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El liberalismo es pecado: El paradigma de Federico Jiménez Losantos

Redacción




Enrique de Diego.

Un clarificador artículo de Juan Ramón Rallo, en el que afirma que todo liberal es partidario de la eutanasia o de una muerte digna, como si la muerte fuera digna, me motiva a reivindicar el catecismo del Padre Ripalda con el expresivo también clarificador título de «El liberalismo es pecado», el liberalismo es inmoral o amoral. No hay secta más fatua que la liberal. Cuando en el derecho a la vida se abre un sólo resquicio se pone en cuestión el mismo derecho y resulta una coladero. La ley socialista-liberal de eutanasia es garantista, para colar, pero no puede dejar de ser sórdida cuando en nuestros hospitales va a haber un espacio para la muerte con auténticos matarifes para administrar el suicidio. Los ancianos serán sometidos a mil presiones, como la holandesa que se le ocurrió un día decir que estaba «cansada de vivir» y su médico tomó una decisión irreversible y ahora andan en pleitos.

Cualquier principio inmoral pasa por ser liberal. El liberal lo acepta todo, lo propugna todo. El liberalismo es pagano. Porque defiende la autonomía del hombre respecto a Dios, de ahí esa supuesta tolerancia o condescendencia de admitir a los que piensan que la vida es sagrada puedan hacerlo en el ámbito privado de sus conciencias, pero no ocupar espacio público. La religión pertenece al ámbito de lo privado, dicen estos fatuos prepotentes. De esa autonomía deviene el desprecio a la Ley de Dios y a la ley natural, y la tiranía de la mayoría, y la incapacidad para combatir al socialismo, del que es su hermano menor. Sin ética, el liberalismo deviene en mero economicismo. Y en relativismo moral, en donde es imposible distinguir el bien del mal, o se termina llamando al mal, bien, como hace Juan Ramón Rallo. O la verdad y la mentira, como hace Federico Jiménez Losantos, en un sentido utilitarista.

Cuando vio la luz y entendió que con el liberalismo podía ganar más dinero, algo muy liberal, hasta la corrupción, ya que el liberalismo no tiene moral, y de ahí que los liberales hayan sido los más corruptos, cuanto más liberales más chorizos (verbigracia, Eduardo Zaplana), Federico Jiménez Losantos propugnó el derecho al aborto, como precursor de Bibiana Aído. En su artículo «Cosa de mujeres», en Cambio 16, ensalza que «no hay cambio más de fondo en nuestras leyes que el de la nueva ley del Aborto autoriza, usa o señala. Y sería menester una mayor luz para alumbrarnos. Los socialistas que nos gobiernan querían hacer una Ley del Aborto, pero temían la reacción de los católicos, que en buena parte votan al PSOE. Así que decidieron hacerla a la medida de la opinión: tiraron de encuesta y vieron que en tres casos (niño malformado, fruto de violación o peligroso para la vida de la madre) los españoles creían razonable el aborto, y lo legalizaron. Y para santificar laicamente su decisión pusieron en manos de los médicos bendecir cada caso. El resultado fue, naturalmente, un fracaso. Y es que la cuestión del aborto es de principio: o decide la madre el futuro -o no futuro- feto, o lo decide la sociedad -médicos, jueces, etcétera».

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A Antonio Hernández Mancha cuando accedió a la presidencia de AP le conmina: «Tiene una oportunidad histórica, pero asumiendo sin la menor vacilación un programa ideológico que cambie de raíz la cultura política de esta raza de funcionarios católicos, devotos del polvoriento Estado central, poco leídos, menos viajados, hijos del escalafón y partidarios de la antigüedad como criterio de ascenso social. La derecha ha de asumir y defender un laicismo radical, dejando las creencias para las conciencias y las leyes limpias de resabios teológicos. Fue la derecha la que despenalizó el aborto en Francia, y, por eso, entre otras cosas, ha sido más creíble que podía dar más libertad que los socialistas». Lo mismo que Juan Ramón Rallo. Detritus de inmoralidad masónica. El marianismo, maricomplejines, andante.

