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Del 15-M podemita al plan Sánchez 2050: breve historia del «nuevo Frente Popular»

Redacción




Guillermo Mas. Subdirector de Rambla Libre.

 

Estos días todos nos encontramos saturados de ponzoña ideológica en torno al 15-M. La derecha ignora y desdeña un acontecimiento que parece resultarle ajeno. La izquierda, por contra, nos invade con páginas y páginas de nostalgia y lo que Gustavo Bueno llamaba «pensamiento Alicia» en forma de recuerdos gazmoños, memorias cursis, anécdotas grimosas y datos irrelevantes solo aptos para mentes derretidas tiempo atrás por la sensiblería y la ausencia de vergüenza ajena. En un artículo anterior citaba unas palabras de Javier García Isac sobre la realidad del 15-M que conviene recuperar: “A mí no me engañaron ni un segundo pero hubo mucha gente a la que sí. Yo tenía claro que se trataba de un movimiento de izquierdas pugnando por mimetizarse con los nuevos tiempos. La izquierda estaba hundida y el 15-M era un intento por salvar la izquierda. Fue el primer intento de la izquierda de convertirse en casta. La casta se convirtió en caspa. Y luego la caspa en casta”.

También resulta necesario recuperar de ese mismo artículo unas palabras de Fernando Paz: “La casta política es una categoría de enorme precisión acuñada por Enrique de Diego. En cambio, el 15-M no apuntaba demasiado a la casta política. Enrique de Diego se presentó en la Puerta del Sol con algunos de sus seguidores y fueron expulsados porque los organizadores —el 15-M fue un movimiento organizado— dijeron que no querían banderas —en referencia a las banderas de España— porque las banderas dividen. Y yo me pregunto: ¿Es que la bandera de España divide? La bandera de España sirve para aglutinar, es un símbolo de todos. Hay que recordar que se trataba de la época de Zapatero. Al día siguiente de expulsar a Enrique de Diego y sus banderas de España, comenzaron a aparecer banderas de la II República; banderas del Partido Comunista; banderas de la CNT. Todo aquello fue un gran timo que se aprovechó de la buena fe de la gente. A día de hoy sigue habiendo voluntad de cambio en la gente. El sistema en sí es corrupto; casi todos los casos de corrupción proceden de las autonomías y de sus redes clientelares. Lo peor del 15-M es haber defraudado la esperanza de la gente”.

Parecería que está todo dicho, o eso pensaba yo, pero la campaña de desinformación puesta en marcha por los medios de manipulación me obliga a acudir a lo que sobre el 15-M dice Alberto Bárcena —uno de nuestros pocos historiadores españoles valientes, rigurosos y con capacidad de investigación— en su excelente libro La pérdida de España. De la Segunda República a nuestros días. Como ha afirmado en alguna ocasión el también historiador Sergio Fernández Riquelme, se puede y se debe hacer historia de nuestro presente y de nuestro pasado inmediato. Y eso hace también Alberto Bárcena en su libro, donde se puede leer lo siguiente: Nada menos espontáneo hemos conocido en nuestra historia reciente que el movimiento 15-M o de los indignados de la Puerta del Sol de Madrid; si es que llegamos a encontrar ejemplos de algo parecido con anterioridad”. Vayamos al contexto: son los últimos días de un Gobierno de Zapatero que hace aguas por los cuatro costados. Entonces, “Cuando la acampada indefinida había colapsado la Puerta del Sol, sin vías de solución conocidas, y la presidenta autonómica, Esperanza Aguirre, reclamaba que se despejara la zona, la respuesta del ministro del Interior, Rubalcaba, fue que la policía busca resolver los problemas y no crear problemas donde no los hay”. En otras palabras: Rubalcaba y el PSOE respaldaban al movimiento.

Alberto Bárcena relaciona este hecho con la “Jornada Mundial de la Juventud” en Madrid, presidida por el papa Benedicto XVI. Sería una respuesta organizada de los eternos enemigos del sustrato católico de la cultura occidental y española: “Masonería y comunismo volvían a unirse en España y contra España; con las mismas fijaciones, los mismos objetivos a batir: Catolicismo y patria; patria y catolicismo; todo lo demás caería por añadidura. En las calles del centro de Madrid volvía a palparse el odio rancio de 1936, cuando ya casi nadie lo creía posible”. Zapatero se marchaba pero su herencia guerracivilista en la izquierda era más fuerte que nunca. Así nacería una nueva ola izquierdista que hoy gobierna España bajo la forma de un “nuevo Frente Popular” aliado con las élites globalistas —como la Unión Soviética lo estuvo con el Frente Popular— que diez años después pretende imponernos la Agenda 2030 como propia: el “Plan Sánchez 2050”.

Sigue ahondando Alberto Bárcena en los organizadores del movimiento: “La conexión con el mundialismo tampoco tardó en hacerse patente: uno de los principales impulsores del 15M, el cineasta Stéphane M. Grueso, era en 2016 el tesorero de la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información, financiada por la Open Society Foundations de George Soros”. El mismo Soros que, según Juan Antonio de Castro ha financiado al separatismo catalán para “destruir España”. Y que, como desveló el periodista de investigación Manuel Cerdán, «en julio de 2018, Pedro Sánchez se ha reunido más veces con el especulador de las finanzas George Soros y miembros de su clan que con el presidente del Partido Popular y líder de la oposición, Pablo Casado«. En otro artículo, Cerdán ha añadido: «Pedro Sánchez percibió también dinero del especulador George Soros en su etapa de observador en procesos electorales y en otras misiones internacionales de carácter humanitario, a través de los demócratas norteamericanos del National Democratic Institute (NDI) y de otras ONG’s, vinculadas al magnate de las finanzas. Desde entonces, el presidente mantiene una estrecha relación con la organización fundada por el multimillonario, Open Society Foundation«. Además, hay que recorder que Soros financia a través de diferentes empresas a medios de comunicación españoles como «ElDiario.es» o «Maldita.es», dos webs de neo-inquisidores que se arrogan la capacidad de decidir que es verdad y que no lo es.

