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Carta del Editor: Una pandilla de herejes modernistas como Bergoglio, pura putrefacción de la gran apostasía, elevados al cardenalato

Redacción




Enrique de Diego.

Hoy han sido elevados a la categoría bergoglianos, de la secta bergogliana, una serie de herejes modernistas, una cuadrilla, que ni tan siquiera son católicos, que lo lógico sería que hubieran abandonado la Iglesia de Cristo hace mucho tiempo,  cuando perdieron la fe. No hay un ala progresista en la Iglesia sino una secta modernista, que chapotea en la herejía, en el «compendio de todas las herejías».

Para explicar el modernismo sigo la docta sabiduría del profesor Javier Paredes, Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá, El primer modernismo fue cosa de unos pocos todos ellos clérigos. Paredes cita cuatro cuyos nombres omito por el tremendo asco que me producen. «A diferencia de lo acostumbrado por los herejes de abandonar la Iglesia, lo propio de los seguidores del modernismo es permanecer dentro de ella, pues el modernista considera que es su misión reformar la Iglesia de acuerdo con su propio pensamiento». Ya se ha dicho que los modernistas y sus infames herederos bergoglianos son todos clérigos, es cuestión de la clerigaya. ¿Y cómo han podido perseverar en su vocación primera en la castidad, obediencia y pobreza? Pues, sencillamente, no viviendo ninguno de esos principios, y concibiendo la Iglesia como mera cuestión de poder, admitiendo toda componenda, eliminando la noción de pecado para tranquilizar sus conciencias satánicas y provocando la destrucción de la Iglesia, a fin de tranquilizar sus conciencias y justificar su lujuria y su codicia.

Dice Javier Paredes que «los modernistas no articularon un cuerpo orgánico doctrinal y prefirieron seguir la táctica de exponer sus ideas de un modo difuso, utilizando el recurso de las medias verdades». Actuó con claridad y coherencia San Pío X (1903-1914)  señalando que la fe de la Iglesia no tiene necesidad de adaptarse a nada, por cuanto la plenitud de los tiempos se había producido ya con la revelación de Jesucristo, Dios hecho hombre. San Pío X denunció los objetivos de los modernistas mediante el decreto Lamentabili (3-VII-1907), expuso de un modo organizado la doctrina del modernismo y la condenó en la encíclica Pascendi (8-IX-1907) y estableció toda una serie de medidas disciplinares en varios documentos, el más importante de los cuales fue el motu propio Sacrorum Antistitum (1-IX-1910).

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El decreto Lamentabili condena 65 proposiciones modernistas: la fe propuesta por la Iglesia contradice la historia; la Sagrada Escritura no tiene un origen divino y debe ser interpretada como un documento humano; la Resurrección de Jesucristo no fue un hecho histórico, sino una elaboración posterior de la conciencia cristiana; los sacramentos del Bautismo y de la Penitencia no tienen un origen divino; no hay verdad inmutable y ésta evoluciona con el hombre; la Iglesia, por adherirse a verdades inmutables, no puede conciliarse con el progreso, Y concluía, literalmente el decreto Lamentabili con la 65ª y última proposición: «El catolicismo actual no puede conciliarse con la verdadera ciencia si no se transforma en un cristianismo no dogmático, es decir en protestantismo amplio y liberal».

Nada nuevo bajo el sol, que dice el Eclesiastés. La secta bergogliana es una reedición del modernismo que trata de destruir la Iglesia en sus cimientos, en la Revelación, la trata de convertir en una onegé de la agenda 2030, después de esa patochada criminal, por la que será juzgado el infame Bergoglio, de que timo vacunarse «es un acto de amor», monstruosidad al servicio de las farmacéuticas, apología del genocidio por la que el baboso y mundanizado Bergoglio y su secta tendrá que rendir cuentas. Van a rendir cuentas ante la Humanidad, porque no tiene pase lo que han hecho, pero ante todo ante la Justicia Divina, porque eso, conspirar contra la Iglesia de Cristo para devaluarla en aliada y sumisa al mal, es el pecado contra el Espíritu Santo, el único que Dios no perdona. El «cardenal» Stephen Chown dice, porque no tiene fe, que no hay que convertir a los chinos en católicos, como el «cardenal» Américo Aguiar dijo a los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud que no querían convertirlos en cristianos. ¿De qué van? ¡Apóstatas!

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Saldrá de esta apostasía, de esta dura prueba, una Iglesia purificada que dé gloria a Dios y mime la Eucaristía.