Enrique de Diego.
Aquí nos conocemos todos y tú, Santiago Abascal, no eres otra cosa que un político profesional, un personaje que lleva toda la vida viviendo del Presupuesto público, sin otro oficio ni beneficio. Incluso en las etapas en que no has sido cargo electo, en tanto que miembro de la casta, Esperanza Aguirre te puso un sueldo con una Fundación y ahora llevas todo el tiempo cobrando 3.500 euros de Vox, más una tarjeta green para gastos de representación con la que comes a dos carrillos en el Hotel Palace.
Tengo que darte la enhorabuena, con retraso, porque hayas sentado la cabeza y hayas contraído matrimonio canónico en San Vicente del Raspeig, Alicante, con tu segunda pareja, ya con dos hijos. Con la primera, de la que no te has separado, porque nunca te uniste, ni en la vicaria ni en el juzgado, tienes otros dos. Así que con dos coches y dos motos debes hacer milagros para llegar a fin de mes. Tu partido es una pequeña cúpula de políticos profesionales o de aspirantes a serlo, como Javier Ortega, un abogado sin prestigio, o el matrimonio Rocío Monasterio e Iván Espinosa de los Monteros.
No tienes nada que enseñarme sino mucho que reconocerme. Algún día puedo reclamarte derechos de propiedad intelectual. Cuando yo denunciaba que el gran mal de España son las autonomías, por el lastre económico que representan y por la pulsión separatista que generan, haciendo inviable la nación y la sociedad, tú eras diputado autonómico, parte del mal y parecías muy satisfecho de haberte conocido y de cobrar sueldo y dietas, que no perdonabas una. Una buena puerta del programa de Vox está en mi libro “El manifiesto de las clases medias” y puedo dar fe de que, con total descaro e inefable cinismo, en los pasillos de Intereconomía, Alejo Vidal-Quadras me espetó que me ibais a quitar las ideas –algo muy español- y se refirió expresamente a las clases medias y a suprimir las autonomías. A mí lo que me importa es España y mis compatriotas. Dios me ha concedido el don más preciado que buscaba, la independencia, ese duro pero apasionante camino que se anda en libertad. A nadie debo nada y mi pluma no está al servicio de nada más que la verdad.
No voy a quitarte méritos. Diste la cara en Vascongadas, junto con tu padre y tu familia, en Vascongadas en tiempos duros. Ahora, has acudido con prontitud y coraje a defender y acompañar a los patriotas en Barcelona y Cataluña en el momento de mayor inquietud, cuando parecían abandonados de todos y se echaron a la calle a pecho descubierto con nuestra querida bandera nacional. Has llevado a los traidores sediciosos a los tribunales y tu partido está como sólida acusación popular en la causa que lleva el juez Pablo Llarena. También acudió con prontitud Javier Ortega a Ceuta a solidarizarse con las Fuerzas de Seguridad avasalladas por los invasores y ese gesto, sin duda, fue fundamental para afear la estupidez buenista del Gobierno. Nada tengo en contra, sino mucho a favor, de las ideas de Vox porque son mías antes de que tú las defendieras, pues no te recuerdo una sola crítica o disidencia cuando estabas en el PP y siempre me quedara la duda de si en ese partido te hubieran asegurado el futuro no seguirías en esa “derecha cobardica” en la que tú has militado tanto tiempo con complacencia silente.
Pero, por la independencia de la que me enorgullezco, vas, Santiago Abascal, de la mano de algunos de los más indignos estafadores de España, de gentes sin escrúpulos que, con total incoherencia, hacen bandera de las ideas nobles mientras las pisotean con su doble moral en la praxis. Eres, a lo que se ve, duce de gimnasio, un hombre de principios pero sin criterio. De principios has cambiado, incluso estando en Vox que empezó liberal y europeísta y ha derivado, para bien, a identitario y euroescéptico. Que te aclamaran a gritos de “presidente, presidente” en Vista Alegre es una desmesura. Más sosiego y humildad y más trabajo cultural. Más contacto con la sociedad civil.
Hay algunos gestos que no tienen pase y que muestran que tienes cierta tendencia irreflexiva a pasar de la grandeza a la farsa y que te falta cabeza. En la primera convención de Vox llevaste al mentecato fabulador Luis del Pino para que se dirigiera a los compromisarios, con estúpida chulería en la segunda manifestación en Colón convocada por DENAES contra la asonada secesionista de Puigdemont le pusiste también como orador y en el acto de Vista Alegre ha sido este canalla proislamista invitado de honor. Y luego vas, duce de gimnasio, y dices, en el mismo acto, que estás contra la inmigración ilegal, contra la islamización y que cerrarás las mezquitas integristas, que son todas. Y eso de la mano del más abyecto de los partidarios de Jamal Zougam. ¿Eres tonto o qué, Abascal? No me imagino a Marine Le Pen dando un mitin con un personaje que anduviera pidiendo la libertad para los asesinos de Bataclan o negando la autoría islamista de la masacre de Niza. Ni a Alexander Gauland haciendo lo propio con la masacre del Mercado navideño de Berlín.
Estamos hablando del mentecato Luis del Pino, partidario del burka y del burkini, que ensució la memoria del Geo Francisco Javier Torronteras, que negó el suicidio de los desalmados terroristas islamistas, que calificó de “detenido político” a Jamal Zougam y hombre de “sincera candidez”. ¿Tendría alguna lógica, pedazo de estúpido incoherente, que se dirigiera a la convención de Vox, que hablara en sus mítines o que hubiera invitado de honor en Vista Alegre alguien que calificara de hombre de “sincera candidez” a Josu Ternera o de “detenida política” a Idoia López Riaño o que alabara y defendiera a Arnaldo Otegi? Porque el peligro islamista es mil veces superior al etarra y ese mentiroso compulsivo de cuya mano vas ha hecho todo lo posible por desarmar a la sociedad española respecto a sus riesgos.
Esas amistades peligrosas con las que vas, estafadores compulsivos, proislamistas fabuladores, te retratan. Ten cuidado porque esas patrañas se pagan caro. Esto no ha hecho más que empezar. Rectifica antes de que sea demasiado tarde y no seas más que una estación de tránsito. Cuídate de los idus de marzo.