AYÚDANOS A COMBATIR LA CENSURA: Clicka aquí para seguirnos en X (antes Twitter)

FIRMA AHORA: El manifiesto contra el genocidio de los niños


Miradas de cine

Redacción




Fernando Alonso Barahona. Crítico de cine.

La magia de la interpretación en el cine reside principalmente en el poder de la mirada. El teatro es gesto y palabra, también el cine lo es en alguna medida, pero la esencia del séptimo arte –como describiría con agudeza Julián Marías– son los ojos. Ojos del espectador que contempla las películas, auténticos escorzos de vida humana, y ojos de los actores y actrices que comunican y transmiten emociones y sentimientos.

Ver cine y mirar. La gran pantalla mágica y los sueños que cobran realidad cuando las personas-personajes viven en cada película. Nunca habrá mejores miradas como las del cine clásico, ni seguramente mejores películas. En aquellas obras maestras la persona resplandecía con la mirada y las historias desfilaban –como un mirador– ante los ojos atónitos y asombrados del espectador.

Cuando Greta Garbo mira con el rostro níveo hacia la inmensidad en el desenlace de La reina Cristina de Suecia (Mamoulian, 1932) el corazón se encoge por la fuerza de esos ojos, los mismos que poco antes recorren –a la vez que las manos palpan– los rincones del nido secreto donde la reina ha encontrado el amor con el embajador de España.

Marlene Dietrich cautivó a la cámara en El jardín de Alá (Boleslawski, 1935) y Morocco (Von Sternberg, 1930). Jeanette MacDonald mantenía un primer plano fijo –similar al de Garbo– en la ultima secuencia de Rose Marie (Van Dyke, 1935), aunque ahora con el amor perdido en trance de recuperación.

Todas las grandes diosas del cine clásico conquistaron la pantalla traspasándola literalmente de emoción, sensualidad y fascinación.

NO TE LO PIERDAS:   Jóvenes timo vacunados con Pfizer tuvieron pruebas cardiacas anormales
Ava Gardner en Pandora. /Foto: sensacine.com.

Jennifer Jones en Jennie (Dieterle, 1948) y en la prodigiosa escena final de La colina del adiós (King, 1955) cuando rompe a llorar tras recibir la noticia de la muerte del amante y acude, una vez más, a la colina de la despedida, del adiós del alma y del corazón mientras suenan las notas musicales maravillosas de Love is a many splendoured thing. Ava Gardner, majestuosa en Pandora (Lewin, 1955), María Montez, etérea y mágica en La Atlántida (Ripley, 1944), María Felix -un cuadro literalmente en Tizoc– (Rodriguez 1956), Elizabeth Taylor y sus largos ojos negros de Un lugar en el sol (Stevens, 1951), Rita Hayworth (Gilda. Ch Vidor, 1947), Gene Tierney, icono de la belleza y el glamour, perfecta encarnación de la poesía de la mirada en El hijo de la furia(Cromwell, 1942), Laura (Preminger, 1944), Kim Novak, la belleza evanescente y poética de Vértigo (Hitchcock, 1958) o Un extraño en mi vida (Quine, 1962).

Vivien Leigh en El puente de Waterloo.

Los nombres y las miradas se agolpan en la memoria y reviven cada vez que el espectador contempla las películas: Norma Shearer (María Antonieta. Van Dyke, 1938), Margaret Sullavan(Tres camaradas. Borzage, 1938), Vivien Leigh (El puente de Waterloo. Le Roy, 1940), Audrey Hepburn (Guerra y paz. King Vidor, 1956), Paulette Godard (Los inconqusitables. De Mille, 1947), Debra Paget (El baile sinuoso de la tumba india o El tigre de Esnapur. Fritz Lang, 1958), Maureen O’Hara (El hombre tranquilo. Ford, 1952), Deborah Kerr (Tu y yo. McCarey, 1957), el erotismo de Rohnda Fleming (Ligeramente escarlata. Dwan, 1957) y Virginia Mayo (Juntos hasta la muerte. Walsh, 1949), Ingrid Bergman (Casablanca. Curtiz, 1942), Gloria Grahame (En un lugar solitario. Ray, 1950), Marilyn (Vidas rebeldes. Huston, 1960) Anne Baxter (Eva al desnudo. Mankiewicz, 1950), Katharine Hepburn (La fiera de mi niña. Hawks, 1938), Bette Davis (La loba. Wilder, 1941), Olivia de Havilland (La heredera. Wyler, 1948), Joan Crawford (Mildred Pierce. Curtiz, 1945), Sofia Loren (El Cid. Mann, 1961), Patricia Neal (poderosa seductora en El manantial. Vidor, 1949), Claudette Colbert (El signo de la cruz. De Mille, 1932)…

NO TE LO PIERDAS:   París contra el globalista Macron

 

Catherine Deneuve en Belle de jour. /Foto: cbsnews.com.

Sin olvidar las grandes divas clásicas del cine europeo como Brigitte Bardot (Le mepris. Godard, 1964), Catharine Denueve (Belle du jour. Buñuel, 1966), Jane Birkin, Claudia Cardinale, Annie Girardot, Anouk Aimee o la fascinante musa de Chabrol, Stephane Audran, elegante y erótica en Las ciervas (1965) o Al anochecer (1969).

En el cine español, la polaca Dianik Zurakowska ejerció de esfinge evanescente y bellísima en una película a reivindicar: Los ojos perdidos (García Serrano, 1966), una historia de amor ambientada en la guerra de España con ecos de La Colina del adiós.

A través de un puñado de diosas que el cine ha sabido esculpir, se ha edificado buena parte de la educación sentimental del siglo XX (y aún del siglo XXI, tiempo habrá de analizar la mirada en el cine contemporáneo), todavía presente aunque un tanto sepultada por los efectos especiales, el ordenador, YouTube y los movimientos artificiales de cámara.