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Lo que callé de Ruiz Mateos (3): Ruiz-Mateos responsabilizó a sus hijos, por escrito, de la quiebra de Nueva Rumasa

Redacción




Ignacio Fernández Candela. Escritor.

Puedo decirlo taxativamente y con rigurosa fidelidad a la realidad hasta ahora ocultada por voluntad del perjudicado, que los Inversores no deben su drama ni tragedias a José María Ruiz-Mateos. Antes bien, él fue una víctima más de las imprudencias y los desbarres de unos hijos con ufanas voluntades de dirigir un emporio sin poseer conocimientos ni la genialidad administrativa de su progenitor. De no habérsele diagnosticado un Parkinson, el Grupo Nueva Rumasa habría sido solvente y sólidamente arraigado en el mercado español e internacional.

En abril de 2012 conocí al empresario después de que se interesara por un artículo mío  intitulado: “Traición bancaria contra Nueva Rumasa”. Al poco de citarnos en casa de su hija Begoña, casada con Antonio Biondini, y después de experimentar una comunicación basada en la mutua admiración personal,  me pidió encarecidamente que le ayudara en el laberíntico proceso de disolución identitaria y profesional al que estaba abocado de manera sorpresiva y sin comprender las verdaderas causas de aquella crisis escandalosa. Durante meses y representando su directa voluntad, me entrevisté con los hijos, abogados, directivos y cuantas personas formaron parte de su numeroso séquito íntimo y profesional, para desembocar en conclusiones que me impulsaron a defenderle sin concesiones sabiendo que él no fue culpable de los estragos causados contra miles de inversores.

Desempeñé durante tres años una durísima labor de portavoz y director de comunicaciones obligado a emprender batallas diarias, públicas y privadas, siendo una amenaza para las diversas codicias que entrañaba tan peculiar misión; un molesto enemigo para no pocos oscurantistas interesados, por unas u otras razones,  en que el empresario muriera desprestigiado. Más allá de las rencillas familiares o avaricias que combatí encontrándome en un  fuego cruzado, estaba la firme voluntad de D. José María por pagar lo adeudado; una deuda que recayó,  por pura cobardía de sus vástagos, sobre el inocente padre que fue engañado, desde antes de que yo apareciera en su vida,  hasta las últimas consecuencias.

http://laverdadocultadenuevarumasa.[.…]on-proyecto-de-pago-inversores.html

El  objetivo primordial  fue trabajar junto a él en busca de posibilidades financieras y empresariales de alto nivel que permitieran erradicar el drama de los tenedores de pagarés, quienes confiaron en su persona cuando dio la cara públicamente para concitar la atención sobre una inversión que él pensaba, a tenor de las equívocas informaciones que llegaban a la mesa de su despacho, solvente y con visos de resolutiva trascendencia empresarial. Desgraciadamente, la información de la que dispuso fue errónea y conducente a introducirle en un laberinto personal que pretendió extraviar su identidad profesional y moral  hasta el momento de su fallecimiento. Otros somos los que trabajamos para extraerle de ese dédalo que la impericia de tantos creó en los últimos años de su vida.

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Como ya he señalado, en el 2004 hubo una cesión de la herencia empresarial con un acuerdo familiar en el que los hijos conformaban el equipo preponderante que sería encargado de transmitir las coordenadas que permitieran al empresario decidir la dirección a seguir por el entramado empresarial.

La marcha de las empresas, desde que los hijos tomaron las riendas directivas para comunicar al padre el desarrollo  con el fin de que tomara las decisiones importantes, experimentó un freno condicionado por la incompetencia de los nuevos gestores. D. José María siempre mostró arrepentimiento por no haber delegado las responsabilidades a sus directivos de confianza. El orgullo de padre le pudo más allá de la consciencia de una realidad que no quiso ver. Desde entonces la gestión de Nueva Rumasa degeneró en un desorden corporativo que provocó un cáncer generalizado afectando a las estructuras vitales del Grupo.

Primero estrellaron el buque-que él pensaba dirigir a buen puerto desde su timón presidencial recibiendo las coordenadas de los responsables filiales- y después le aseguraron que a pesar del choque contra los arrecifes el barco se podía reflotar con una buena política inversionista. En ambos casos se actuó a espaldas del empresario hasta que se encontró de bruces con las nefastas consecuencias de esos artificios.

