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El café del 0,0075 %: Cuatro horas con un multidenunciado por violencia de género

Redacción




Javier Hernández.

Fue un par de semanas después de asistir a un documental sobre violencia de género hacia varones. Nuestro teléfono estaba impúdicamente compartido en el grupo de comprar las entradas. Será por una extraña sororidad masculina que nos empuja a unirnos en la adversidad o por el sentimiento grupal de la tan socorrida manada. El caso es que al enterarse que vivimos cerca, concretamos la cita entre la persona con más denuncias de violencia de género que conozco (él, 14 denuncias ) y yo ( 0 denuncias).

Tal cantidad asustaría a cualquiera, pero tras conocer a muchos de los asistentes del documental, mi miedo tornó en curiosidad sobre su experiencia. ¿Cómo es posible acumular tantas denuncias? ¿Qué perfil humano tendría? ¿Tan peligroso sería? Y ahora viene lo mejor: ¿Y si fuera tan peligroso, cómo es posible que ambos asistiéramos con nuestra respectiva prole (dos míos y uno suyo) si es tan sumamente peligrosa la persona citada?

No hubo intercambio de fotografías ni curioseo de perfiles previos; esta cita a ciegas sí que venía con el extra de emoción. Vi su caso en algún video o artículo, pero no recordaba su cara ni su perfil.  La conversación telefónica denotaba a alguien con un elevado nivel de estrés, acostumbrado a que nadie le escuche, cuyas palabras son siempre cuestionadas, y aunque opinaba vehementemente, sin embargo escuchaba y contestaba con cordura siguiendo el hilo de una conversación.

La impresión inicial fue decepcionante; esperaba a un “Malamadre” de celda 211, con tatuajes y musculado en un coche destartalado. En vez de eso, apareció un tipo de unos treinta y muchos, de vestimenta cuidada,  rechoncho y grandullón de un coche totalmente nuevo. Pero la expresión de su cara no acompañaba a su cuerpo de aire afable, ya la había visto en algunos de los asistentes al documental. La amargura y apatía se traslucían en su expresión.

Nos dimos cuenta de que nos conocíamos de vista, con incluso amigos en común, de los que estuvimos hablando para romper el hielo. Su prole y los míos tardaron más en congeniar que nosotros.

Hablando sobre mujeres en general, reconoció lo que muchos de nuestra edad sentimos; nos costará encontrar alguien que nos ilusione, pero no lo descartó totalmente. Yo a eso no lo llamaría misoginia y, de hecho, los modernos, y sálvese la simplificación, lo llaman movimiento MGTOW y eso se supone que es cool. Me vino a la cabeza la mujer maltratada del documental que indicaba que no fue capaz de mantener relaciones durante mucho tiempo. A muchos creo que nos pasa lo mismo al salir de relaciones que acaban tan mal, pero eso no es misoginia, es estar simplemente escarmentado/a.

Llegamos a la misma conclusión sobre el problema de los varones en España a la hora de reconocer un problema y manifestarse. Demasiada desunión, incapacidad de comunicar un problema, ninguna ayuda institucional y muchos intereses aprovechándose de las víctimas. Todos sabemos que en las relaciones humanas discrepar es natural, pero también que en pareja a veces los abogados aprovechan para incitar a la mujer a poner falsas denuncias de Violencia de Género con tal de apartar al varón de la custodia compartida o incluso la patria potestad de sus hijos. Lo que en el documental se mencionó: “El abogado adoctrina a su futura denunciadora, ¿quieres la mitad de la tarta o la tarta entera?”. Otras veces, es simplemente por la mezcla de sentimientos de la denunciante de rencor, celos y duelo por la relación perdida.

Guarda todos los tickets de donde vayas; te puede salvar”: me dijo. “Graba todas las llamadas de tu mujer”, le contesté. El nivel de paranoia subía simétricamente por ambos bandos. Pero a ninguno de los dos nos parecerá nunca suficientes precauciones, ambos preferimos vivir una vida totalmente monitorizada y traceable como “El show de Truman” a toparnos con más batallas como las suyas.    

Después empezamos a hablar de su situación legal actual, de cuáles son las últimas batallas “ganadas” o pendientes de ganar. Pero lo que me di cuenta, es que,  por muchas batallas legales ganadas que tenga a sus espaldas, eran sobre una guerra perdida de antemano. Una guerra de odio al que quiere igualdad. Una guerra que él no declaró.

En el mejor de los casos conseguiría la paz de que no le volvieran a denunciar, en cuanto solo una imputación de denuncias falsas continuada no la sobreseyera la audiencia provincial sin ni siquiera ver las pruebas. O si algún magistrado valiente pusiera “Dedúzcase  testimonio contra denunciante por denuncia falsa por delito contra la Administración de Justicia”… al final de la sentencia absolutoria que descaradamente se inició por denuncia falsa. Qué elegante pie de sentencia y qué poco se practica y se ejecuta. Por eso mentir al denunciar y en los juzgados es el deporte nacional.

De todo el acoso judicial, el que ataca a la familia es el más sangrante. Los mismos familiares que te han evitado entrar en la indigencia al divorciarte. Los mismos que no quieren quedarse a solas con tu hijo por temor a nuevas denuncias.

No paran ahí las consecuencias de tanta denuncia: los niños incomunicados de ti y muy probablemente alienados en tu contra, el escarnio público de salir esposado de su trabajo ante compañeros de trabajo y el eterno sambenito de ser considerado peor que un terrorista. No es posible compensar a alguien por etiquetarte como la peor escoria de la sociedad sin serlo. No hay condenas perpetuas que restituyan el tiempo perdido con tus hijos.

La violencia no tiene género. La custodia compartida es igualdad,” espetó.  Sus últimas palabras no dejaban margen para el abandono de la lucha. Lo de él es autodefensa vital, llevarte al extremo y no explotar; la naturaleza humana y su afán de supervivencia nunca dejarán de sorprenderme.

En un país de picaresca que la media en otros delitos en denuncias falsas está por encima del 15% nos venden como oficial del 0,0075% por 75 sentencias en denuncias falsas de violencia de género a nivel nacional. Con que solo se contabilizaran sus 14 denuncias ya la estadística no cuadra. Al estar sobreseídas y archivadas,  y sin condena, no son contabilizadas. La estadística oficial no le cuadra a nadie. Nada cuadra. Esta es la titánica y silenciada lucha de cada uno contra un sistema injusto que oculta datos y pervierte a las instituciones. Es una guerra perdida, donde cada uno libra batallas para intentar morir lo más a largo plazo posible. Y para el que tenga prisas, hay una red antisuicidio en los  juzgado de violencia de género de la calle Manuel Tovar que ya está estrenada.