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Fase 2: Es la legitimidad de origen, estúpidos

Redacción




Enrique de Diego.

Un buen amigo, como tal lo tengo, me dice «que sepas que admiro tu batalla y ganas por cambiar las cosas» y «digno de elogio tu esfuerzo por resetear el sistema abogando por una abstención activa». Tengo muy en cuenta el aforismo de Quvedo de «no hay lisonja sin puñalada». Porque el encomio da paso a un intento de hacer desistir porque la abstención «no tiene efectos» ya que el «sistema devora esas cifras» y «sólo el colapso económico, la irrupción de medios de comunicación de masas que impugnen el sistema o figuras históricas que surgen cada doscientos años logran esa transformación social y política». Creo firmemente que el advenimiento de la República Constitucional es inevitable y cuanto menos tarde en llegar más sufrimiento se evitará y la nave de la nación desplegará sus velas. Esa figura histórica señera es don Antonio García Trevijano. Yo sólo soy su eco, el sintetizador de sus propuestas para el hombre de la calle, para todos mis compatriotas, y el hombre que, por la acción, junto a otros, como ya está en preparación, catalice el esfuerzo para el desertar racional de la sociedad española en un nuevo comienzo, en una generación societaria. Todo se andará y todo se verá en su momento, por sus justos pasos; todo está en marcha y todo está preparado. Luego hablaré de las otras condiciones: el colapso económico, que va a producir, y la irrupción de medios de comunicación de masas que impugnen el sistema, como está haciendo Rambla Libre con creciente y entusiasta respaldo del público lector.

Ahora toca celebrar la victoria sin paliativos de la abstención activa: 42,78% en Vascongadas y 40,21% en Galicia, con ese esplenderoso 51,40% en Bilbao y ese 42,49% en la provincia de La Coruña. Prueba del éxito rotundo es el mutis aterrado de los medios de comunicación, es ese silencio espeso, ni una mención sobre el hecho electoral más relevante: la desafección de un número tan elevado de compatriotas a los políticos, al Estado de partidos. Ya decía don Antonio, guía segura, mente lúcida y preclara, que en los medios de comunicación no se encuentra una verdad sobre el carácter heterónomo y oligarca del Estado de partidos, todos viven de él, de la publicidad institucional, de las licencias gratis et amore, o de los quince millones de ayuda urgente para el duopolio televisivo por la pandemia del coronavirus.

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No soy tan ingenuo que la partidocracia va a soltar el poder por el ejercicio de la abstención, ni aunque se produjera en términos concluyentes. La legión de parásitos que viven del Estado de partidos es autista y venderá caros sus privilegios. Pero la abstención activa daña la legitimidad de origen del sistema y cuando se da en las elevadas dimensiones que lo ha hecho en estas elecciones lo daña gravemente; ha sido un torpedo en la línea de flotación de la casta parasitaria. En sentido positivo, se trataba de movilizar y que emergiera el tercio laocrático, del que hablaba don Antonio, llamado a conseguir la libertad política colectiva abriendo un periodo de libertad constituyente. Se ha conseguido con creces.

La pérdida de legitimidad de origen no es una frase hecha, responde a un hecho objetivo, tiene consecuencias graves y letales cuando, como es el caso, el sistema decide ignorarlo. Para tumbar el sistema se necesitan otras medidas más contundentes; algunas fueron propuestas hace una década por la Plataforma de las Clases Medias; entonces no era el tiempo que ahora ha llegado con la fuerza de lo inevitable y lo irresistible. El Gobierno y el sistema todo no tiene autoridad moral para tomar decisiones y menos las que implican ejercer el monopolio de la violencia. Ese sector laocrático emergerá con fuerza cuando se haga necesario. Por ejemplo, en caso de eclosión social está se producirá en las ciudades donde haya habido más abstención activa. Eso es la legitimidad de origen o su falta.

En este tiempo que vivimos y que analógicamente he denominado la drôle de guerre, como el lapsus que va desde la invasión de Polonia al blitzkrieg sobre Francia, con los parisinos yendo a los cafés y a los teatros, las hostilidades ya han sido declaradas por la clase política, por la casta parasitaria contra el sector productivo, el colapso económico ya se ha producido esencialmente y todo es previsible, salvo la respuesta de una sociedad civil que ahora no existe y ha de generarse a la carrera si quiere luchar por su supervivencia.

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El Gobierno primero atacará a la parte social que tambaleante aún se mantiene en pie con una brutal subida de impuestos, que siempre consigue, Laffer dixit, recaudar menos. Y dice bien. Una vez haya fracasado esta estrategia ofensiva, España tendrá que ser intervenida a comienzos del próximo año, con descensos en sueldos de los funcionarios y pensiones de hasta el 40%, se tratará de un hundimiento, consecuencia no del coronavirus, este simplemente lo ha acelerado o la mala gestión política de la pandemia. Alguien tiene que pagar la crisis y los platos rotos, porque se ha hecho añicos la vajilla entera, y ese alguien es el auténticamente responsable: los políticos, el Estado de partidos con sus redes clientelares improductivas y parasitarias.