Continúa el profesor Alberto Bárcena: “Solo con citar el nombre de Soros nos trasladamos al nivel de las organizaciones pantalla, la ingeniería social de máximo nivel y las revoluciones incomprensibles que han sacudido el mundo en lo que va de siglo, como las Primaveras Árabes”. Llegados a este punto hay que recordar que Soros anunció por aquellos años una inversión de 500 millones de dólares en refugiados y migrantes. Sobre el ámbito español escribe Alberto Bárcena: “Del 15M surgen una serie de partidos que se diferencian, más que nada, por el nombre; siendo el más representativo Podemos; unión de la extrema izquierda que buscaba superar el fracaso de Izquierda Unida y el aburguesamiento socialdemócrata del PSOE; sin que faltasen destacados representantes de dicho partido que lo patrocinaron en su lanzamiento, y lo utilizaran luego”. En otras palabras: que Podemos es, hoy, como lo era ya entonces en su fundación, una herramienta de actuación puesta a la disposición del PSOE. Alberto Bárcena explica el sentido político oculto: “Es verdad que le restaría votos, pero también podría resultar decisivo para poner en marcha políticas radicales que el partido de Felipe González era incapaz de asumir”. Concluye este revelador fragmento de La pérdida de España como sigue: “Zapatero, sin ir más lejos, no llegó a la Moncloa con un programa político muy distinto al podemita; pero le quedaron algunos flecos sueltos que con el PSOE a solas no podía rematar. Necesitaban los socialistas de su misma orientación alguien que, por su izquierda, reclamara políticas o ajustes de cuentas, que ellos no podrían atender impunemente; si pretendían seguir perteneciendo al establishment donde les incluyeron Willy Brandt o David Rockefeller”.

Hay que recordar que este último nombre, David Rockefeller, es autor de una afirmación escalofriante: “Estamos al borde de una transformación global. Todo lo que necesitamos es una gran crisis y las naciones aceptarán el Nuevo Orden Mundial”. Ahora, en plena pandemia, el PSOE de Pedro Sánchez gobierna con el Podemos liderado hasta hace apenas unos días por Pablo Iglesias, ex-ministro de la Agenda 2030. El círculo iniciado hace una década nos cerca en su interior, de una vez clausurado.

Autores como Carlos Taibo, Santiago Alba Rico, Ernesto Castro o Ignacio Ramonet figuran entre aquellos que más fruslerías han dicho y escrito en torno al 15-M. Desde la derecha, Fernando Díaz Villanueva no se ha quedado atrás en cuanto a comentarios tan prolíficos como insustanciales. Por ello, resulta necesario rescatar las palabras que ya dijera Félix Rodrigo Mora algunos años atrás sobre el 15-M, más actuales que nunca: “Para quienes no tienen otra finalidad que arrancar tales o cuales migajas al Estado providente de la modernidad toda reflexión sobra y de lo que se trata es de agitar en la calle con machaconería hasta conseguir sus pedestres metas, más dinero y más servicios. Pero para aquellas y aquellos que se hayan propuesto tratar los grandes problemas de nuestro tiempo, desde la perspectiva de una revolución integral suficiente de la vida social, de los sistemas de ideas y valores y del propio ser humano, el conocimiento cierto es imprescindible”. Y conocimiento cierto es el que añade el libro La pérdida de España del historiador Alberto Bárcena sobre la izquierda del pasado y del presente.

Afortunadamente, el pueblo de Madrid pudo dar hace escasas semanas un revés crítico, y quizás mortal, a esta izquierda de nuevo cuño incoada el 15-M, gracias al “trumpismo”, no como dicen sus detractores sino en el mejor sentido de la palabra, de Ayuso. Su opción política no es populista, sino popular, y mucho, según ha puesto de relieve la cantidad de votos que ha recibido. Su victoria supone un hálito de vida para una derecha española que parecía condenada a la oposición estéril. Por su parte, Sánchez intentará resistir hasta 2023, para comprar entonces los votos de los ciudadanos con las ayudas europeas en forma de subvenciones. Hasta entonces, nos ha decidido deleitar con un “plan para 2050” que, como ya ocurriera con sus trabajos universitarios de doctorado, presenta sospechosas similitudes con otras publicaciones anteriores, en este caso la “Agenda 2030” que tan orgullosamente reivindica toda la progresía globalista desde la solapa de sus chaquetas en forma de pin. El hartazgo, sin embargo, es cada vez mayor para con estos desvaríos de narcisismo despótico. Como ha dicho Díaz-Ayuso recientemente, estamos todos hartos de la “catequesis progre” que “se resume básicamente en subir impuestos y en tener que decirnos cómo vivir, cómo comer. A este paso van a prohibir los chuletones”. En efecto, tanto la Agenda 2030 como el Plan 2050 de Sánchez se proponen reducir de forma drástica la soberanía popular y convertir a los ciudadanos en súbditos a través de la dependencia económica a las ayudas del Estado. Nos quieren doblegar con medidas de ingeniería social, y eso el pueblo no lo va a consentir.