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La irresponsabilidad de Susanna Griso y los medios: el caso de la vegana puta Fanny

Redacción




Luis Bru.

Susanna Griso se ha terminado llenando de mierda. Las aguas fecales han roto sobre su sonrisa bobalicona. A ella y a Espejo Público le cabe el dudoso honor de haber lanzado al estrellato televisivo a una «mártires» de la causa, Almas veganas, y haber nos colado a Estefanía Torralba, para los clientes Ursula, y para los televidentes Fanny, una «trabajadora sexual», como se define, lo políticamente correcto que no falte, que se ofrece para todo tipo de guarradas, como una larga y cálida meada en la cara por un macho incontinente. Una más puta que las gallinas, que cosifica el cuerpo de la mujer.

Suena literalmente a coña lo que publicaron los medios, como por ejemplo La Vanguardia: «Son ganaderas y activistas animalistas que hace unos días saltaron a la palestra tras una contundente afirmación: “nosotras tuvimos que separar los gallos porque no queríamos que las violaran aunque sea su naturaleza”. El vídeo en cuestión se viralizó y generó multitud de críticas y comentarios en redes sociales. Un tema, el de las “gallinas violadas”, que llegó a Espejo Público y que tuvo como protagonista a un miembro de Almas veganas». ¿Ganaderas? ¿De qué?

La página digital de La Sexta, en septiembre de 2019, publicaba que » ‘Almas Veganas’ es un colectivo animalista que separa las gallinas de los gallos para que «no las violen» y las cuida en un santuario. Fanny, antigua carnicera y una de las activistas de este grupo, ha visitado el plató de ‘Espejo Público’ para defender la ideología de su colectivo».

Fanny apareció en directo en prácticamente todos los programas, porque daba audiencia, vendiendo su mercancía averiada, pero que sonaba a discurso oficial, políticamente correcto, avalado por el sistema, soltando sus chorradas: «Lo de los gallos es un abuso no consentido a las gallines, que también sufren o sienten. No queremos criar animales, sino rescatar».

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Desde sus pulpitos laicos, a los que ahora ha desacreditado y puesto en berlina, Fanny se dedicó a lanzar un mensaje mezcla de marxismo de tebeo y de feminismo radical. Lo mismos arremetía contra los pescadores: «la caña de pescar es un arma de matar» que consideraba los gallineros «campos de concentración». En este teatrillo del absurdo, se hizo una biografía de conversa pecadora arrepentida: «hace cuatro trabajaba en una sala de despiece de cerdos».

Su caso, algunos dicen que se la acusa de doble moral, cuando es de no tener moral, pone en evidencia la irresponsabilidad de los medios, en pleno proceso de descrédito galopante. Al fin y al cabo, las gallinas y los gallos actúan por instinto, pero nunca han cobrado como Fanny, la «trabajadora sexual», más puta que las gallinas. Una parábola de la mierda de sociedad que tenemos, de la mierda de medios de comunicación que padecemos.

Fany, más puta que las gallinas