Redacción.
Convertida en una figura mediática, jaleada como una heroína feminista, Juana Rivas ha protagonizado un peligroso culebrón con el que pretendía imponer su criterio emocional contra las resoluciones judiciales, rodeada de supuestos asesores jurídicos, a la búsqueda de cámaras, focos y gloria efímera. Juana Rivas decidió que el padre Francesco Arcuri no tenía derecho a ver a sus hijos, que estos debían ser desescolarizados y sacados de su normalidad cotidiana, para entrar en la vorágine de la popularidad y el conflicto.
Se situó la polémica mujer de Macarena, Sevilla, por encima de la Ley y al margen del Estado de Derecho. Su delirio ha acabado mal. El Juzgado de lo Penal 1 de Granada la ha condenado a 5 años de cárcel, a seis años sin poder ejercer la patria potestad sobre los niños e incluso a indemnizar a Francesco Arcuri con 30.000 euros, así como al pago de las costas incluidas las de la acusación. La aventura equinoccial ha terminado. Juana Rivas es un juguete roto que brilló en las candilejas televisivas presentándose como la víctima por excelencia del maltrato y dictando ella su peculiar Justicia.