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Jesús Muñoz, un héroe salido de las películas de Frank Capra, desenmascara a Cruz Sánchez de Lara

Redacción




Enrique de Diego.

Cuando llevamos publicadas cuatro entregas del serial sobre Jesús Muñoz, un héroe salido de las películas de Frank Capra, un hombre sencillo, un hombre cualquiera, pero sometido a presión, se crece hasta agigantarse, ha desmontado a la abogada Cruz Sánchez de Lara. Queda la quinta entrega, llena de interés,  se mantiene el suspense: ¿qué habrá sido de ese niño sumido en la telaraña de mentiras urdida por Cruz Sánchez de Lara? ¿Acaso la abogada se habrá preocupado por él y le ha visto crecer, para ver las consecuencias de sus actos? ¿Ese niño, ya adolescente, al que Cruz ha privado de todo contacto con el padre -ya vimos que es la primera medida que Cruz recomienda adoptar, como una tortura, para que le padre ceda?

Estos y otros muchos interrogantes, tendrán cumplida respuesta en la quinta y última entrega, o mejor penúltima, porque esta historia está abierta, muy abierta, y le quedan muchos capítulos por ser vividos, y luego escritos. Este serial, en carne vida, es la mayor y mejor requisitoria contra la Ley Integral de Violencia de Género, contra su intrínseca injusticia, contra el negocio sin escrúpulos que han puesto en marcha abogadas como Cruz Sánchez de Lara, juezas con ganas de ascender sobre piras de cadáveres, toda una generación de adolescentes llenos de complejos y ayunos de cariño reclaman la justicia que siempre se les ha negado, porque se les negó el afecto del padre, de los héroes, como Jesús Muñoz, que se elevan sobre con sus bellos atavíos de fortaleza y constancia por encima de la ruindad de las Cruz.

Esta como, un río, fluye como la vida, es una historia que ha cambiado a sus protagonistas. Cruz ha conseguido lo que tanto ha buscado, sin preocuparse del daño que hacía a los demás, mujer «ambiciosa económicamente», como la define su primer marido Juan Carlos Iglesias Toro, en un juicio lamentable, cinco años después cuando Cruz presenta, con testigos pagados de su cuerda, tras un divorcio por mutuo acuerdo, en el que Juan Carlos se muestra generoso en lo económico, y de repente, cuando el cielo está en la quietud, como en esas tormentas de verano, se ennegrece y descarga con saña la fiera tormenta. Y después de esa otra, porque Cruz es inmensamente vengativa, y le presenta, de nuevo por maltrato psicológico, otra por el hijo común, al que Juan Carlos ha renunciado a ver porque intuye la que se viene encima. Postrado siete años en la cama, con medio intestino en la sala de operaciones, con un pie equino, Juan Carlos no es ningún amargado, pero su rostro se ensombrece, y el del amor con el que ha rehecho su vida, cuando sale el nombre de Cruz, porque ésta sólo terminó su persecución cuando Rambla Libre la desveló.

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Cruz ha tomado relevancia pública tras su adulterio con Pedro J y posterior coyunda, haciendo añicos la relación de treinta años y el matrimonio de tres meses con la diseñadora de prestigio internacional, Agatha Ruiz de la Prada. Como comentaba la interfecta en los despachos de abogados, ‘mi churri tiene pasta’. Cuentas las crónicas, que mienten más que hablan, que Pedro J, el vetusto, sintió un flechazo, y Cruz ha señalado: «yo no soy nada mitómana. Nunca vi a Pedro J, yo vi a Pedro». Cruz ha mentido mucho su biografía. Hay algo que chirría en su versión. ¿Por qué mueve Roma con Santiago para recibir un premio en Nueva York, el mismo que ha recibido un año antes Agatha? ¿Por qué una feminista patibularia de la Federación de Mujeres Progresistas es miembro del Consejo de Administración de El Español, en representación del colombiano Carlos Mattos, cuando Pedro J nunca se ha ocupado de esos temas y empieza con la vitola de ser un icono de la derecha mediática? Da la impresión de que ha visto la presa y salta sobre ella. El amor es ciego y desprendido. Pedro J, como era previsible, ha puesto en manos de Cruz su fortuna, en la patrimonial Rosebud, donde está toda su inversión en El Español, y la ha puestos dos casas a su nombre: en poco tiempo ha pasado a ser propietaria, desde el 27 de diciembre de 2018, de una vivienda en la Calle Francisco Silvela, 54 duplicado, esquina con Maldonado, de 144,50 metros cuadrados, con una hipoteca de 515.000 euros. Según fuentes solventes, en esa vivienda estaría viviendo Álvaro Iglesias Sánchez de Lara, hijo del primer matrimonio. Desde el 11 de enero de 2019, Cruz Sánchez de Lara ha pasado a ser también propietaria de otra vivienda en la Calle Padilla 19, de 301,90 metros cuadrados, con vestíbulo, despacho, hall, sala de estar comedor, cinco dormitorios, vestidor, cocina, lavadero, dos cuartos de baño, dos cuartos de aseo y varios armarios empotrados. La vivienda es una donación de Ramírez y en ella se encuentra el despacho de Sánchez de Lara Abogados.

Pedro J ha intentado blanquear a Cruz, vender a una Cruz idealista. «Ella es muy idealista y yo siempre he admirado el idealismo, el ansia de contribuir a que las cosas sean distintas a como te las has encontrado. Y Cruz está empeñada en eso. Tiene la capacidad de, como decía Susan Sontang en Regarding the pain of others, detectar y mirar compasivamente el sufrimiento el dolor ajeno. Cruz se ha escapado de un libro. Mujeres como Cruz sólo existen en las novelas de amor». Ya sabemos que Pedro J tiende a la cursilería y la grandilocuencia, pero todo esta descripción encomiástica se da de bruces con la arpía que documenta Jesús Muñoz, capaz de que su clienta presente ocho denuncias más falsas que un Judas de plástico, de acosarle y perseguirle, con la Fiscalía sumisa, cegata e inmisericorde, pidiendo 14 años a nuestro buen Jesús Muñoz, ese hombre cualquiera, ese héroe de Frank Capra, que consigue darle la vuelta al fatalismo de su vida y salir victorioso.

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Pero, al final, la piedra de toque está en el quinto capítulo: ¿qué ha hecho, se ha preocupado lo más mínimo por ese niño que hizo crecer sin un padre, tan capaz y heroico? Cruz, ¿idealista o arpía? La solución en la quinta entrega de este serial que es una requisitoria directa contra la Ley Integral contra la Violencia de Género.