Enrique de Diego.
Han intentado matarnos, y a muchos lo han conseguido, y ese genocidio no puede ni debe quedar impune. Nuestros enemigos en este guerra no son Rusia ni Putin, ni tampoco el pueblo ucraniano; nuestro enemigo es el globalismo y sus lacayos, que tienen que ser todos enjuiciados en juicios sumarísimos y ser pasados por las armas, en caso de ser encontrados culpables.
Siguen intentando matarnos, quien no lo va es que esta ciego. Nos empobrecen en una crisis económica inducida que ellos, nuestros dirigentes han provocado conscientemente. En una escombrera digital de un medio que antes, hace mucho tiempo, servía a sus lectores y no pretendía legitimar su asesinato, se especula con que los europeos temen -siempre el miedo, siempre administrando ese sentimiento tan abyecto- un gran apagón, un monumental apagón, pero con eso ya especulaban, el ministerio de Defensa austriaco, antes de la guerra, sólo buscan que desaparezcamos estos mediocres. Ahora van también a por la pesca.
Toda acción contra ellos es legítima. Hay que derrocar a los gobiernos. La OTAN es una mafia dedicada al crimen; la UE es un nido de corruptos y de víboras. Los partidos te entretienen como equipos de fútbol para desarmarte. La resistencia es poderosa, no le tiene miedo a nada ni a nadie. La resistencia individual es invencible: apagar la televisión, abandonar el entretenimiento trufado de satanismo, es proteger nuestra psique mil veces golpeada por estos criminales con auténticas paridas degeneradas. Pero si la resistencia individual -en mi casa mando yo- es necesaria, con coherencia y constancia, no dejando que entre el tufo del diablo y sus sicarios, ahora toca unirse, ir a por ellos, sin temor alguno, aprovechar ese mítico apagón para hacerles pagar todas sus fechorías.
Cuando haga frío y no se puede calentar el hogar, es hora de hacérselas pagar. Cuando la inflación llame a tus puertas haciéndose insoportable hay que hacérsela pagar, porque ellos son los únicos y auténticos culpables. Cuando el hambre acucie y queme el frío, hay que estar unidos para la sublevación. Las grandes conmociones humanas pasan de la noche a la mañana. Nada sucedía el 13 de junio y el 14 fue la toma de La Bastilla, nada hacía presagiar el 1 de mayo lo que sobrevendría el día 2; una chispa, un detonante y los ánimos caldeados estallan en la sublevación que se está armando, que se avizora en el inmediato futuro.