Luis Bru.
Últimamente, Federico Jiménez Losantos insiste mucho en que la empresa, Libertad Digital SA, va bien, va muy bien, remacha. La idea que tiene Losantos de lo que es ir bien una empresa es esotérica y, ciertamente, muy poco liberal. Cuando en los ejercicios 2016 y 2017 ha perdido un millón de euros y ha acometido una ampliación de capitales que no se ha cubierto en su totalidad, cualquier diría que la empresa va mal, muy mal. A pesar de perder dinero en todos los ejercicios de Libertad Digital, con la deficiente tirando a desastrosa gestión de Javier Somalo, no ha hecho otra cosa que aumentar de personal, hasta estas fechas electorales en las que ha habido cierta desbandada, aunque Vicente Azpitarte, que no tiene muy claro que vaya a salir senador por Granada, se mantiene a los mandos deportivos.
Javier Somalo, director general de Libertad Digital -uno de esos milagros liberales de Losantos por los que un técnico de sonido pasa a dirigir una radio o un completo ignorante de la TV que no sabe ni lo que es el prompter, como Dieter Brandau, fue puesto al frente de Libertad Digital TV –“palmamos muchísimo”, ha resumido Losantos la experiencia- es el responsable de uno de los mayores desastres de esa empresa: el fichaje de Luis del Pino, que la ha hundido en el descrédito y la ha situado mucho más en los terrenos del esoterismo alucinado que en los del periodismo racional y civilizado.
Javier Somalo ha rememorado que Luis del Pino “llegó un buen día a la redacción de Libertad Digital. Antes había remitido algún correo desde una emisora llamada City FM, en la que unos amigos periodistas brindaron a este ingeniero de telecomunicaciones sus primeros minutos en este desagradecido oficio de buscar la verdad”. La verdad nunca la ha buscado Luis del Pino, alias Luis del Timo; tiene alergia a la verdad.
“La emisora elaboraba notas de prensa con el resultado de las pesquisas primarias de Luis, que accedió a los primeros papeles del sumario. Comenzó también a publicar pequeñas piezas en prensa local y en el semanario Época”. En Época, una revista seria, coló un artículo y se le cerraron las puertas por la inconsistencia.
“Con un disquete como argumento, nos sugirió que leyéramos sus trabajos”. De ahí devino una larga y cutre historia de despropósitos e invenciones abracadabrantes y de mentiras al por mayor, al por menor y al detall que han convertido a Libertad Digital en un frenopático mediático y han terminado por desquiciar al pobre Losantos, cuya mente ya estaba muy dañada por su amor a los asesinos en serie, su compulsiva afición a la novela negra y la ingesta diaria durante décadas de dosis crecientes de somníferos.
Javier Somalo, según personas que lo han tratado, es el reverso del rey Midas: todo lo que toca lo convierte en mierda y en pérdidas.
La situación generada es tan delirante que Losantos está convencido de que Luis del Pino es colaborador de algún servicio secreto (quizás la TIA de Mortadelo), pero que conviene más tenerlo cerca que lejos.