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Cierre injustificado: ¡Sublevar Madrid!

Redacción




Ignacio Fernández Candela.

Oigo en las calles: «sublevar Madrid». En el hartazgo acumulado hay ciudadanos que parecen recobrar la memoria histórica que se remonta a la guerra de la independencia. Aunque poco queda del coraje histórico frente a las injusticias del siglo XXI.

Impresiona las tragaderas de la ciudadanía madrileña: muestra la cerviz esperando una puya mortal que sería el cierre sin ninguna justificación . Pronto olvida Madrid el genocidio protocolario con el que muchos perdimos a nuestros padres después de que la carroña sectaria del «femiestalinismo» se manifestase el 8 de marzo. Infectaron Madrid y se les desbordaron las previsiones. Mejor fue para estos hijos de Satanás carentes de conciencia que no vieron ningún problema en la magnificación de la tragedia del todo aprovechable. El inepto y presunto estafador Salvador Illa, ministro de Sanidad para contentar la cuota catalanista, intentó hacer negocio con las mascarillas y los respiradores. Las irregularidades rayanas, si no inmersas, en la estafa, fueron de escándalo directamente proporcional al delito penal como en el que incurrió el ministro de Bolivia que por menos fue encarcelado. De saberse en qué consistió la estafa hasta el psicópata Sanchez pasaría ante los tribunales si la Fiscalía no ejerciera la prostitución con la sectaria madame devenida del lupanar monclovita: allá donde los corruptos de las putas, la cocaína, los eres y demás, secuestraron con fraude electoral al país que los soporta, aunque bien los tiene ya calados hasta el Rey con ese tufo a golpismo que apesta en las inmundas filas sanchistas.
El chiringuito de las fanáticas a sueldo de Soros, antes del infame Zapatero dilapidando recursos públicos, agitó el árbol para que el miserable Sánchez y el asalariado del narcotráfico Iglesias, recogieran frutos al estilo euskaldun y etarra que ya hiciera famoso el inicuo y bien enterrado Arzallus. No obstante los antecedentes del desgobierno criminal que ha secuestrado una inadvertida España, había mostrado la catadura delictiva que apuntaba maneras hasta desembocar en el genocidio, el protocolo sanitario creado a propósito de sacar un carroñero rédito político.
Pero pronto olvida Madrid la manipulación torticera sobre las cifras de nuestros asesinados, el juego sucio de los zarrapastrosos que pretenden además dar un golpe de estado violentando el consenso constitucional. Olvida que este desgobierno de malhechores quiso aprovechar el dolor de los familiares que no pudimos velar a nuestros seres queridos, enterrados en soledad. Pierde memoria del extenso lance criminal en que se solaza una caterva de inútiles, mamarrachos, estafadores y chulos de mierda que no satisfechos con provocar una tragedia agrandada mas allá de los efectos de la pandemia, siguen con la agenda de maldad y sociopatía con oportunismo repugnante y una soberbia insultante y nauseabunda.
¿Hasta dónde se soporta universalmente la injusticia que ha traspasado todos los límites, los que otrora supusieron montar guillotinas en las plazas o enfrentarse a una invasión?
Madrid está sometida al arbitrio de criminales cuyas sospechas delictivas han traspasado las fronteras españolas. A nadie se le escapa el guarro proceder de una piara delictiva que antepone los intereses tabernarios a la supervivencia de millones de ciudadanos hartos de contemplar a esta manada satánica, friki y malparida que está abismando en la tragedia la continuidad de la trampa son ningún límite ni contención moral.
Ni Europa, ni organismos sanitarios internacionales avalan los datos ni la intención chantajista del nauseabundo Salvador Illa que, a las órdenes de un vomitivo Pedro Sánchez, el deleznable tahúr del barrio de Tetuán, chantajea a la Comunidad de Madrid con ínfulas totalitarias y contra todos los ciudadanos.
La grandeza del gobernante mira por cuantos dependen de sus meditadas reflexiones. La bajeza del trepa de saunas gay, del doctor cum fraude, del autor de pucherazos, maldito tramposo de su madre, es el que obliga gratuitamente y sin justificación a la ruina de sumisos madrileños que mal viven en la desesperanzada incertidumbre, ¿mientras el detestable monclovita ha regresado de inmerecidas vacaciones para continuar su inicua obra de destrucción masiva; por la fuerza, por sus famosos cojones en las saunas del Sabiniano, como su culo? Este indigno representante de España, patán a tiempo parcial, sospechoso de traición a tiempo completo, ¿es quien pretende arruinar Madrid con el objetivo tabernario de conquistarlo tan sucia como rastreramente?¿Y sin decir basta?¿Cuánta ruina hay que acumular con imposiciones oscurantistas? ¿Quién pagará las deudas de cuantos han arruinado en poco tiempo estos malditos diablos?
¿Hasta cuánto se resiste la injusticia cuando un golpista arremete contra la vida de todos los ciudadanos de bien? Madrid va a ser ajusticiada pretextando argumentos falsos de alarma sanitaria, excediendo las facultades de una autoridad responsable. Todo por intereses tabernarios sacrificando la ya ruinosa economía, diezmada sin escrúpulos por forajidos auspiciados por el mismísimo Satanás. Tal es la talla del íncubo que lamenta la retirada de las calles del asesino Largo Caballero-el que dijo que o se ganaba en las urnas o irían a la guerra civil, angelito-para saber en qué garras dictatoriales recae el cierre de la comunidad madrileña.
Cierto, en otro tiempo se habrían tomado tantas afrentas con una sublevación contra el enemigo que, para muchos, millones, hoy ocupa el Palacio de La Moncloa.

Los Mamelucos fueron menos peligrosos.

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