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Matteo Salvini, el líder carismático de Europa que quiere «tirar el muro de Bruselas»

Redacción




Enrique de Diego.

Empezó siendo el líder de un partido, la Liga del Norte, instalado en la Lombardía, o en esa quimera de La Padania, al grito de «Roma, ladrona» y enfrentado al Sur subvencionado, hoy es el líder de La Liga, sin apellido geográfico, levanta pasiones en toda Italia y ya se ha elevado en las encuestas hasta el 31% de intención de voto. Empezó siendo el líder de un partido silenciado y diabolizado como de extremaderecha y hoy es el ministro del Interior al que le siguen las cámaras.Líder ya de Italia, lo quiere ser de Europa con una «Liga de ligas» para, como se hizo con el opresor muro de Berlín, «tirar el muro de Bruselas», no menos opresivo ni destructor.

Matteo Salvini es, como dice la canción de Toto Cutugno un «italiano vero«. Todo un fenómeno social y político. Salvini es, en efecto, un italiano exuberante, abierto, emocional, cercano. Es uno más de los italianos, el italiano cualquiera, como salido de una película de Frank Capra con dosis de realismo italiano. Representa un nuevo liderazgo que viene de lejos. Siente lo que dice y dice lo que piensa. No hay en él márketing, ni lejanía hierática, ni usa esa jerigonza llena de eufemismos, circunloquios y frases hechas, evanescentes, de sumisión atenazada a la corrección política, habitual en los gastados políticos europeos.

Su forma de mitinear no tiene nada de aspavientos, no pone énfasis en alguna frase para arrancar el aplauso del público. No es un líder fascista. La ambientación es familiar, con incidencia en el heroísmo de lo cotidiano: el trabajo, la escuela…Consigue un clima de comunión, como una especie de tertulia, en el que la gente sale reforzada en su voluntad, porque los mensajes son positivos, sin ningún complejo de culpa, exorcizando cualquier miedo. «No tenemos miedo de nada«, les dice, «si un pueblo se mueve, vence«. Sentido de pueblo, de comunidad, lejos del individualismo liberal.

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https://youtu.be/D8snNUEnL30

Matteo Salvini se presenta como un hombre convencido, feliz, sonriente, pero no con esa sonrisa impostada considerada conveniente por los asesores. Uno se lo puede imaginar almorzando al lado en una trattoria degustando una pizza o unos espaguetis.

Habla mucho de esa Italia emprendedora y del trabajo que se saluda con un «buon lavoro«. Se refiere a la humildad y describe un «futuro pacífico, sonriente«. Habla mucho de cultura, tradición, incluso del aceite de oliva. Se dirige a una corriente profunda y emergente de la diversidad y la identidad de los italianos. Es la Italia profunda que se ha puesto en marcha rompiendo las cadenas.

https://youtu.be/XUP0Oz5PnlM

Es un hombre enérgico, viril. Tiene esa fuerza vital que parece haber abandonado por completo a los líderes europeos encorsetados en discursos banales, que son incapaces de comunicarse y bajar del pedestal para compartir el lenguaje y las inquietudes de la calle. No hay mentira, cree en lo que dice. Identifica la inmigración masiva con los especuladores y la precariedad laboral. Aquí se ha ocultado, pero en el Parlamento italiano fue muy claro al señalar a George Soros y a la Open Society como las fuerzas que mueven los hilos y los barcos de las ONGs.

https://youtu.be/mao1bN34qnI

Habla en nombre del pueblo, porque «un pueblo así cambia la historia». Salvini ha roto el silencio oficial de los medios y ahora es seguido por las cámaras, porque todo lo que dice es noticia y no rinde homenaje a ninguno de los chantajes del sistema. Orgullo es un término muy repetido. Orgullo de lo conseguido y de lo por conseguir; el orgullo de las gentes sencillas. Se refiere a esos italianos que han perdido el trabajo, la casa y la esperanza, a manos de una casta depredadora.

Al final del mitin, enarbola con toda naturalidad un Santo Rosario, que le dio una madre italiana. Es esa Italia de catolicismo sociológico, que tiene valores que defender, que tiene diversidad -«adoro la diversidad«, dice Salvini– pero que también es consciente de que la convivencia no es posible si no hay una identidad común. Parece un líder carismático que no precisa asesores, que prefiere la naturalidad, que transmite el convencimiento de que no hace otra cosa que lo que haría cualquiera de sus oyentes, que extrae de ellos la fuerza y al tiempo se la transmite. Es como si cada uno fuera un Salvini, un «Matteo«, como se corea. Los baños de masas parecen el saludo a un deportista local, a alguien del pueblo que ha vuelto de un viaje lejano. Que, por supuesto, no les va a fallar. No hay doble discurso, ni doble moral, hay claridad, porque donde hay oscuridad hay cambalache y mentira. Salvini se presenta como una fuerza liberadora frente a los dictados de «cuatro burócratas«. Anuncia que recorrerá Europa proponiendo su «Liga de ligas«. Desde Rambla Libre ya nos hemos puesto en contacto, porque la idea no sólo es sugerente, es necesaria, y más que en ningún otro lado, en España.

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Nada más ser nombrado ministro del Interior -tuvo la inteligencia de no pugnar por ser primer ministro- hizo un juramento solemne ante el pueblo, como un Tribuno de la Plebe de la vieja Roma. Así lo reseñaron las crónicas: «En la plaza del Duomo de Milán se ha llevado adelante el juramento a la sombra de la Virgencita. Teniendo en las manos una copia de la Constitución y un Evangelio ha pronunciado una fórmula de auto-investidura: me comprometo y juro ser fiel a mi pueblo, a 60 millones de italianos, de servirlo con honestidad y coraje, juro aplicar de verdad la Constitución italiana, ignorada por muchos, y juro hacerlo respetando las enseñanzas contenidas en este sagrado Evangelio, yo lo juro. ¿Juráis conmigo? Gracias. Vamos a gobernar y a retomar nuestro país».