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Escuela catalana: campo de exterminio del españolismo

Redacción




El Gulag educativo catalán. /Foto: elconfidencial.com.

Enrique de Diego.

Hay una sola nación en el mundo en el que los padres no pueden educar a sus hijos en español. Esa nación es España; concretamente, en Cataluña. La escuela catalana es un campo de exterminio del españolismo. Para describir su realidad, el concepto de adoctrinamiento resulta light. Se trata de un estricto lavado de cerebro. De un planificado proceso de ingeniería social para inculcar en los alumnos el odio a España, a sus símbolos y a los españoles en lo que es una estricta reedición del nazismo. Un Gulag educativo.

Del panorama tiránico que se vive en las escuelas catalanas no sólo son responsables los gobiernos nacionalistas de la Generalitat, también los diferentes gobiernos de España que han abjurado de sus responsabilidades y de la competencia de la Alta Inspección del Estado, que ha quedado en un nominalismo vacío.

Los colegios son el núcleo duro de la sedición, donde se enseña el odio

Tras el 1 O la situación simplemente ha empeorado. En ese día, la llamada «comunidad educativa» -directores, profesores y apas- mostraron ser el núcleo duro de la secesión tomando los colegios desde la noche del viernes anterior, con ficticias actividades extraescolares. Después, se han ensañado con los hijos de guardias civiles por el mero hecho de serlo. En el Colegio Mossèn Vives, el director y profesores separatistas incitaron a los alumnos contra el hijo de una guardia civil para que lo insultaran y vejaran. El caso está en manos del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de la Seu d’Urgell.

No es educación, no es adoctrinamiento, es lavado de cerebro. /Foto: periodistadigital.com.

No es el único caso. Dieciocho familias de San Andreu de La Barca, Barcelona, han denunciado ante el Ayuntamiento su malestar por los comentarios hirientes y vejatorios de los profesores del IES El Palau que son hijos de agentes de la Guardia Civil. Muchos hijos de guardias civiles llevan dos semanas sin ir al colegio para evitar situaciones de extrema tensión por lo que debe entenderse como un delito de odio extendido.

El odio es el sentimiento que se enseña en las escuelas catalanas. Como dice el inspector de Educación en Barcelona, Jordi Cantallops, «se promueve una concepción identitaria excluyente«.

El español erradicado de las aulas y con comisarios políticos en los recreos

El primer objetivo preferente es la erradicación del español. No sólo de las aulas. En las escuelas catalanas hay profesores encargados, auténticos comisarios políticos, de que los niños no hablen español, que con frecuencia es su lengua materna, en los recreos. No puede estudiarse en español, lo que provoca un elevado fracaso escolar cuando el niño lo tiene como lengua materna. La lengua catalana es la única lengua vehicular y de comunicación en los centros. En muchos centros, como en colegios de Igualada, no hay una sola hora lectiva de español, mientras empieza a promoverse el árabe como segunda lengua.

Una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña estableció que los alumnos de los padres que lo deseen pueden recibir el 25% de las clases en español. Pero esa sentencia nunca se ha cumplido. La Ley, como se ha visto, en estos días no impera en Cataluña, donde se vive en los colegios una auténtica tiranía. Ana Moreno, de 36 años, que solicitó ese 25% de clases en español para sus hijos, valora que el precio de su petición «ha sido demasiado caro». Esta granadina se encontró en las puertas del Centro Público Gaspar de Portola una concentración a las puertas del colegio de sectarios separatistas. Había sido avisada desde las redes sociales por una concejala de Esquerra Republicana, Roser Jurado: «Esto no quedará así. El día 14 (comienzo del curso) ya se verá como se recibe a su familia«. Agustín Fernández, ingeniero de 53 años, se encontró con que una pedagoga le ordenó a su hijo que «no hablara en español porque el modelo del centro es la inmersión lingüística». La Generalitat paga ayudas a 39 familias para que sus hijos estudien en español en centros privados.

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La persecución de todo aquel que ose hablar español en las aulas o en las dependencias o en los patios de los colegios catalanes es un elemento fundamental de un plan más amplio que es convertir a los niños en clones independentistas odiadores de España, sus símbolos y de los españoles. Nada se enseña de la historia común. No saben nada del siglo de Oro, ni de Velázquez ni de Goya, ni del Camino de Santiago, ni de la guerra de la Independencia. Los romanos vinieron sólo a Cataluña, no a toda la península ibérica. Cataluña ya existía antes de los romanos.

