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Sobre la ingeniería social (14): El apocalipsis climático

Redacción




Guillermo Mas. 

Dos textos de hace unos cincuenta años resultaron decisivos sobre toda una generación de hombres poderosos:

  1. Coincidiendo con “Mayo del 68”, el biólogo Paul Ehrlich publicó La explosión demográfica, que preveía un desastre ecológico inminente. Lejos de apoyarse en evidencias científicas, Ehrlich solo lanzaba sus peores pronósticos al lector sin rigor alguno. Esto no evitó que millones de personas tomaran dichas predicciones en serio como hacen los fundamentalistas religiosos. Como esas sectas que anuncian la fecha del Apocalipsis y, llegado el momento, al ver que no se cumplen, siguen adelante, con el paso de los años Ehrlich y sus seguidores solo han hecho que correr la fecha fatídica manteniendo casi intactas sus proclamas. El 24 de noviembre de 2009  la Generalidad de Cataluña le concedió el Premio Ramon Margalef de Ecología;
  2. En 1972, “El club de Roma”, fundado por los Rockefeller, encargó al Instituto de Tecnología de Massachussets, con Jay Forrester a la cabeza, un informe sobre la relación entre recursos naturales y el crecimiento de la población. Las conclusiones recogidas por Donella Meadows, Jorgen Randers y Dennis Meadows fueron las siguientes: “si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento en la Tierra durante los próximos cien años”.

Este texto, que es reeditado periódicamente en numerosos idiomas —español incluido—, resultó decisivo en “La cumbre de la Tierra de Estocolmo” (1972) de la ONU, que más tarde dio lugar a “La cumbre de Kyoto” (1997). A pesar de ello, Los límites del crecimiento, nombre que recibió el informe en 1972, contenía numerosos errores como las predicciones de que en 1990 el petróleo mundial se habría agotado. El presidente Jimmy Carter, influido por la lectura de Los límites del crecimiento encargó El informe global 2000, otro texto apocalíptico notable.

En 1968 Lyndon Johnson obligó, mediante el control de ayudas económicas, a que los países subdesarrollados sometieran a control la natalidad. En 1972 un informe firmado por Kissinger decía en referencia a los problemas de dichos países: “Aunque evidentemente la presión demográfica no es el único factor, este tipo de frustraciones es menos probable bajo las condiciones de un crecimiento lento o cero de la población”. El propio Kissinger dijo en otra ocasión: “Sí, mucha gente va a morir cuando se establezca el Nuevo Orden Mundial, pero será un mundo mejor para los que sobrevivan”.

En 1970 Edward Goldsmith fundó la revista The ecologist donde, dos años después, apareció publicado un “Manifiesto por la supervivencia”; el objetivo era claro: “Nuestra tarea consiste en crear una sociedad que sea sostenible y que proporcione la satisfacción más completa posible a sus miembros”. Y estaban dispuestos a cualquier cosa para conseguirlo. Su lema era “piensa globalmente, actúa localmente”. El antropólogo David Graeber manifestó que la existencia del ser humano supone un perjuicio para el planeta tierra y deseó que un virus erradicara al mismo de golpe, lo antes posible, para que no sufra más el ecosistema. En la misma línea, Bill McKibben autor de El final de la naturaleza elogió a los cocodrilos devoradores de hombres por su “necesaria” labor purificadora al devorar seres humanos. 

Por supuesto, Greenpeace también ha demostrado su “malthusianismo”: “Debido al aumento de la población humana y a una mayor igualdad entre los países más ricos y los más pobres se prevé un aumento de la clase media y con ello un aumento considerable en la demanda de carne, leche y otros productos de origen animal. Las personas de los países más ricos ya consumen un exceso de carne y leche en detrimento de la salud humana global. Estos niveles de consumo no son sostenibles”. Posteriormente, autores como James Lovelock han continuado difundiendo las mismas ideas bajo diferentes nombres: Lovelock, defensor de “la teoría de Gaia” (1979), consideraba que la mayor amenaza para la tierra era el aumento de la temperatura provocado por la actividad humana, génesis de la “calentología” tal y como la conocemos. Por lo tanto,  “para vivir como vivimos, somos demasiados”. Si el “cambio climático” resulta inevitable “algunos de nosotros aún podemos salvarnos”. Lo que Lovelock propuso fue «una llamada a la acción para reducir la población mundial«.

En 1979 entró en vigor la “política del hijo único” en la China comunista, financiada por “la Asociación Internacional para la Planificación Familiar” de la ONU y por “el Fondo de Naciones Unidas para Actividades de Población” (FNUAP), justo hasta 1981, con la llegada de Reagan a la Presidencia de los EEUU. El eslogan para las mujeres chinas era: “más tarde, más largo, menos”. Entre 1980 y 1990 Wouter Basson lanzó el “proyecto Costa” para esterilizar a la población negra de Sudáfrica a través de la vacunación de algunas enfermedades como el Ébola.

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