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Muñeco diabólico

Redacción




Fernando Alonso Barahona. Crítico de cine.

De un tiempo a esta parte se ha puesto en moda relativa volver a filmar grandes éxitos comerciales o clásicos de la historia del cine. El fracaso ha acompañado, y hay que decir que con general justicia – a los intentos de volver a contar El Alamo, Ben Hur, Los siete magníficos o Los Diez Mandamientos, cuando Wayne, Wyler, John Sturges o Cecil B de Mille ya lo hicieron en películas insuperables y al alcance de cualquier cinéfilo.

Claro que peor fue el plagio que Gus Van Sant perpetró hace años con Psicosis  filmando – en color  – una copia plano a plano de Hitchcock que solo sirvió para mostrar al desnudo la tremenda diferencia entre un original de talento y una copia desprovista de él.

Ahora se estrena una revisitacion de Muñeco diabólico, el clásico del terror de 1988  que firmara Tom Holland y que dio lugar a una serie de secuelas, desde la interesante segunda parte hasta las disparatadas siguientes. Con la excepción de las curiosas El hijo de Chucky y La novia de Chucky, provistas de un saludable humor negro sarcástico que combinaba muy bien con la delirante historia del muñeco poseído por un alma diabólica.

La fascinación de Muñeco diabólico residía aparte de en la propia imagen del muñeco Chucky en ese miedo teñido de sorpresa que era capaz de crear un juguete tan querido como un muñeco infantil. De este modo lo fantástico irrumpía en la vida cotidiana con una fuerza impresionante. El muñeco se convertía en el símbolo del mal, en el horror ( como los pajaros en la película de Hitchcock ). Todo ello único a la hábil realización dio como resultado una notable película destinada a permanecer en el recuerdo de los aficionados al género del fantástico y el terror.

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Ahora se copian muchos de los elementos del original en una extraña vuelta a empezar ( como si se quisiera una saga nueva )  sin más matices que la app de móvil con la que se puede manejar el muñeco. O que Chucky es un auténtico robot dotado de todos los adelantos tecnológicos. Interesante sin duda aunque pierda parte de su encanto.

La historia sigue siendo interesante, pero no se entiende demasiado el remake en una sala de cine cuando cualquier aficionado puede ver el original y toda la serie en DVD o en las plataformas de películas digitales al uso.

Muñeco diabólico es una película dirigida por Lars Klevberg con Gabriel Bateman, Aubrey Plaza, Brian Tyree Henry, Tim Matheson.

https://www.youtube.com/watch?v=SV3pX4CUdcM

El argumento del nuevo Chucky es el siguiente:

Una madre llamada Karen (Aubrey Plaza) le regala a su hijo un muñeco de aspecto cuestionable y hasta siniestro por su cumpleaños, pero no imagina las consecuencias que esto podrá tener en sus vidas. Desearía no habérselo regalado nunca. Es un muñeco, ( voz de Mark Hamill )  de naturaleza y que ha sido modificado internamente por un trabajador de una fábrica china. El operario eliminó todas la limitaciones del juguete haciendo que sea posible que le posea el alma de un asesino, lo cual hará que se arrepienta y acabe suicidándose.

La gran compañía tecnológica saca a la venta una línea de muñecos Buddy («amigo»), que pueden conectarse a la red y a todos los aparatos de la casa para controlar la luz, el reproductor de música o la televisión. Buddy se comercializa como el perfecto acompañante para los niños: «Un amigo para toda la vida». Ahí reside la principal diferencia entre las dos películas. Antes era el vudú y la magia negra la que poseían el muñeco, ahora son las nuevas tecnologías que – manipuladas – pueden degenerar en terror y destrucción. Definitivamente la máquina se ha rebelado.

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Es cierto que se acentúa el tono de modernidad de redes y técnicas, sobre todo en las escenas iniciales, que se cuidan los efectos especiales del muñeco para hacerlos más impactantes sin duda pensando en un público contemporáneo que ya ha visto de todo en el género, pero si la historia continúa funcionando es por lo que de recuerdo tenemos del original.

En este sentido, el nuevo público es, sin duda, el de los llamados nativos tecnológicos para los que las inteligencias artificiales y los asistentes personales son algo cotidiano. Pero la esencia es la misma. Al menos el nuevo Chucky abandona el saludable espíritu de serie B del original, opta por el divertimento – aunque sea en tonos sanguinolentos – de la puesta en escena muy en línea con La novia de Chucky.

El “gore“ abunda asimismo con muchos momentos – sobre todo el desenlace – que van mucho más allá que el original, si bien esto no garantiza que el terror sea superior sino que es más explícito, aunque se envuelva en el sarcasmo y en un cierto y saludable gamberrismo fílmico.