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Ana Rosa Quintana se va de huelga con sus SICAV

Redacción




Ana Rosa Quintana. /Foto: Huffingtonpost.es.

Enrique de Diego.

Hasta el momento, la mayor incidencia de esta falsaria huelga, política y esotérica, en la que se reivindican cuestiones como que la menopausia no sea considerada una enfermedad, es la no emisión del programa de Ana Rosa en Tele 5, una cadena que se caracteriza por dar una imagen de la mujer deleznable, y también del varón. El bizarro gesto ha tenido su suspense. En un primer momento, se anunció que teatralmente se levantaría de su poltrona televisiva para acudir a la concentración y sumarse o leer el patético manifiesto. Después se ha pasado a la radicalidad revolucionaria. «Si las mujeres paramos, que se note. No hay el programa de AR». Es una bendición para todos que se note de esa forma. La tierra seguirá girando y el sol saliendo. Es posible que lo hagan con un íntimo alivio. Ana Rosa Quintana es la beneficiaria de un sistema corrupto por el que el poder político y los medios de c0municación funcionan en simbiosis y francachela mediante la concesión administrativa de la licencia para emitir, el reparto de los dineros del contribuyente a través de la publicidad institucional, el control de las grandes cuentas publicitarias mediante las SICAV y las empresas del Ibex 35. Es un emblema y una vocera de este sistema podrido que, mediante la depredación, está hundiendo a los hombres y mujeres reales, que se levantan cada mañana a salir adelante y a sacar adelante a sus familias.

¿Este gesto de Ana Rosa Quintana le traerá acaso algún perjuicio? Nada a favor de corriente y navega con el viento de empopada. Mediante el hastag lasperiodistasparamos hay una cierta carrera por llevar la pancarta. El diario Público del corrupto Jaume Roures recuerda que tiene al frente a dos mujeres, Ana Pardo de Vera y Virginia López Alonso, dos inútiles que hacen la ola a la corrección política. Esta es, al fin y al cabo, una huelga a favor del sistema expoliador, del que el feminismo es hoy su principal puntal.

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Ana Rosa Quintana es ferviente partidaria de la violencia selectiva contra la mujer. Cuando una jauría de extrema izquierda pegó una soberana e inmisericorde paliza a una joven de Murcia se le escapó un «me parece muy bien que le hayan partido la cara». No está mal que le partan la cara a las mujeres que no siguen sus consignas y la de Murcia era una de ellas. La musa de los antifas violentos había tenido la desfachatez de exudar hipocresía condenando los hechos de manera oficial para jalear el linchamiento cuando expresaba sus más íntimos pensamientos y creía no ser oída. Lo de Murcia no era violencia de género, a lo que se ve, sino legítimo ajuste de cuentas. Cuando fue recriminada en las redes, pues los medios están controlados y ella se beneficia de ello, se manifestó con donosa prepotencia: «en esta cadena digo lo que quiero y lo que me da la gana». Hemos de suponer que esta jornada de huelga no se le descontará de su sueldo, del contrato con su productora. La audiencia de Ana Rosa Quintana no se basa en su profesionalidad sino en el oligopolio televisivo establecido por el poder político. Al fin y al cabo, Tele 5 es, en último término, propiedad de Silvio Berlusconi, que no es tenido por el paradigma del feminismo. Pero, bueno, al fin y al cabo, todo es negocio.

¿Acaso Ana Rosa Quintana ha tenido el gesto heroico de no hacer su programa, para que se note, para conseguir publicidad añadida, a fin de luchar contra esa patraña de la brecha salarial? ¿Está defendiendo a las becarias que acceden al mercado de trabajo en términos de esclavitud o se está dando un baño de popularidad gratuita? ¡Para brecha salarial la de Ana Rosa Quintana! Fue el profesor Guillermo Rocafort el primero que desveló que este pozo de incoherencia tenía una Sicav. Antes de Rocafort, la opinión pública ni tan siquiera sabía de la existencia de las Sicav, un paraíso fiscal legal por el que las grandes fortuna sólo pagan el 1% de impuestos; es decir, que están exentas de contribuir a sufragar la sanidad y la educación, y de esa forma cada vez concentran más dinero y más poder.

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Ana Rosa Quintana, la huelguista, es propietaria del 93,94% de las acciones de la Sicav Argomaniz Inversiones; el resto, hasta 145 accionistas o socios, son «mariachis», hombres o mujeres, vaya usted a saber, de paja. El capital de la Sicav es de 11,20 millones. Sólo con eso su brecha salarial es estratosférica. Además, es adicta a las Sicav y se la supone escondida en otra buena porción de ellas. Tampoco le interesa demasiado la suerte de las mujeres españolas. De hecho, sólo el 4,46% de sus inversiones están puestas en activos españoles. En Mapfre, Bankia, Telefónica, Banco de Santander, BBVA, Inditex, todos ellos grupos muy preocupados por la brecha salarial, la igualdad y el bienestar de las españolas. Las inversiones de Argamoniz las gestiona Lombard Odier, el banco más antiguo de Suiza.

Ana Rosa Quintana no es la gloria del feminismo y de su huelga, sino su miseria. Es el paradigma de su absurdo. Sólo falta que se haya sumado a la huelga Ana Patricia Botín.