Javier de la Calle.
Galapagar ya hace pruebas COVID-19 a sus agentes de Policía Local, los cuales han mantenido, desde el principio, un cuidado escrupuloso en todo lo relativo a la prevención del contagio.
Con unas instalaciones que lo permiten y una Jefatura implicada, ha dado un resultado muy alentador para estos profesionales que están cara al público.
Pero la otra cara de la moneda la encontramos en la cenicienta de Galapagar, la Guardia Civil, que siguen con el edificio principal destrozado por las humedades y clausurado su uso.
Los agentes se mantienen en un pequeño edificio con unos 40 m² útiles, entre expedientes amontonados, para el medio centenar de agentes que lo componen y poder dar servicio a los ciudadanos y a la vez albergar a su propia Plana Mayor, donde es imposible guardar distancias de seguridad.
Cabe recordar que tuvieron, al menos, un positivo entre los agentes y que, a día de hoy, siguen sin hacerles test COVID-19, mientras ven que su vecina ministra lleva 3 o 4 realizados, y ellos tienen contacto directo con la población de Galapagar y Colmenarejo.
Estos agentes tienen familias y viven dentro de ese acuartelamiento 15 de ellas, algunas con niños de muy corta edad y a escasos 10 metros de las instalaciones en uso.
Ni Guardia Civil ni autoridades locales ni todo un vicepresidente se preocupan de la salud de estos agentes ¿hasta cuándo?