Cuando José María Ruiz-Mateos fue alertado de las irregularidades mediante el cierre del grifo crediticio por parte del Banco de Santander-entidad que aprovechó la coyuntura para agravar con alevosía el mal estado de Nueva Rumasa; acaso conviniera Botín en contentar otros intereses ocultos ajenos a la cuestión meramente financiera-, sojuzgado por el encadenamiento de problemas que parecían surgir de la nada; sobrepasado por una situación de pesadilla que ni siquiera vio venir días antes, intentó a la desesperada arreglar el desaguisado pero sin poseer conocimiento real de la hecatombe que se estaba provocando desde que, diagnosticado de una enfermedad crónica, decidió confiar en sus seis hijos varones el destino de su obra mercantil.

En el anterior artículo comuniqué la existencia de unos folios encontrados en mi despacho, donde José María Ruiz-Mateos, más allá de las apariencias que guardaba cumpliendo solemnemente el papel de padre, responsabilizaba a sus hijos de la situación terminal del Grupo Nueva Rumasa y de las erráticas gestiones que desembocaron en el entrampamiento de miles de inversores a través de una demencial emisión de pagarés. A continuación trascribo estas letras para vergüenza de aquellos que se escudaron tras la valentía incondicional de un hombre que asumió la debacle como suya sufriendo el silencio cobarde de los defendidos. José María Ruiz-Mateos fue un excepcional y genial empresario y financiero, un luchador sin rendición frente a la corruptela generalizada que acabó arruinando a todo un país  pero ante todo fue un padre legendario.

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Conmovido por tanto desastre encadenado sospechó de la actitud de los varones y colocó micrófonos en la cocina para conocer lo que sus hijos pensaban sobre él y las maquinaciones que llevaban a cabo sin su conocimiento. El efecto de aquellas escuchas fue devastador contra su moral.

En estos folios dictados para ser pasados al ordenador, D. José María se dirigió uno a uno a cada uno de sus hijos con el dolor de un padre que podía comprender la traición de sus hijos.

Quede constancia de una realidad que en justicia debe ser conocida:

JOSÉ MARÍA:

¿Sigues creyendo que tu postura con Joaquín (Yvancos) fue la acertada, o debiste humildemente seguir los consejos de tu padre?

¿Te arrepientes de la forma individual en la que materializaste todo incluida la negociación con Ángel de Cabo, haciendo caso omiso de las indicaciones de tu padre?

¿No crees que al final de esta operación, los resultados serán francamente malos?

JAVIER:

¿Sigues pensando que tu actitud con los antiguos empleados del Grupo fue la más humana?

PABLO:

¿Continúas pensando que el abogado elegido fue el más adecuado para defender la honra y la dignidad de nuestra familia?

ÁLVARO:

¿Sigues convencido de que apartaros de “el enfermo” lo bendice Dios?

ALFONSO:

¿No te arrepientes de estar apartado meses enteros de tu padre como si no existiera?

ZOILO:

¿Consideras que tu modélico comportamiento con tu padre, se va deteriorando progresivamente?

POR ÚLTIMO PARA TODOS:

¿De verdad sois felices?

¿Llenáis vuestra vida con el comportamiento sostenido con vuestro padre, cambiando incluso el domicilio, para manifestar abiertamente vuestra postura contraria a la Ley de Dios?

¿De verdad creéis que vuestros consejos a la madre y hermanas os proporcionarán el acierto deseado?

Vuestro padre, con todos sus defectos y miserias, lo ha dado TODO por vosotros, sin haber recibido a cambio el RESPETO Y LA OBEDIENCIA debida.

Si seguís por ese camino continuamente equivocado  ¿A dónde llegaréis incluyendo a vuestras familias?”

En el próximo capítulo de este serial inédito descubriré quién es quién de los hijos del empresario y el papel de desgaste desempeñado por Teresa Rivero-con quien tuve sonados enfrentamientos por sus carencias de sensibilidad y humanidad para con los damnificados-, la tortura añadida de diario al calvario de D. José María; enunciaré el grado de responsabilidad y las razones para actuar de modo tan equívoco arruinando la vida de un padre cuya pasión fue el trabajo, creando empleo,  y el amor a su familia; del mismo modo que se ha truncado el desarrollo vital de miles de personas sin responder siquiera moralmente por los daños causados.