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El efecto «boomerang» de la «caza de brujas» contra Donald Trump

Redacción




Virginia Montes.

Donald Trump, víctima y héroe, como hoy aparece ante los suyos, calificó el alevoso registro de su mansión en Mar-a-Lago como «caza de brujas» realizada el 8 de agosto, en recuerdo por el FBI del día, en 1974, de la dimisión de Richard Nixon, al que también recordó Trump afirmando que el registro era como el Watergate.

La «caza de brujas» es manifiesta tras dos impeachment fallidos y una Comisión en el Congreso obsesionada con hacer figurar a Trump al frente de un golpe de Estado y en la que participan los demócratas y destacados «rinos» (republicanos sólo de nombre) como Liz Cheney. El sistema en su torpeza lleva cometiendo el error de que acabar con Trump, que venció a Hillary Clinton, una personalidad de mayor fuste que demente Biden, es acabar con el problema, sin comprender que Trump galvaniza corrientes muy profundas del pueblo norteamericano. De ahí que un comentarista desacertado hable de «culto a la personalidad» de Trump. El trumpismo existiría sin Trump, es el patriotismo cristiano odiado por los globalistas satánicos.

Chistopher Wray, director del FBI.

De ahí que el registro por el FBI y con orden judicial de un juez de ultraizquierda de la amistad del pedófilo suicidado Jeffrey Epstein haya tenido un efecto «boomerang» que ha victimizado a Donald Trump, como el chico bueno que lucha contra los malos, y son muchos y poderosos. Nada ejemplifica mejor el «Estado profundo» y el «pantano» como el FBI, cuyo director Cristopher Wray ha salido a denunciar la campaña de acoso y derribo que sufre la Oficina Federal de Investigaciones, entendida por buena parte de la población norteamericana como un «instrumento político» del partido demócrata.

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Indignación que se ha concretado en el intento de asalto, según dice el FBI, puede ser mentira, dada la galvanización de los ánimos, en el ataque a la oficina de Cincinatti, Ohio, por un personaje al que se describe con un chaleco antibalas, que se ha dado a la fuga y que está rodeado. Además de protestas ante otras sedes y amenazas a través de redes sociales, según el director del FBI, que se las puede inventar. Lo cierto es el descrédito galopante del FBI que hoy se ve no como una agencia neutral sino como una mafia del partido demócrata, que es lo que es.

Merrick Garland.

El fiscal general de Estados Unidos, Merrick Garland, que se encuentra en el ojo del huracán, autorizó personalmente la decisión de solicitar la orden de registro del pasado lunes a la residencia del expresidente en Florida y ha pedido este jueves autorización a un tribunal del sur de este estado para que haga pública dicha orden. En una breve declaración tras la cual no aceptó preguntas, Garland defendió la legalidad del registro y señaló que este tipo de decisiones no se toman «a la ligera». Siempre que es posible, aclaró, se opta por medios «menos intrusivos» como alternativa.

La Casa Blanca ha negado que demente Biden estuviera informado del operativo; vamos, que se enteró como todos los norteamericanos por los periódicos. Una forma de quitarse de en medio de la torpeza.

El sistema utiliza tres etapas en la cancelación de los que considera disidentes: la conjura de silencio, la ridiculización y la criminalización. Donald Trump, encuestas a favor, el viento de popa para las elecciones de noviembre, ha entrado en la tercera etapa tras sortear con éxito las dos primeras. Un ex comisionado de Nueva York ha afirmado que si no consiguen acabar civilmente con él, pueden intentar eliminarlo físicamente, lo cual es la cuarta etapa a la desesperada, pero aquí está el error de que Trump está solo y no es la manifestación de una corriente profunda, y mayoritaria, de norteamericanos que encuentras en él la personalidad que cumple sus expectativas ideológicas de un Estados Unidos que se resiste, crecientemente, a la corrupción de los niños, al crimen rampante, la inmigración desbocada, el deterioro económico y la ausencia de liderazgo.

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El partido demócrata, con su brazo tonto, el FBI, está jugando con fuego, está encendiendo muchas mechas, que pueden provocar una guerra civil. Por de pronto, el registro de la mansión de Mar-a-lago merece figurar en las más estúpidas meteduras de pata.