Yolanda Esfandiari.
Es inevitable recordar, con esto de los indultos, que Tejero cumplió 15 años de condena por algo parecido a lo que han hecho los alienados del Proceso -me van a disculpar, pero me niego a utilizar una sola palabra en catalán-. Tejero era, y sigue siendo, un hombre de honor que actuó como lo hizo engañado, según la versión oficial por Armada, y según otras versiones por el entonces Rey de España. A Milans del Bosch tampoco se le indultó.
Digo esto porque la marea de rechazo a Moncloa que se extiende por las redes compara en algunos foros lo que hicieron unos con lo que han hecho los otros, y es conveniente recordar que en el golpe de Estado del 81 nadie resultó herido, y nadie se fugó de España como sí han hecho los cobardes del Proceso.
La diferencia entre los golpistas del 81 y los del Proceso radica principalmente en que en el primero les movía la preocupación por España, y en el último el afán de destruirla. Aparte de esto, comparar aquéllos con éstos sería como confundir caballos de raza con pencos de arrastre. En estos tiempos de falta de hombría y honor, Tejero y Milans del Bosch resultan anacrónicos: los mismos conceptos parecen serlo. Ahora son otros los intereses.
Confieso que esperaba, a pesar de que me aseguraban que los indultos llevaban firmados quince días, que el Rey demostrara ser la excepción en la triste historia de sus ancestros Borbones y no diera esta muestra de debilidad ante la nación y ante el mundo, porque se supone que un Rey está ahí para al menos evitar la vergüenza de su país, y porque no es de valientes, ni de hombres, ceder a ningún tipo de chantaje. Puesto que hay que aguantar por dos años más al Presidente más despreciable, ridículo, vanidoso y egoísta que haya conocido este país, muchos españoles nos aferramos a la esperanza de que Zarzuela siguiera el consejo, tan bien hilvanado, de Mario Conde. Hoy nos embarga la vergüenza ante la Unión Europea, ante el resto de Naciones, y ante los hombres de honor que defendieron España sin indultos ni disculpas. Les olvidan los cobardes, los canallas, los alienados y los necios, los que por seguir otros dos años en un cargo venden hasta a su madre, y quien por continuar siendo Rey vende la dignidad de su pueblo, y la suya propia.