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Rajoy, un traidor ignorante

Redacción




Enrique de Diego.

Para sorpresa de propios y extraños, Mariano Rajoy ha declarado en el llamado juicio del procés como testigo y no se ha sentado en el banquillo de los acusados, que es donde debiera, como cómplice necesario.

Rajoy se dedicó, de forma sistemática, a financiar a la Generalitat catalana en sus planes secesionistas y presuntamente prevaricó no tomando medidas contra el referéndum organizado por Artur Mas, que era tan sedicioso como el del 1-0. En los conflictos, es fundamental cortar los suministros al adversario y Rajoy no sólo no los contó sino que alimentó a los sediciosos cuando ya eran notorios sus planes.

Desde el Fondo de Liquidez Autonómico se libraron hacia la Generalitat, para que siguiera con sus planes golpistas, 10.050,6 millones de euros en 2013; 7.912 millones de euros en 2014; 11.133,58 millones en 2015; 10.090,66 millones en 2016. Carles Puigdemont nunca hubiera podido llevar adelante sus planes sin tan generosa financiación, puesto que el FLA prácticamente funcionó para financiar a la Generalitat catalana, que se llevó más de 1/3 del dinero. Esas cantidades ingentes se libraron sin condición alguna, como una especie de donativo, para fomentar el riesgo moral del golpismo.

Esta manifiesta traición no va a ser juzgada por los tribunales, así que la denuncia de estos hechos manifiestos queda en retórica. Pero es que Rajoy en su declaración ha hecho exhibición de su ignorancia. Ha dicho que “sólo los españoles pueden decidir qué es España”. Esta patochada falsamente democrática está, por otra parte, muy extendida en la sociedad, donde el papanatismo y la ignorancia han tomado asiento. Ni los catalanes, como parte, ni los españoles, como todo, pueden decidir qué es España, ni, por supuesto, decidir segregar ni un milímetro del territorio nacional.

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La nación es preexistente. Hay Constitución porque hay nación y no al revés. La estupidez evacuada por Rajoy implicaría que la nación española ha sido creada por la Constitución de 1978. No puede haber un referéndum nacional para decidir si se segrega o no una parte del territorio nacional. Por de pronto, el territorio es una realidad objetiva, indiscutible e innegociable. Las Fuerzas Armadas, por ejemplo, como brazo armado de la nación tiene como misión fundamental mantener la integridad territorial. Se puede comprender que haya personas que no se sientan españolas. O, como Jordi Cuixart, sólo medio españolas. Deben abandonar el territorio nacional sin ningún impedimento.

La nación es, entre otras cosas, pero de manera esencial, el plebiscito de los siglos. Así lo expresa Ernst Renan y en España se hizo eco con brillantez Antonio Cánovas del Castillo. No puede darse un referéndum en el que puedan acudir a votar todas las generaciones que nos precedieron y, por tanto, no ha lugar, no puede celebrarse bajo ningún concepto. Sería, por de pronto, la deslegitimación de toda la estructura política empezando por la monarquía borbónica instaurada.

Los españoles no pueden decidir qué es España sino estar dispuestos a defender hasta la última gota de su sangre qué es España, la España que hemos recibido como herencia y de la que no podemos disponer. Son gobernantes traidores e ignorantes como Mariano Rajoy es un milagro que hayamos llegado hasta aquí, a pesar de cuarenta años de demolición del patriotismo y la realidad nacional. Pero España sobrevivirá a tanto felón ignorante.