard a la cabeza, y hunden a la competencia bajando precios. Es la historia de Amazon, de Facebook, de todo Silicon Valley, de la argentina Mercado Libre y de Carlos Slim. Todas las empresas han firmado su adhesión a la nefasta y diabólica agenda 2030, con el Santander de la globalista Ana Patricia Botín y el BBVA de Carlos Navarro. En ese panorama, en ese paisaje único y desolador, José María Ruiz Mateos era la nota benditamente disonante, el verso suelto, la esperanza cristiana, el reducto de libertad, el santo Job a batir y como el sato Job moderno que era, no se doblegó a la injusticia satánica. Fue un hombre, un empresario que sembró el bien. Una figura que se engrandece con el tiempo, un gigante.

Perdone, peto usted se rebaja chapoteando en las mediocridades genocidas de Isabel Díaz Ayuso y Juan Luis Steegmann y los mequetrefes genocidas, del rey abajo, todos, que pululan por el escenario y mantienen la farsa de este sistema corrupto y abyecto. Votar es claudicar ante el globalismo y establecer una complicidad con el genocidio, que se cobró las vidas de su amado e insigne padre y de su suegro. Ahí tiene la foto de unos payasos con el pìn de la agenda 2030. que muestran su sumisión y reverencia a satán.

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A esa escoria hay que barrerla y eliminarla. Es hora de una movilización general, nadie puede ausentarse de esta batalla, lamentarse no basta, hay que dar la espalda a este sistema satánico que vive en la mentira y mediante la mentira ha asesinado a 114.000 españoles en el gerontocidio, de los que en las autopsias el prestigioso médico Manuel Jesús Rodríguez Rodríguez dice que no se ha encontrado nada del coronavirus; los asesinaron alevosamente con malos tratamientos, con sedación, quemándoles los pulmones con oxígeno puro. Y luego la masacre de las timo vacunas, que se sigue produciendo con muertes súbitas, con REPENTINITIS, con cánceres fulminantes, con efectos adversos pavorosos, con bebés sacrificados. Inactivos no vamos a quedarnos. Equivaldría a desertar. Eso nunca.

Mire, Ignacio Fernández Candela, yo tengo un sueño, que mi libro «¡No votes!», promueva esa movilización general, que haya grupos de personas en las plazas y parques y calles de toda España gritando a la gente, encorajinados, que ¡no votes!, que no hay que votar por dignidad y porque hay que ir a la insurrección general por ajuste de cuentas y por instinto de supervivencia. Usted, Ignacio Fernández Candela, no debe votar, menos que nadie, porque sería legitimar el asesinato de su padre y de su suegro y la canallada que se hizo con José María Ruiz Mateos, al que usted es leal, y la lealtad lo es todo, y la expropiación de Rumasa. Además, las elecciones no resultan creíbles. Y si no ganamos, que ganaremos, nos quedará el orgullo de que no ha sido con mí, nuestra colaboración. Ahora o nunca. Abstención activa, todos