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Mario Ortolá, voto pérdido a favor de la izquierda

Redacción




Editorial.

Si de algo sirve tener tantas elecciones tan seguidas es la de ver el resultado de sus actos y obrar en consecuencia para las siguientes porque, aunque podamos tropezar dos veces en la misma piedra, es raro que los dos tropiezos se vayan a dar tan seguidos. Errar es humano.

En ocasiones se suele decir que menos es más, pues bien, esta es una de esas situaciones. Menor número de votos agrupados en un partido de derechas es más votos agrupados en la izquierda. La izquierda no sabrá interpretar una cuenta de resultados, tampoco sabrá la diferencia entre lo que es tuyo y lo que es de ellos, no serán especialmente consecuentes con sus políticas pero si algo hacen bien, y lo llevan haciendo décadas, es la manipulación de grupos.

Mientras en la derecha se destaca por profesiones liberales o funcionariales relacionadas con la ley, su estudio y su cumplimiento, en la izquierda destacan los sociólogos y los politólogos. Su planteamiento es claro, alcanzar al poder blanqueando su pasado y destruyendo al oponente con continuas escisiones. Saben, y se manejan como nadie en estos ambientes, que por muy pequeño que sea un grupo todavía se pueden indicar diferencias para crear diferencias irreconciliables entre ellos y generar conflictos de los que sacan partidos. Usan los que nos hace diferente contra nosotros, la sociedad civil, lo hacen a la perfección, milimétrico y al detalle, a través de sus asociaciones entrelazadas, y lo hacen todo el tiempo.

Viendo los resultados, se entiende que haya gente con ganas de haber cambiado su voto. Por suerte o por desgracia todos tendremos la oportunidad de hacernos la pregunta, otra vez, pero esta vez sin experimentos que salen mal, sin dolores de cabeza y sin arrepentimientos de última hora.

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El cambio parte siempre de uno mismo, de cómo afronta de nuevo los retos, de hacer cosas diferentes para conseguir resultados diferentes. La tozudez puede tener una necesidad psicológica, la autoreafirmación como individuos, constatar que, pese a todo, tenemos razón pero seamos honestos, seamos serios, cuando no hemos hecho las cosas bien el error no desaparece, no se arregla por si solo cuando lo ignoramos. Al contrario, cuando persistimos en el error este se agranda hasta que no nos queda mas remedio que asumir las consecuencias por la peor de las vias.

Los candidatos son los que son, y son unos mierdas, son ridículos, se creen que están por encima del bien y del mal, y tienden a cambiar tarde y mal forzados por situaciones que nunca tienen previstas y puede que ni entiendan, en definitiva, dan todos mucho asco. Cuando haya que ir a por alguien a exigirle responsabilidades es mejor ir en masa a bajar a un individuo de su silla, a por una cabeza clara y concreta. Así si sabemos unirnos, de eso si sabemos los españoles. Es de responsabilidad tenerlo presente. La unión hace la fuerza y este caso no es diferente.

Todo lo dicho anteriormente es predicable de Vox, especialmente en el notorio caso de las elecciones generales, donde los efectos devastadores han sido tremendos, desde la división de la derecha hasta la pérdida de terreno en circunscripciones vascas y catalanas. Y eso que es predicable de las generales, es extensible de las locales. Nada justifica el nepotismo, como es notorio en el caso  de Alicante, que clama al cielo. Votar a Vox es un acto de indignidad. Votar a Mario Ortolá es peor que votar a la izquierda. Nada hay peor que una buena causa llevada por un mal abogado y éste es pésimo.