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Lavado de imagen de Letizia, apeada de su soberbia

Redacción




Yolanda Cabezuelo Arenas.

Ha comenzado la operación lavado de imagen de Letizia de la única manera previsible: aparición pública de las dos reinas en paz y armonía. La operación de Don Juan Carlos ha venido de perilla para que el momento aquí no ha pasado nada no se retrasara demasiado; una visita al Hospital Universitario Sanitas La Moraleja para interesarse por el estado del rey emérito: la ocasión ideal para un posado rapidito y sin declaraciones al entrar, y otro con declaración escueta de Don Felipe al salir.

Nada más llegar al Hospital, Letizia se ha bajado del coche y ha abierto la puerta a Doña Sofía. Las dos mujeres se han sonreído; la reina emérita con sencillez, Letizia algo forzada. En ningún momento se ha producido una mirada franca entre ambas; antes bien parece que Letizia recurra a la habilidad demostrada en el episodio de Palma de exhibir sonrisa aunque por dentro esté poseída por la furia.

Como detalle curioso cabe destacar la presencia de un señor con chubasquero azul y paraguas que ha hecho de forma involuntaria un Letizia, o sea: estorbar la foto poniéndose en medio. A petición de la prensa se ha retirado inmediatamente, y ésta ha sido la única interpretación natural que hemos podido presenciar en el episodio de esta tarde.

Aunque nadie se cree que haya cordialidad entre las dos mujeres, la representación da pie a pensar que a Letizia le han leído la cartilla, y preciso es reconocer que ha doblegado su soberbia para dar un gesto público, si no de arrepentimiento, sí de voluntad de enmienda,o al menos de acatamiento. No es muy probable que esta actitud se prolongue en el tiempo, pero de momento parece que la enorme repercusión de su bochornoso comportamiento en Palma ha sido aleccionadora.

Terminada la visita a Don Juan Carlos, Doña Sofía y Letizia han permanecido un paso por detrás del rey, como mandan protocolo y sentido común; e incluso Letizia ha permitido que Don Felipe diera el parte a los periodistas sin interrupciones. Haciendo gala de un discreto silencio, los tres se han dirigido al coche, y Letizia ha vuelto a atender a su suegra con la corrección propia de cualquier persona educada. Incluso se ha permitido apoyar la mano en el brazo de Doña Sofía, prescindiendo de limpiársela después como limpió en Palma el beso dado a Leonor en la frente.

Las imágenes de cordialidad que ha querido transmitir la Casa Real han engañado a pocos, pero han tranquilizado a algunos en el sentido de que quizá Letizia se avenga en el futuro a reconducirse. En todo caso, es encomiable el señorío de la Reina Emérita, que afronta con naturalidad y buena disposición el transigir en pro de la tranquilidad de hijo y nieta. Y para hacer efectivo aquéllo de que al César lo que es del César, justo es elogiar que la reina consorte al fin haya entendido que su sitio está un paso por detrás del Rey. Le ha costado 15 años, pero nunca es tarde si la dicha es buena.