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Sobre la ingeniería social (5): La hegemonía cultural de la ideología de género

Redacción




Guillermo Mas. 

 

Sigamos con el papel de los intelectuales como generadores de un “caldo de cultivo” intelectual que, indirectamente, sirve de “lobotomía” generalizada en la población a través de los medios de comunicación, la llamada “cultura” —conocido como Arte en una época pre-industrial— y la infiltración de apologetas y convencidos en posiciones estratégicas de la sociedad; y de forma directa es utilizado para alimentar los proyectos de las élites plutocráticas de empresarios con vocación mesiánica y voluntad de “salvar” el mundo. Que, en realidad, debería ser salvado de las garras de los propios plutócratas.

Intelectuales como Sartre actualizaron la lucha de clases hacia el terreno racial. Autor del prólogo a un panfleto terrorista y racista anti-blancos llamado Los condenados de la Tierra, escrito por Franz Fanon, donde el filósofo francés decía: “No hace mucho tiempo, la tierra estaba poblada por dos mil millones de habitantes, es decir, quinientos millones de hombres y mil quinientos millones de indígenas. Los primeros disponían del Verbo, los otros lo tomaban prestado”. Lejos de ser algo casual, estos “intelectuales” —en el sentido peyorativo que Paul Johnson le dio al término en su imprescindible libro homónimo— seguían un plan perfectamente fijado como apologetas de un “pensamiento contra-hegemónico” tal y como Antonio Gramsci lo fijó en sus Cuadernos de la cárcel. Se trata, en definitiva, de una lucha por alcanzar una nueva «hegemonía cultural» favorable a ese sujeto político popular que es el proletariado: “Si la clase dominante ha perdido el consentimiento, o sea, ya no es dirigente sino sólo dominante, detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas se han desprendido de la ideologías tradicionales, no creen ya en aquello en lo cual antes creían”. Se trataba de una paulatina infiltración en puestos de influencia como las universidades, los medios de comunicación, las posiciones de poder dentro del sistema, los cargos dentro del sistema judicial, etcétera, para ganar por la propaganda lo que no podían ganar por las urnas. En palabras de Pablo Iglesias, hablamos del «asalto a los cielos».

En el caso de la “ideología de género”, esa religión postmoderna de sustitución, todos sus autores fundacionales en su primera etapa dedicada al “estudio” de la sexualidad resultaron ser una caterva de trastornados, degenerados y mentirosos compulsivos dignos de psiquiátrico. Veamos tres ejemplos brevemente:

  1. El caso de Wilhelm Reich es el de alguien con unos trastornos sexuales muy tempranos mezclados con un “Edipo” de libro. Discípulo directo de Freud, pasó rápidamente del socialismo al marxismo, militando en ambos partidos. Ser autor de la obra Psicología de las masas del fascismo le valió la expulsión del “Partido Comunista Alemán”, gracias a lo cual viajó a los Estados Unidos. Allí se dedicó a buscar OVNIs con un “cazador de nubes” (hay imágenes) auto-fabricado; a “pasar consulta” a pacientes desnudas a las que tocaba mientras hablaban; y a descubrir el “orgon”, gracias al cual estableció las bases de la “orgonomía” o ciencia del orgasmo, que podía ejercer con sus “acumuladores de orgón” o “cajas sexuales” donde introducía a sus pacientes (femeninos) durante los experimentos. Acuñó el término “revolución sexual”, que en los 60 haría fortuna. Murió en prisión con 60 años;
  2. Alfred Kinsey fue un entomólogo que en 1948 publicó el primer informe conocido sobre la “orientación sexual” donde analizaba a la sociedad estadounidense. En dicho informe se revelaban prácticas sexuales escandalosas y degeneradas, que eran tenidas como minoritarias, en cantidades sorprendentemente altas. Por supuesto, el informe estaba amañado y la mayoría de entrevistados por Kinsey resultaron ser presidiarios y trastornados. Aún así, todavía hoy en día muchos creen en la veracidad del informe y lo citan para defender el libertinaje, cuando no cosas peores. Lejos de quedar contento con eso, Kinsey fundó a continuación la comuna «Oneida«, una auténtica secta de motivación sexual que duró hasta 1979 y llegó a tener más de 300 miembros. Además de dedicarse a las orgías, la promiscuidad y al nudismo como norma general, en las actividades de dicha comuna llegaron a registrarse casos de pederastia y abusos sexuales, con intervenciones policiales de por medio. De hecho, el fundador de la comuna, John H. Noyes, fue acusado de violación y se dio a la fuga como un cobarde;
  3. Pero si hay un teórico con buen prestigio intelectual hoy entre los profesores universitarios, ese es Georges Bataille. Muchas de sus obras son reeditadas continuamente y legiones de alumnos universitarios le dedican encantados sus tesis doctorales. Toda su obra se constituyó en torno al estudio práctico del tabú, la represión y el deseo en su vertiente más delirante. Para él, el erotismo es “una aprobación de la vida hasta en la muerte”. Frases resonantes para enmascarar ideas terribles. Calificado como “sórdido fecalómano” por el periodista Bernard-Henri Lévy, para él no había obra más sublime en arte que la mutilación en la oreja autoinfligida por Van Gogh. Ese es el nivel. Ya pueden imaginar el resultado de juntar ambas ideas, como al parecer hacía el propio Bataille de forma práctica en las orgías donde participaba y donde tuvo que intervenir la policía en más de una ocasión. Según Bataille, «la prohibición que cae sobre el incesto y el horror de la sangre menstrual son el fundamento de todos nuestros comportamientos«. Sobre teorías antropológicas de este calado está fundamentada la ideología de género.

Estos son algunos de los autores que directa o indirectamente se quiere imponer hoy desde ciertos púlpitos universitarios en el lugar de los clásicos del humanismo cuyas estatuas, al parecer, merecen ser retiradas de los lugares públicos, como la de Marcelino Menéndez Pelayo en la Biblioteca Nacional de España, según reza un artículo del ABC de 2006: “La directora de la Biblioteca Nacional, Rosa Regàs, ha decidido cambiar de lugar la estatua que, desde 1912, preside el vestíbulo de esta institución, dedicada a uno de los grandes intelectuales españoles vinculados con la Biblioteca: Marcelino Menéndez Pelayo”. Cualquier día nos encontramos en su lugar una estatua de George Bataille.

Para conocer mejor las ideas y los actos de aquellos que no sienten ningún respeto por la tradición cultural de Occidente, siga leyendo los artículos de esta serie.