Luis Bru.
Las tres opciones de la izquierda, el tripartito, naufragaron completamente en el debate para las elecciones de Madrid, muchas promesa, mucho gasto público y ninguno se preocupó de decir de donde iban a sacar dinero. Incluso hubo algún silencio clamoroso y cómplice como cuando Rocío Monasterio habló de la violación por una jauría de menas, 13, a una joven menor en el Parque del Oeste; ni condenaron el hecho, ni dijeron lo más mínimo. Mónica García, histriónica; Ángel Gabilondo, pesado y doctoral; Pablo Iglesias se esperaba más de él sabiéndose la que se juega; fracasó totalmente; quiso estar en funciones de ex vicepresidente acompañado de datos y recibió de su propia medicina; Isabel Díaz Ayuso se cebó en él: «pantomima», «mezquino», «personaje de vergüenza ajena» que ha venido «a tomar el pelo para salvar un proyecto». Brillaron las dos mujeres de la derecha. Isabel Díaz Ayuso destacó como se habían mantenido abierto bares, cafeterías, comercios, promoviendo lo que ya se conoce como el «milagro de Madrid», frente a la paranoia de Pedro Sánchez contra Madrid, e incluso de Ignacio Aguado, de infausta memoria. Muy bien estuvo Rocío Monasterio que sí dijo de donde sacaría los fondos para la sanidad: menos chiringuitos, menos consejerías, menos diputados autonómicos. Puso de manifiesto el escandaloso despilfarro en los menas mostrando el cartel de Sol, 4.700 se dedica a mena por mes, por 426 a tu abuela, un mensaje que llega, que entiende todo el mundo; puso en solfa la situación de inseguridad en los barrios, la ocupación y todos los males de la multiculturalidad, sin que la izquierda osara entrar en ese debate. Sobró la presencia de Edmundo Bal, que presumió de la gestión de los consejeros de Ciudadanos, pero que no presenta a nadie del anterior equipo de gobierno; Ciudadanos fue tildado de traidor, pero, como se ha dicho, no estaba allí Ignacio Aguado para dar explicaciones. Lástima.