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Pedro J Ramírez repudia a Eduardo Zaplana y manipula a Albert Rivera

Redacción




Enrique de Diego.

En la historia de la infamia y la traición en las relaciones humanas, Pedro J Ramírez ha superado todas las marcas de la indignidad. Su repudio traidor a Eduardo Zaplana supera la felonía de Wifredo Dolfos y le sitúa como uno de los personajes más falsarios y menos fiables de la España reciente.

Que ahora Pedro J Ramírez no se acuerde de su relación con Zaplana, que le trata displicente y aún cruel como si nunca le hubiera conocido supera los niveles más rastreros de la bajeza moral. Pedro J se ha mostrado muy capaz de mentir y manipular en niveles irrestrictos, de no cumplir ni uno solo de sus compromisos hasta no tener ni un amigo, porque Javier Gómez de Liaño ya se ha dado cuenta de que resta, pero el ser incapaz de defender a alguien que le ha prestado tan grandes y constantes servicios estando enfermo de gravedad supera todos los niveles de ignonimia.

Pedro J Ramirez con Eduardo Zaplana. /Foto: informalia.com.

Ese Pedro J que montó la conspiranoia del 11 M para los cuatro descerebrados que le siguieron ha tenido con Eduardo Zaplana una relación impropia de un periodista y un político, ha ido mucho más allá, ha sido una auténtica simbiosis. Como un rito, como una liturgia, durante casi una década, los domingos, en un reservado del restaurante madrileño Jai Alai, Pedro J Ramírez y Eduardo Zaplana han cenado, muchas veces con sus cónyuges, para establecer estrategias comunes.

Zaplana adoptaba una posición vicaria, de seguidismo. Lo hizo, hasta el ridículo, en toda la absurda etapa de la conspiranoia del 11 M, cuando Pedro J se significó como el fabulador más tosco del periodismo con aquella sórdida estupidez de que “cada vez más indicios apuntan a que el 11-M se gestó en el seno de los aparatos policiales y los servicios del Estado democrático”, que le llevó a inmundicias del calibre de comparar al terrorista, asesino en serie, de Jamal Zougham con Alfred Dreyfuss, lo que muestra la falta de cultura de Ramírez, un falso erudito que no ha digerido sus lecturas, o de pretender convertir en un héroe y un mártir al proveedor de explosivos y narcotraficante José Emilio Suárez Trashorras.

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Jamal Zougam, el asesino admirado por Pedro J. /Foto: politica.elpais.com.

En esas noches de conspiradores solitarios y descentrados, Zaplana tomaba nota y, en calidad de portavoz del PP en el Congreso, hacía de altavoz de los delirium tremens del tartaja riojano, hundiéndose en las arenas movedizas del ridículo.

Algunas de las preguntas parlamentarias que le hizo hacer Ramírez a Zaplana provocan sonrojo: “¿Quién dio la orden a los geos de entrar el día 3 de abril de 2.004 en la casa de Leganés, donde se suicidaron los terroristas presuntamente implicados en los atentados del 11-M?”. Hay que tener en cuenta que el 3 de abril de 2.004, Eduardo Zaplana era ministro portavoz del Gobierno y Ángel Acebes, ministro del Interior, por lo que en la historia parlamentaria es difícil encontrar una bobada de tal calibre; sólo propia de Ramírez.

El pobre Zaplana le bebía los vientos a Ramírez para llegar a preguntar chorradas como ésta: “¿Tiene constancia el señor ministro de que, en la casa de Leganés, aparecieron los cuerpos de dos presuntos suicidas con explosivos a la cintura, pero sin iniciador, lo que hace que se pueda poner en duda el carácter suicida de la totalidad de los miembros del comando?”. Lo de “presunto suicida” es glorioso. Si hay alguien menos presunto es un suicida. La pregunta es una estupidez tan grosera que no merece detenerse en ella.

Pero si alguien ha pensado que con ello los comensales de Jai Alai habían cubierto su cuota de estulticia se equivocan. He aquí otra pregunta para la antología del disparate parlamentario: “¿Tiene constancia el señor ministro de que uno de los presuntos suicidas de Leganés fue encontrado en la vivienda, después de la explosión, con los pantalones puestos del revés, como consta en los informes del registro correspondiente, sin que haya dado una respuesta aclaratoria a este hecho al día de hoy?”. Parecería que le estaban preguntando a Rubalcaba por qué no le puso los pantalones del derecho a eso del “presunto” suicida.

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Después de haber sido el terminal político de un Pedro J manipulador impotente y sin recursos morales, hete aquí que Ramírez no ha escrito ni una sola línea de conmiseración, no digamos ya de simpatía. ¡Qué periodista de investigación se supone que es Pedro J que cena todas las noches con alguien al que terminan llevando al trullo de mala manera!

Eduardo Zaplana y Albert Rivera, en la conferencia en el club siglo XXI. /Foto: epoca1.valenciaplaza.com.

Ahora dicen las fuentes solventes que Pedro J ha puesto todas las esperanzas de que le destine gran cantidad de fondos públicos el charlatán de Barcelona, Albert Rivera, que es con quien ahora cena en el reservado de Jai Alai y le susurra al oído sus toscas estrategias. Porque mal llamado El Español, que tiene contratado su libro de accionistas con las ultraseparatistas Vallvé, es un completo fracaso y Ramírez esperaba recuperar influencia y depredar los Presupuestos siendo el Rasputín alopécico de Rivera. Unas fuentes dicen que éste le hace caso. Otras, que simplemente le da cuerda.

Pedro J Ramírez no tiene amigos porque es un egocéntrico compulsivo. Un gafe como ha experimentado Zaplana en sus carnes entrando por la puerta grande de Picassent. No cabe esperar mucho de Rivera cuando se codea con tan cenital manipulador, que sólo está a las maduras. Por de pronto, le ha salido mal la jugada de una oportuna dimisión de Rajoy con convocatoria de elecciones para trasvasarle el poder y el mando. Con Pedro J al lado, Rivera a lo mejor no llega, No es un hombre leal.