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Pedro J Ramírez habla como el jefe de una pequeña secta

Redacción




Pedro J Ramírez y Cruz Sánchez de Lara, en un puente de San Petersburgo.

Enrique de Diego.

No es cuestión, a estas alturas, de dudar de la salud mental de Pedro J Ramírez, aunque su última trayectoria sugiere una elevada inestabilidad emocional -en tres meses se ha casado dos veces- pero, junto a la cursilería superlativa de la que está haciendo gala hasta el empalago, es altamente preocupante que parece hablar como el jefe de una pequeña secta.

Antes de entrar en materia sobre la cuestión, no deja de ser sorprendente lo sumisa que puede llevar a volverse una bizarra feminista -la que no quería jefes- cuando encuentra en el camino a un hombre adinerado. Según Cruz Sánchez de Lara, la que no quería jefes, «crecer al lado de Pedro es muy fácil» (sic). ¿Acaso una adolescente en proceso de maduración? La abogada exfeminista llega a decir, en esta edulcorada sociedad de bombos mutuos a dúo (sólo falta que hagan galas al estilo Albano-Romina Power), que «soy la segunda persona a la que más exige, la primera es él mismo». ¿Dónde ha quedado el acrisolado feminismo de la polémica abogada?

Vamos con este aparente desquicie del periodista que ha convertido en noticia nacional su tardoenamoramiento. En el vídeo del romanticismo impostado florentino de Harper’s Bazaar, Pedro J Ramírez termina utilizando una terminología pseudoreligiosa, al estilo new age en torno a eso del león. Dice Ramírez que su amor «comenzó a la sombra de un león, el león de El Español. El primer lugar en el que estuvimos después de casarnos fue Lyon. El león de Venecia bendijo nuestro comienzo de año. El marchako de Florencia nos protegerá durante todo 2.018″. Si se me permite la broma, llamándose su digital El Español -con demasiadas conexiones con separatistas- lo normal es que hubieran empezado por visitar León.

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¿Qué es eso de que el león de Venecia, una escultura, obviamente, bendijo su amor y que otro les va proteger? Decía Gilbert Keith Chesterton que cuando no se cree en Dios se termina creyendo en cualquier cosa. Parece que Pedro J cree en leones o en el león (sospechamos que se refiere a sí mismo). Cruz participa de ese melifluo esoterismo. Le sigue el rollo. En Vanity Fair, el 22 de noviembre de 2.017, declaró que «me comprometí antes con el león que con su director». 

Pedro J, Cruz Sánchez de Lara, María Dolores Márquez de Prado y Javier Gómez de Liaño, en Londres.

El ultracursi Ramírez estampó en su twitter que «cuando tantos quieren separarse, nosotros nos hemos unido para siempre, con dos leones por testigos». Y reproducía una foto con su nueva amada en uno de los más famosos puentes de San Petersburgo, con los dos dichosos leones. Los dos leones por testigos fueron Francisco Javier Gómez de Liaño, suspendido de la carrera judicial, y María Dolores Márquez. Referirse a ellos como leones parece una metáfora excesiva. Según fuentes solventes y contrastadas, Javier Gómez de Liaño ha cuidado siempre de los intereses de Ramírez en los ámbitos judiciales. Incluso llegó a intentar quedarse con el asunto del vídeo sexual de Pedro J con la guineana Exuperancia Rapú, considerándolo poco menos que un acto terrorista. Sobre Gómez de Liaño hay mucha tela que cortar.

El uso de fraseología pseudoreligiosa parace haberse hecho habitual en este Ramírez crepuscular. En el vídeo de marras, afirma que Cruz «me está haciendo mejor«, como si fuera un ente moral. Me remito a mi libro «El triunfo de Ágatha Ruiz de la Prada», de venta en Amazon, para poner en duda la creciente altura moral de la pareja de leones. Ya en su primera junta de accionistas de El Español, Ramírez se dirigió a los accionistas aregándoles: «vosotros sois la sal de la tierra«. Una blasfemia paleta y mostrenca. Buena parte de los accionistas, por cierto, se consideran estafados y han puesto sus acciones en venta en el Mercado Secundario. El león emite rugidos sordos de afónico.

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