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Derecho de réplica: Losantitos, un desastre como profeta y un ignorante de serie B

Redacción




Enrique de Diego.

En su Relinchamiento –mal titulado El Linchamiento, salvo que fuera la perpetración del mío-, Losantitos demuestra ser una nulidad, un auténtico desastre como profeta. Dice del que suscribe que “es raro que publicando tanto no se acierte alguna vez, pero el destino de los genios suele ser injusto”. Hete aquí publicando tanto sí he acertado una vez y hete aquí que lo más curioso es que ha sido con un libro, “La gran traición: Federico Jiménez Losantos apuñala a César Vidal en Es.Radio”, que tiene a Fedegico como actor secundario. No se puede ser bocazas en esta vida, que, al fin y al cabo, siempre, es una lección de humildad.

La gran traición” lleva días posicionada en Amazon como el 1 y el 2 (tienda kindle y tapa blanda) en la lista de más vendidos de Periodismo y el 1 en la de más regalados. El mérito no es mío. Si lo fuera, lo mantendría. El mérito es de César Vidal que enorme bonhomía y magnanimidad inusual en estos tiempos de sombrías mediocridades escribió un espléndido artículo en su web cesarvidal.com avalando la veracidad del contenido y recomendándolo. En Merca2 ha remachado el espaldarazo aseverando que es un “trabajo periodístico extraordinario”. Han sido los seguidores, que son muchos, de César Vidal los que han lanzado con voracidad y entusiasmo sobre el libro en tanto que reconocimiento y reivindicación. Por los cuatro puntos cardinales me llegan mensajes del amplio seguimiento y de la benéfica influencia que tiene César Vidal, con más mérito cuanto que no se debe más que a sí mismo y a su audiencia, a la que misteriosamente tiene un profundo cariño, cuando lo normal en este inmundo mundo del periodismo es despreciarla cordialmente. Vidal trata los grandes temas con ilustrada profundidad como la ideología de género y es una autoridad en el análisis internacional. Le da mil vueltas a Federico y la gente con cabeza lo sabe. Tengo que hacer uno de estos días el elogio de César Vidal porque se lo merece y, en segundo lugar, porque es de bien nacidos el ser agradecidos. Pero sobre todo lo primero.

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Losantos, con su relinchamiento. /Foto: lasideasdejegenio.blogspot.com.

Losantos como profeta es un cegato osado. La osadía en él es una bella arte, la única que posee. Pero el atrevimiento suele ser atributo o consecuencia de la ignorancia y es el caso de Federico. La descripción de la ignorancia de la lumbrera de Orihuela del Tremedal que ha hecho César Vidal en la entrevista concedida a Rambla Libre ofrece un paisaje desolador. El cerebro de Losantos es un erial, cuando no un estercolero. Las lecturas preferidas de Federico no son de filosofía, ni de pensamiento político, ni de economía ni, por supuesto, de teología. Lo que consume para alimentar su pobre espíritu son novelas policíacas. Vidal apostilla y apuntilla: “Son los únicos libros que le he escuchado comentar o que me recomendó”.

Luis Herrero, Federico Jiménez Losantos y César Vidal. El libro que sostiene Losantos no lo escribió él.

César Vidal, que es caritativo y que parece buscar aún algún resquicio para algo tan imposible como salvar al personaje de sí mismo, añade que “imagino que habrá leído a Locke o a Hayek, pero no me atrevería a asegurarlo de manera rotunda”. Bien es cierto que como funcionario de la enseñanza leyó, al menos para las oposiciones, a Pío Baroja y a Valle Inclán, lo cual ciertamente no es poco. He de suponer que también al maestro Gabriel Miró, el mejor. Ese le sitúa, explicita Vidal, por encima de la media de los periodistas. ¡Faltaría, César! Para poder circular por cualquier redacción y no digamos para que el partido de referencia ponga a alguien como lacayo tertuliano hay que abjurar de la funesta manía de pensar y del sucio vicio de leer. Si en una redacción ven a alguien con un libro siempre hay los Dieter Brandau y Javier Somalo de turno para ponerle la proa y segarle la hierba.

Tiene Losantos, señala César Vidal, que posee autorictas de ilustrado, “ignorancia de temas relevantes de manera pasmosa”. En cuestiones internacionales “no sabe prácticamente de nada, ni siquiera en relación con España o la Unión Europea. Incluso en política nacional es raro que vaya más allá de lo ramplón”. No entra nunca en los grandes temas y ahora sabemos por qué: porque no sabe, porque ignora.

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Jamás –dice César Vidalse le oyen referencias a los poderes fácticos, al peso de los factores económicos, a la banca, a las trasnacionales o a la independencia real de los medios. A decir verdad este tema sólo lo trata –como Pedro J- para protestar porque no le otorgan más concesiones o no le dan más publicidad institucional”.

Los ignorantes carecen de autodefensas frente a la adulación, la necesitan como bálsamo sobre las heriditas de sus complejos. El hecho de que Losantitos haya caído entre las redes de dos nulidades de despacho –espléndida la descripción de ellos llevada a cabo por Miquel Roselló, que reproduzco en “La gran traición”- es una consecuencia de esa ignorancia supina que empequeñece el alma. Aunque en esa coyunda puede haber secretos inconfesables compartidos o tejemanejes contables tolerados en beneficio mutuo. Todo se andará y todo se sabrá. Y de eso hablaré más adelante.

Sólo un ignorante de serie B, un devorador compulsivo de novela negra, puede abismarse en la mostrenca moral de éxito, como un hegeliano de pacotilla. En la vida hay que tener la cabeza en el cielo, los pies en la tierra y no tenerse en mucho, porque si no la factura es tremenda. Se actúa por responsabilidad. El éxito no justifica nada, ni es principio de moralidad. El éxito mundano es efímero, verduras de las eras, manriqueñas, vanidad, de vanidades y todo vanidad, que dice la sabiduría del Eclesiastés. Escribes muchos libros y mira por donde suena la flauta por casualidad o porque César Vidal tiene la deferencia de avalar el libro “La gran traición”.

Sobre Losantos puede predicarse, lo que George Orwell dijo del editor de éxito Victor Gollanz: “Resulta aterrador que gente tan ignorante tenga tanta influencia”.