Enrique de Diego.
La izquierda que todo lo emponzoña y todo lo tergiversa, ha llevado el agua a su molino de los Comuneros. El día 23 de abril se ha cumplido el aniversario de la tremenda derrota de Villalar y la consiguiente ejecución de Juan Bravo, Padilla y Maldonado, en la que el fiero Juan Bravo se encrespa cuando al oír leer la condena se les llama traidores y luego con señorío alabado aún por sus enemigos pide ser el primero en ser ajusticiado para no ver morir a sus enemigos. Los Comuneros, como rebelión contra la subida de impuestos y el expolio de los extranjeros, hubieran votado, sin dudarlo, a Vox.
Joseph Pérez, el mejor historiador de la guerra de las comunidades, en su libro «La revolución de las Comunidades de Castilla (152o-1521)», la define como la primera revolución moderna. Tras el trauma de que por los meandros de la historia Castilla pase a tener un rey extranjero, empieza siendo una rebelión fiscal. Carlos decide subir los impuestos a fin de pagar la corrupción en forma de mordidas que conllevaba la elección como emperador. Sin conseguir su objetivo en Cortes reunidas en Valladolid, las convoca en La Coruña. El diputado por Segovia, Rodrigo de Tordesillas lleva el mandato de la ciudad de votar que no, y vota sí, comprado por Carlos. Segovia era una Comunidad y Tierra que incluía la Transierra, la sierra de Guadarrama, hasta casi la provincia de Toledo, el sexmo de Casarubios, con Chichón, Ciempozuelos, San Martín de la Vega, Sevilla la Nueva, Navalcarnero, Majadahonda, El Escorial, etc. Orgullos eran aquellos segovianos. Y muy celosos de que les representara y se atuviera a su mandato su diputado. No se andaban con chiquitas, y ante la traición, le llevaron desde la iglesia de San Miguel, donde se reunía el Consejo y trataba de dar explicaciones, fue llevado entre puñadas a ajusticiarlo hasta Las Eras del Santo Cristo del Mercado, a unos 3 kilómetros.
No eran, por tanto, de izquierdas aquellas buenas gentes, ni hubieran consentido que se les subieran los impuestos, como hace siempre la izquierda. Protestaban porque el dinero lo expoliaban los extranjeros, así que se hubieran quedado con los ojos a cuadros si les hubieran dicho que se destinaban, ONGs por medio, 4.700 euros a cada mena y 456 a las abuelas españolas. ¡Hubieran montado en cólera y hubieran salido a relucir las espadas!
Fue una rebelión de las clases medias urbanas, patriciado, artesanos y trabajadores del textil -entonces de producían en Segovia sombreros para Italia y media Europa-, del realengo frente al señorío. Juan Bravo, huérfano de un héroe de la guerra de Granada, hubiera hecho pagar cargo a socialistas y comunistas que perpetraran la invasión de España por los sarracenos y además subvencionada por los sufridos contribuyente españoles. Hubiera dicho que a la morisma ni agua y que los podemitas se pusieran a trabajar y no a parasitar de los demás.