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Elogio de la nueva milicia, de San Bernardo de Claraval

Redacción




Enrique de Diego.

Los templarios tienen un papel estelar en la historia de España. El militarismo divinal cristiano de los reinos de España tuvo un importante impulso gracias a la singular fundación del Temple, con el surgimiento de órdenes hispanas como la Santiago, Calatrava, Alcántara o Alfambra. También con la de Montesa que fue su continuación. Detentaron importantes fortalezas como Ponferrada, Monzón o Miravent. Fueron los tutores en Monzón del gran rey templario Jaime I el conquistador, al que siguieron en primera línea en sus conquistas. Se calcula que cada templario valía por 10 combatientes y así lo demostraron en las tomas de Valencia y Baleares. Estelar fue también su participación de Las Navas de Tolosa donde murió su maestre Gómez Ramírez.

Templario. /Foto: terradillos.net.

Fundada la Orden del Temple por Hugo de Payns, Godofredo de Saint Omer y otros siete templarios, dispuestos a defender a los peregrinos en la ruta de Tierra Santa, en 1118, no hubiera tenido la aceptación y el desarrollo que tuvo de no haber contado con el espaldarazo del hombre más influyente de su tiempo, San Bernardo de Claraval, impulsor de la reforma cisterciense, que escribió el Liber ad milites Templi de laude novae militiae. Elogio de la nueva milicia.

Los monjes tenían prohibido portar armas y, por supuesto, matar. Se trataba de una auténtica revolución y sólo la autoridad moral de San Bernardo –cuya influencia se extendía por toda la Cristiandad a través del capítulo de todos los conventos cistercienses- pudo romper obstáculos y prevenciones. No era aquella una sociedad pacifista sino guerrera y San Bernardo execra de los caballeros seculares que combaten por causas exageradas o para arrebatar tierras, mientras se deshace en elogios hacia la nueva milicia que combate a la ofensiva maldad sarracena.

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Corrió por todo el mundo la noticia de que no ha mucho nació una nueva milicia precisamente en el misma tierra que un día visitó el Sol que nace de lo alto, haciéndose visible en la carne. En los mismos lugares donde él dispersó con brazo robusto a los jefes que dominan en las tinieblas, aspira esta milicia a exterminar ahora a los hijos de la infidelidad en sus satélites actuales para dispersarlos con la violencia de su arrojo y liberar también a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David su siervo”.

“Es nueva esta milicia. Jamás se conoció otra igual, porque lucha sin descanso combatiendo a la vez en un doble frente: contra los hombres de carne y hueso, y contra las fuerzas espirituales del mal (…) Que una misma persona se ciña la espada, valiente, y sobresalga por la noble de su lucha espiritual, esto sí que es para admirarlo como algo totalmente insólito”.

San Bernardo de Claraval. /Foto: voxtempli.org.

En la muy manipulada película “El reino de los cielos” de Ridley Scott sale un sacerdote de aspecto repulsivo predicando el malicidio expuesto por San Bernardo de Claraval. Veamos el contexto: los musulmanes quieren exterminar a los cristianos y a ese genocidio denominan guerra santa. Frente a ello surge la legítima defensa de los cristianos. “Mas los soldados de Cristo combaten confiados en las batallas del Señor, sin temor alguno a ponerse en peligro de muerte y por matar al enemigo (…) No peca como homicida, sino –diría yo. Como malicida, el que mata al pecador para defender a los buenos (…) No es que necesariamente debamos matar a los paganos si hay otros medios para detener sus ofensivas y reprimir su violenta opresión sobre los fieles. Pero en las actuales circunstancias es preferible su muerte, para que no pese el cetro de los malvados sobre el lote de los justos, no sea que los justos extiendan su mano a la maldad”. Sean obligados a convertirse por la fuerza.

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Jaime I, el conquistador. /Foto: esnoticiaweb.com

La Orden del Temple se constituye en unidad de élite, inspiradora de las que vendrás detrás, incluidas las actuales. “Cuidan mucho de llevar caballos fuertes y ligeros, pero no les preocupa el color de su pelo ni sus ricos aparejos. Van pensando en el combate, no en el lujo; anhelan la victoria, no la gloria; desean más ser temidos que admirados; nunca van en tropel, alocadamente, como precipitados por su ligereza, sino cada cual en su puesto, organizados para la batalla”.

Y algo que suena a la Legión fundacional de Millán Astray: “Son muy pocos los que antes no hayan sido unos malvados e impíos; ladrones y sacrílegos, homicidas, perjuros y adúlteros. Por eso, su marcha acarrea de hecho dos grandes bienes y es doble también la satisfacción que provocan a los suyos, por su partida; a los de aquellas regiones, por su llegada para socorrerlos. Es una ventaja para todos: para unos, porque los defienden; para los otros, porque se libran de ellos”.

En estos tiempos, en los que, de manera absurda y casi satánica, la jerarquía católica, con Bergoglio a la cabeza, está actuando como caballo de Troya de la islamización de Europa, y ha callado cobardemente respecto al martirio de los cristianos en Irak y Siria, y también en Nigeria, el magnífico y bellísimo Elogio de la nueva milicia de San Bernardo de Claraval recobra plena actualidad como un texto de saludable orientación.