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¿Ordenación de mujeres? ¡IMPOSIBLE!

Redacción




Enrique de Diego.

Metido en el berenjenal del Sínodo, que no interesa a nadie, Jorge Bergoglio, el cojón del anticristo, está haciendo el ridículo más espantoso al tiempo que pone todo el empeño en zozobrar la barca de Pedro, pero no será porque Jesucristo vela por ella y las fuerzas del mal no prevalecerán. En la herejía modernista al que la lleva de hoz y coz Bergoglio, se llevan la palma los obispos alemanes, que son los que más apostasía cosechan.

El mundo de la clerigaya más los cuatro funcionarios episcopales, por ejemplo en la diócesis de Valladolid, donde se han reunido unos escasos un centenar para responder al mandado de la agenda globalista prevista para la Iglesia de Jesús: matrimonio de los sacerdotes, jolgorio de los sodomitas, que ninguno entrará en el Reino de los Cielos, según San Pablo, que tenía más autorictas que Bergoglio y unos cuantos cardenales, que deberían dejarlo, pues no tienen fe, pero ya no van a renunciar a su vida de pecado y apostasía, y ordenación de mujeres.

El fiel obispo de Córdoba, Demetrio Fernández González ha dado un golpe sobre la mesa y ha dicho: «¿Ordenación de mujeres? ¡Imposible!». Y tiene más razón que un santo. ¿Por qué no se pueden ordenar las mujeres? Por la sencilla y divina razón de que Jesucristo lo quiso así y la Iglesia se debe a un código revelado, fundacional. Entre Bergoglio y yo debería haber la más estricta responsabilidad por ser fieles a las enseñanzas de Jesucristo y es obvio que en su caso no es así, es un showman de medio pelo al que nadie cree ni sigue. Bergoglio tiene más responsabilidad pero no más autoridad que yo.

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En el famoso cuadro de La Última Cena de Leonardo da Vinci se refleja la institución de la Santa Eucaristía y allí solo hay varones, hombres, la mayoría pescadores de Galilea. Si Cristo hubiera querido que hubiera mujeres por supuesto las habría invitado. Al Señor le acompañaban «santas mujeres». Pero, claro, nos dirá un modernista que es que entonces Jesús siguió la corriente de su época, pero ahora hay que cambiar, lo cual implica negar la Divinidad de Jesús, el Rey de reyes. Pero Cristo, hijo de Dios, perfecto Dios y perfecto hombre, le importaba una higa las corrientes de su época. Decía: «habéis visto que se ha dicho, pero Yo os digo…»

Un modernista, como Bergoglio y su caterva de cardenales heréticos, considera que no hay código revelado porque Jesucristo no es Dios y pueden hacer de su capa un sayo, con un barniz falsamente democrático, y acomodar mediante todo tipo de componendas. Por tanto, la verdad y la fe están del lado del obispo de Córdoba: «¿Odenarción de mujeres? ¡IMPOSIBLE!

El cristianismo se basa en la santidad y el modelo es la Virgen; Santa Teresa de Jesús es una cristiana más valiosa que muchos Papas, faltaría. Hay que recordar las cuadros de Valdés Leal para ver a obispos y cardenales en plena ponzoña. O recordar las palabras de María Santísima a las niñas de San Sebastián de Garabandal: «muchos sacerdotes, obispos y cardenales van por el camino de la perdición y llevan muchas almas detrás». Vade retro.