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Sobre la Ingeniería social (8): Del malthusianismo a la calentología

Redacción




Guillermo Mas. 

 

La «calentología» es la mayor religión «new age» no reconocida de nuestro tiempo. Se basa en una fe irracional: aquella que cree que por culpa de la sobrepoblación mundial y de la emisión de gases contaminantes en conjunción con la explotación de materias primas del planeta, nos acercamos a la destrucción definitiva de la Tierra. No hay que confundir a quien denuncia la «calentología» con quien niega el cambio climático; evidentemente, la Tierra ha pasado épocas de «cambio climático» a lo largo de su historia desde su origen y de forma constante, como las glaciaciones. Lo que se cuestiona es la tesis de que el ser humano es directamente culpable del cambio del clima y, sobre todo, que ese cambio podría ser revertido si se redujera la población mundial de forma drástica.

El origen de esta teología política se halla en el ecofascismo nazi que amaba la naturaleza retomando el paganismo y su posterior expansión a través de las falsas conclusiones aparecidas en diversos informes de, por ejemplo, «El club de Roma» desde el muy significativo año 1968 en adelante. Para evitar este «apocalipsis climático» que siempre resulta inminente, varios organismos mundiales, numerosos plutócratas autodenominados como filántropos y distintas organizaciones secretas que quieren extender sus presupuestos teóricos por medio de la ingeniería social, han decidido imponer de forma despótica y anti-democrática, impulsados con una campaña mediática sin límites, una manipulación de la visión de la realidad sin precedentes y una inversión económica muy difícil de combatir, sus fines. Es decir, que ayudados por la «excusa» de la «calentología», un pequeño grupo de personas ha conseguido destruir Occidente y cambiar con ello la propia concepción antropológica y moral del ser humano. Para ello ha sido necesario, y lo será mucho más a partir de ahora, tratar de acabar con el poder de los Estados nacionales, tratar de favorecer el individualismo narcisista en lugar de la conciencia popular de comunidad, tratar de doblegar la libre voluntad de los ciudadanos y tratar de erradicar el plano trascendente de la vida espiritual interior de cada hombre.

Se trata de una revolución sin precedentes y sin la apariencia usual de revolución que, en unas pocas décadas, ha logrado demoler siglos de historia de un plumazo. Sin embargo, para combatir la «calentología», que impera incluso en el Vaticano (no hay más que ver al Papa Francisco rezando a la Pachamama), es necesario entender sus orígenes: porque la «calentología» solo es una actualización del malthusianismo aplicado al cambio climático.

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Parafraseando el título de un libro de Richard M. Weaver, “las ideas tienen consecuencias”.  Si hay una idea, una teoría filosófica, que aliente y fomente la Ingeniería Social, esa es la noción de “control de la población” desarrollada a partir de las teorías del clérigo anglicano Thomas Malthus, cuyo pensamiento sobre el «principio de la población» sólo es posible en una forma de entender la religión derivada de la reforma luterana. No podría haber existido un Thomas Malthus o un malthusianismo dentro del catolicismo. Por tanto, para entender sus ideas, resultaba necesario cancelar al adversario teológico, razón por la cual era fundamental ganar la batalla de las ideas y de la propaganda, o guerra cultural, como han demostrado Elvira Roca Barea o Alberto G. Ibáñez, entre otros, en su estudio de la Leyenda Negra. 

Veamos cuales son las ideas de Malthus: “El poder de la población es tan superior al poder de la tierra para producir la subsistencia del hombre, que la muerte prematura debe, de una forma u otra, visitar a la raza humana. Los vicios de la humanidad son ministros activos y capaces de la despoblación. Son los precursores del gran ejército de destrucción y, a menudo, terminan ellos mismos la terrible obra. Pero si fracasan en esta guerra de exterminio, las estaciones enfermizas, las epidemias, las pestilencias y las plagas avanzan en una tremenda serie y barren a miles y decenas de miles. Si el éxito sigue siendo incompleto, una gigantesca hambruna inevitable acecha en la retaguardia, y con un poderoso golpe nivela a la población con la comida del mundo”.

Estas ideas del siglo XVIII darán lugar a una ideología con tintes de religión política que todavía se mantiene en nuestros días, quizás con mayor capacidad económica a favor de sus intereses que nunca. En palabras del propio Malthus: “Un hombre que nace en un mundo que ya ha sido apropiado, si no puede obtener alimentos de sus padres, a los cuales puede justamente demandarlos, y si la sociedad no necesita su trabajo, no tiene ningún derecho a la menor porción de alimento y, en realidad, no debe estar donde está. En el gran banquete de la Naturaleza, no hay cubierto vacante para él, Ella le ordena que se vaya”. 

La aplicación práctica del malthusianismo se llamó “eugenesia” y fue definida por Francis Galton como “la ciencia que trata sobre todas las influencias que mejoran las cualidades innatas de una raza, y también con aquellas que las desarrollan hasta la mayor ventaja”; y como un “deber primordial” para Leonard Darwin, hijo del naturalista Charles Darwin, otro de los grandes promotores del término. Thomas Henry Huxley, amigo de Darwin y, como él, heredero de las teorías malthusianas sobre la población, las teorías de Spencer sobre la competición y las teorías económicas de Adam Smith, fue un temprano partidario de la eugenesia. Como todos los seguidores de Darwin, creía en el determinismo genético, un concepto heredado de la predestinación calvinista y enfrentado al determinismo ambiental lamarckiano (al que se adscribiría, por ejemplo, Carl Gustav Jung); digamos que la “lucha por la vida” casa bien con las leyes del libre-mercado liberal y la “mano invisible”, un concepto muy similar al de “selección natural”. Todos ellos defendían una moral espartana de “la supervivencia del más apto”; en otras palabras, la muerte del débil o «no tan apto». No debemos olvidar la orientación intelectual y la fe a la que pertenecían todos estos sacerdotes; tampoco debemos olvidar que los nazis pegaban carteles con el rostro de Lutero en ellos…

En 1939 el nieto de Thomas Henry, el biólogo y primer director de la UNESCO Julien Huxley, publicó su breve opúsculo El problema racial en Europa, donde desmarcó la eugenesia de términos como el de raza, que criticaba duramente. En su lugar, proponía “una perfección genética” que influyó decisivamente sobre organismos como la WWF o la propia UNESCO, y supuso un antecedente decisivo sobre lo que más tarde sería llamado “transhumanismo” o mejora genética del ser humano. El futuro de la humanidad, una vez destruido el fundamento filosófico del humanismo, pasa por la propia destrucción biológica del ser humano para alumbrar un mundo nuevo con un «hombre nuevo». La tecnología ya ha iniciado ese camino sin retorno de la historia, aunque sus resultados todavía no han trascendido a la luz pública. De la misma forma, esos descubrimientos tecnológicos no llegarán a toda la población, sino únicamente a la élite minoritaria que pueda financiar esas implementaciones genéticas en sus descendientes privilegiados. Pero esa es otra historia: la nuestro porvenir dentro de varias décadas. Seguiremos en los próximos artículos de esta serie.