El libro de «Conocimiento del Medio Social y Cultural» de 5º, de la Editorial Santillana, enseña que «Cataluña es un país situado al nordeste de la Península Ibérica«. Equipara sus 30.000 metros cuadrados a las dimensiones de Países Bajos y Bélgica. Y especifica que «el acatamiento del marco constitucional vigente no significa la renuncia del pueblo catalán a la autodeterminación«. En Ciencias Sociales, de segundo ciclo de ESO, se describe al Ebro como «un río catalán» y se afirma que todo el mundo hablaba catalán antes del franquismo, lo cual es tan notoriamente falso que Enric Prat de la Riba en «La nación catalana» se queja de que el catalán es marginal y rural.

En los libros de Conocimiento del Medio de 5º y 6º de las editoriales Barcanova, Baula, Cruilla, Edebé, La Galera, Santillana y Vicens Vives se habla, con toda falsedad, de la «corona catalanoaragonesa» o de que Cataluña es «una nación similar a las excolonias españolas de América«, como si fuera un territorio colonizado e invadido. Junto con el «Manual de Historia de Cataluña» se incluye un cómic sobre las «Fuerzas Españolas de Ocupación«.

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Agustina de Aragón. /Foto: revistadehistoria.es.

Son habituales las consignas en esos libros de texto del tipo «Cataluña es una nación, el catalán es su idioma«. Se trata con mucho detenimiento la guerra de los segadores, la de sucesión y el franquismo, pero a los niños catalanes no se les enseña quien era Agustina de Aragón o el general Juan Prim. Eso sí, lo saben todo sobre la lucha independentista de Quebec, pero nada de Isabel y Fernando o el Gran Capitán o las Cortes de Cádiz.

En el mencionado libro de Conocimiento del Medio Social y Cultural de 5º, de Editorial Santillana, se afirma que «Cataluña está formada por Barcelona, Tarragona, Lleida, Girona, la Cataluña norte, la franja de poniente, el País Valenciano y las Islas Baleares». Un discurso nítidamente imperialista.

España es siempre presentada, en los libros y en las clases, como una entidad opresora que coarta las libertades, costumbres y tradiciones de Cataluña. De continuo se enseña que los impuestos «no se quedan aquí» y que fuera de España, Cataluña sería mucho más rica.

Quienes han sido sometidos a este proceso de lavado de cerebro, que se mantiene e intensifica en la Universidad, tardan años de desembarazarse de él. Nadie quiere dar sus datos personales o participar en entrevistas de radio o televisión por miedo a sufrir represalias.

Se trata de crear mentes separatistas que se sientan oprimidas por España y que la odien y a sus símbolos y al conjunto de los españoles. Las escuelas son campos de concentración de los alumnos y de exterminio del españolismo. La Alta Inspección del Estado podría haber corregido esta situación, pero todos los gobiernos de las nación, tanto del PSOE como del PP, han preferido mirar para otro lado y la cesión ha sido continua.

Ciudadanos ha propuesto la creación de una Agencia Independiente que asuma las funciones de la Alta Inspección del Estado y que «sancione» se produzcan casos de adoctrinamiento. El PP propone reforzar las competencias de la Alta Inspección, pero ésta en realidad no existe y nunca ha actuado. Hace dos años, a nivel nacional, se firmó un acuerdo entre Educación y Defensa para familiarizar a los alumnos con los símbolos nacionales, escudo, bandera e himno. Pero fue papel mojado. En toda España y, por supuesto, en Cataluña.

Ahora, con la aplicación del artículo 155, se debería cambiar esta dinámica y empezar por cumplir las sentencias judiciales. Sería necesaria una depuración de directores y profesores y cambios sustanciales en los libros de texto. Es una completa ingenuidad, rayando en la más absoluta estupidez, pensar que en seis meses, abocados a unas elecciones autonómicas que nada cambiarán, se puede resolver el problema de la sedición que empieza en el lavado de cerebro en las escuelas catalanas. Para desmantelar las bases de ese totalitarismo hacen falta décadas.

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