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Li Wenliang, mártir del coronavirus

Redacción




Enrique de Diego.

Todos tenemos una deuda pendiente con Li Wenliang, un oftalmólogo de 33 años, nacido en Beizhen, el 12 de octubre de 1986, y fallecido en 7 de febrero de 2020, en la UCI del Hospital Central de Wuhan. El pueblo chino le tiene veneración. Su padre dice de él que «era un hombre maravilloso». Es un mártir, que quiere decir testigo, del coronavirus.

Fue el primero que alertó de la pandemia. En diciembre, envió mensajes a médicos diciendo que personas estaban siendo tratadas en su hospital de una enfermedad parecida al síndrome respiratorio agudo grave (SARS), que padecían una neumonía atípica. Los mensajes se multiplicaron, corrieron como la pólvora. ¿Cuál fue la reacción de las autoriades chinas? El encubrimiento, con todo el peso de un Estado totalitario. El 3 de enero de 2020 la policçia de Wuhan le convocó y le amonestó por «hacer comentarios falsos en Internet», obligándole a firmar un documento, junto a dos oficiales de policía, en el que admitía haber «alterado el orden social de manera grave» y en donde le ordenaban detener la «extensión de los rumores» o bulos, algo así, a lo bestia, como el Ministerio de la Verdad que por estos lares se empeña en imponer Newtral de Ana Pastor y la tentación totalitaria de Pablo Iglesias.

Li subió el documento a su cuenta como una especie de expiación por haber contado la verdad. Se reincorporó al trabajo y, según la versión oficial, fue contagiado por un paciente e ingresado en la UCI del Hospital Central de Wuhan, en donde nos dejó la foto que ilustra este artículo. No era personal de riesgo, con 33 años, sin patologías previas y, sin embargo, murió. Una muerte muy conveniente para el Partido Comunista Chino. Fuera testigos molestos del encubrimiento. Su muerte produjo un enorme enojo en la población china y desató críticas contra el PCCh en tal cantidad que sobrepasó la capacidad de los diligentes censores.

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Ante la ola de indignación, el Partido Comunista presentó una «solemne disculpa» a su familia y le exoneró de la amonestación mendaz. No cesaron las críticas y el PCCh se vio obligado a despedir a funcionarios de alto nivel.

Li Weilang ya no puede hablar. Es un mártir del coronavirus que tanto sufrimiento iba a extender por el planeta.