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Dónde está Pedro Sánchez y Ayuso devuelve a España la esperanza

Redacción




Yolanda Esfandiari.

Una de las preguntas que más se hacen los españoles es dónde se ha metido Pedro Sánchez, y cómo estará digiriendo el varapalo que acaban de darle los madrileños, hartos ya del compincheo rastrero y retrógrado con el que pretendía, junto a Pablo Iglesias, devolvernos al odio que hubo en este país hace ya más de ochenta años.
En un principio, ese interés del tándem Sánchez-Iglesias por sembrar de cizaña los campos que había despejado la Transición, había funcionado perfectamente: todavía quedan algunos viejos de los que se aferran a su carnet del partido comunista, resentidos porque no supieron ponerse de acuerdo para ganar la puta guerra, a pesar de que contaban con todos los apoyos habidos y por haber. Esos viejos resentidos han sabido transmitir a hijos y nietos el mismo rencor revanchista que con tanta claridad se percibía en Pablo Iglesias. Para esta gente obsesionada con el pasado, y empecinada en vengar el odio de clases, que Sánchez consiguiera sacar a Franco del Valle de los Caídos tuvo un efecto orgásmico, como lo tuvo también el hecho de que Sánchez e Iglesias se presentaran como los vengadores de la España vencida.
Pero después llegó la pandemia, y con ella la constatación de que de las urnas -con o sin manipulación- no habían salido los mejores gestores para sortear el temporal: un Comité de expertos que no existía, extrañas compras de material sanitario, absoluto caos, y una gestión que la misma OMS ha calificado como la peor. En este año larguísimo, los españoles hemos sufrido la incompetencia de este Gobierno de aficionados en forma de recortes de libertades intolerables, porque la miseria y el empobrecimiento ya se daban por sentado desde el momento que consiguieron la investidura.
Ayuso, en cambio, consiguió lo contrario a base de aplicar el sentido común y hacer caso omiso de las presiones. Era de esperar también que el Gobierno retrógrado se inspirase una vez más en el odio de los golpistas del 31, y sometiera a Ayuso a una campaña de acoso y desprestigio absolutamente vergonzosa. La Presidenta de la Comunidad de Madrid ha sabido resistir y demostrar, no sólo el acierto de su gestión, sino la catadura moral de aquellos que tenía enfrente. La gente, que no es tonta, ha preferido comer a quedarse con la boca al viento esperando ayudas que llegan tarde, mal, o nunca; ha preferido la libertad de salir a la esclavitud de quedarse encerrados como animales, paralizados por el miedo, más o menos como debe encontrarse en estos momentos Pedro Sánchez, que permanece escondido por poca hombría para dar la cara y asumir derrotas o, como diría Pablo Milanés, por el temor de hallarse descubierto.
Lo siguiente que va a quedar claro a partir de estas elecciones será la verdadera razón que ha tenido Iglesias para desaparecer del mapa político, por más que haya querido disfrazar la cosa de renuncia altruista, y ésta es que Europa lo habrá puesto como condición, con toda seguridad, antes de soltar un euro. De Pirineos para arriba nadie entiende el comunismo como otra cosa que no sea una ideología criminal, y como tampoco simpatizan con el derroche, la incompetencia y la demagogia, es de prever que la siguiente cabeza que ruede sea la de Pedro Sánchez.
En todo caso la victoria de Ayuso devuelve al país la esperanza de retomar el camino de progreso que teníamos con la democracia, antes de que los nietos de los viejos comunistas resentidos vinieran a enfrentarnos como en aquellos tiempos que ya teníamos más que superados.