En otro artículo titulado «Aborto y liberalismo» sentencia: «Lo que hay que hacer es una buena ley del Aborto y dejar de poner parches y corregir por la brava lo que se perdió por criterios mansos. Si no, a este paso, va a llegar el fin de siglo y el felipismo y todavía van a estar las españolas abortando en Londres», porque «lo que no entiendo es cómo un liberal abona o promueve las tesis de los que, en última instancia, están imponiendo a un individuo -en nombre del Estado- un acto contra su intimidad y su voluntad, como es que una mujer deba tener un hijo que no desea», de modo que «prefiriendo defender los derechos del feto a los del individuo ese liberalismo se sitúa en un estado puramente fetal».

No faltan patibularias excrecencias de anticlericalismo sexual. El artículo se titula «El Telespíritu Santo» y fue publicado en Diario 16, siendo Pedro J director, el 16 de noviembre de 1983: «¡Aleluia! ¡Aleluia! ¡El Verbo se ha hecho Antena y habitará entre nosotros! ¡Aleluia y más aleluia! Por fin, el Papa, el papá espiritual de los católicos, el sucesor de Pedro, el polaco infalible, ha decidido acabar con la mediación lacada y cardada de Paloma Gómez Borrero y poner directamente en los televisores de todo el mundo a la Paloma de Verdad, la del Espíritu Santo, a través de una emisora íntegramente vaticana. ¡Tiembla Pepe Navarro, que llega Wotyla! Lo único que le pido al nuevo canal de televisión es que emitan en latín. Y que canten mucho, que canten a todas horas en gregoriano. ¡Ah!, y que salgan de uniforme, o sea, todos con faldas. Qué delicia, lectores, creyentes o descreídos, poner la tele a mediodía y que el Papa bendiga la mesa, qué buen provecho. Y por la noche, mmm, en vez de ese robot con barbas que a duras penas farfulla castellano, el Santo Padre arrullándonos con lejanos latines y el Ángel de la Guarda. Se acabo el valium y el tranxilium y a dormir divinamente. ¿Y lo que va a mejorar nuestra calidad de vida sexual? Bellísimas monjitas, apenas púberes, anunciándonos la novena, rezándonos jaculatorias perfumadas, recitando los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo, a la hora de la siesta. ¡Qué placer! Y con el vídeo, vamos, con el vídeo es que va a ser, como diría Cid Cañaveral, la hostia. A la hora del dulce revolcón o del pecado solitario poner un Réquiem, un Diez Irae, un De Profundis. Aaaaahhhhh…» Pensaba yo que este pigmeo del espíritu se ponía con Ayanta Barilli. Se entiende la oposición al pin parental, dejando al margen los intereses mercantilistas, muy acusados en Losantos, todo por la pasta, blasfemo de cuarta.

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El liberalismo no tiene moral. No respeta el orden natural. Cuando decimos que el aborto es un crimen, todo aborto, estamos indicando una realidad que pasa una terrible factura. Investigando sobre la ideología de género he comprobado -me he llevado la sorpresa- que detrás de auténticas persecuciones de denuncias falsas se esconde la triste realidad de aborto, que cuando se comete en pareja, deja secuelas indelebles, en las que la mujer considera al varón cómplice de un asesinato y empieza a tratarlo como un criminal. En las Jornadas Liberales de Albarracín se defendían cosas, amorales, como el tráfico de órganos o el turismo sexual con menores, como formas de redistribución de la riqueza, dentro del más sucio y corrompido liberalismo.

Pero el mal absoluto con ausencia de todo bien, el satanismo al que conduce el liberalismo, es el relativismo moral, en el que no se diferencia el bien del mal, la verdad de la mentira y se utiliza a las personas como kleenex, como escombros. De todo eso, se ha dado muestras, durante años, en el 11 M, en la masacre de los trenes de Atocha, en los que la derecha pagana, con Federico Jiménez Losantos y Pedro J Ramírez, superaron todos los límites, batieron todos los récords. Pero eso lo veremos mañana.