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Bergoglio, un pozo de vanidad satisfecha a cambio de destruir la Iglesia

Redacción




Enrique de Diego.

Mi esposa hablaba con un albañil: – ¿Qué tal estuvo la boda de tu hijo? -De categoría, el otro chaval se vistió de cura y dijo unas palabras y de maravilla. Parece que esta bufonada sacrílega, tan modernista y relativista, no es cosa tan inusual. Podría ser una especie de nostalgia de quienes se casan en el Juzgado, y ya saben el camino para el divorcio, hacia las ceremonias religiosas. Pero, en cualquier caso la astracanada de mal gusto, o cualquiera otra, se queda corta ante las patentes mamarrachadas de Bergoglio en el Sínodo de la Amazonia, culto idolátrico y hortera ad nauseam a la pachamama, que llevo al obispo emérito de Marajó, en la Amazonia brasileña, a calificarlas de «idolatría» y «escándalo», empezando por los cristianos de la Amazonia. Conjunto de mamarachadas en lo que único digno fue cuando tiraron al Tíber el ídolo sacrílego, lo que produjo consternación en el Vaticano de Bergoglio.

No conozco ningún católico coherente que esté a gusto con Bergoglio, que no eche pestes del ridículo que hace y que no sea consciente del peligro que representa para la Iglesia este bufón de circo, con perdón de los bufones. Pero, al tiempo, goza del favor de los medios de comunicación globalistas, que son prácticamente todos, que es lo que ha buscado, el aplauso fácil de los enemigos de la Iglesia. Cualquier patochada es celebrada por los medios y así se edifica la imagen de un Papa cercano. Normalmente, sus ocurrencias coinciden, después, con las tesis de la agenda 2030 y con el nuevo orden mundial, que es ateo, luciferino en esencia, rezuma satanismo por todos los poros. Entre sus últimas ocurrencias con resabio mundano, político, las referencias o ataques a la propiedad privada y la petición de que las big tech impongan una mayor censura, como si no fuera tenaz y estúpida, en nombre de la mentira, «en nombre de Dios», tomando el nombre de Dios en vano descaradamente.

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Bergoglio es un Papa -en otro artículo, más adelante, veremos que no es Papa- de diseño globalista. En los correos entre Hillary Clinton y John Podesta se habla de una «primavera católica» y de una «revolución católica» que tiene como objetivo la destrucción y desaparición de la Iglesia, especialmente de los Estados Unidos. Hay pruebas de que la Agencia de Seguridad Nacional USA supervisó el cónclave. Las transacciones monetarias internacionales con el Vaticano fueron suspendidas durante los últimos días antes de la renuncia de Benedicto XVI y se reanudaron el 12 de febrero de 2013, justo un día después. Consta, en la contabilidad de la Open Society filtrada por Wikileaks, el destino de 650.000 dólares, vehiculados por el Cardenal de Honduras, Óscar Rodríguez Madariaga, para desviar el discurso católico de defensa de la familia y contra el crimen del aborto, hacia el cambio climático, los refugiados o la desigualdad.

La propuesta globalista es una pseudo religión única vaciada de todo contenido espiritual y sometida. Una sugerencia para un bobo como Bergoglio, que no tiene fe en la Divinidad de Jesucristo y que sólo vive para su vanidad gigantesca y alimentada por unos medios de comunicación cada vez más desacreditados. Tiene una sonrisa impostada que no engaña a nadie, pues tiene un genio de mil demonios como demostró a la feligresa que abroncó de mala manera porque le llamó la atención tirándole de la sotana.

Se presta de continuo a la agenda secularista de la corrección política, la sumisión al feminismo (comisión para analizar el diaconado de las mujeres), calentamiento global al que dedicó ¡su primera Encíclica), la aceptación de la porosidad de las fronteras y su eliminación en la línea de George Soros, el favorecimiento de la islamización de Europa con grave riesgo para la supervivencia de un cristianismo tambaleante, el espeso silencio del genocidio de los cristianos en Siria e Irak. Y, últimamente, la estúpida reflexión de la inyección del genocida veneno de muerte como «un acto de amor», transvaloración de un acto de odio y muerte; la imposición de la tiranía con la obligatoriedad del pasaporte covid; un apoyo firme al genocidio que hace a este loco peligroso merecedor más que sobra a la pena muerte.

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Ahora ha puesto en marcha un Sínodo en dos años, un pequeño Concilio, con el que cree que va a destruir a la Iglesia, implicando a todas las parroquias del orbe católico, promoviendo como salidas de la base el matrimonio de los sacerdotes, la ordenación de las mujeres y la permisividad total con los sodomitas. Uno puede preguntarse como el Papa, muchos cardenales, obispos y sacerdotes pueden ir por el camino de la perdición llevando muchas almas tras ellos, como es el mensaje de la Virgen en Garabandal a cuatro niñas cántabras, y puede responder por amor al poder, al aplauso de los medios, por corrupción económica y por vanidad. En el caso de Bergoglio por vanidad siempre insatisfecha.

Sí hubo una conspiración para derrocar a Benedicto XVI y entronizar a Bergoglio