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¿Hasta cuándo vas a abusar de nuestra paciencia, golpista Puigdemont?

Redacción




Carles Puigdemont. /Foto: elviejotopo.com.

Enrique de Diego.

El golpe de Estado sedicioso sigue su curso sin que el Gobierno se decida a pararlo con la firmeza necesaria ante la gravedad del momento. Todo transcurre como un chiste de Gila y los chistes puede acabar en tragedia por mor de la debilidad que es incapaz de establecer límites a los delincuentes. El golpista de Carles Puigdemont ha convocado a la Junta de Seguridad para hurtar su autorictas a la Fiscalía, y en conjunción con el desobediente Josep Lluís Trapero, sacar a los mossos de la coordinación del Estado de Derecho y ponerlos al margen de la Ley española, desconectados. El Gobierno tiene la fatal ocurrencia de confirmar su asistencia a una reunión manifiestamente levantisca e insurrecta.

Es una situación semejante a que Tejero convocara a la Junta de Jefes de Estado Mayor y el Gobierno confirmara su asistencia o como si Al Capone convocara a los comisarios de Chicago. Un golpista no puede, bajo ningún concepto, presidir una reunión que se supone que tendría que combatir el golpe. Es todo tan absurdo que terminará pasando factura a todos los protagonistas y pueden terminar pagando justos por inútiles. Asistimos a un demencial proceso de acción-reacción, descoordinado, en el que no se extraen las responsabilidades de los actos, en la que los golpistas siguen en sus despachos, burlando de continuo la Ley y, en medio de esta frivolidad, hay una fuerza armada de 17.000 miembros que está a punto de pasar a la rebelión pues ya está instalada en la desobediencia. Esa Junta de Seguridad no puede tener otro sentido que la detención de Carles Puigdemont.

Mientras Rajoy se da un baño de Trump, y hace lo que los estúpidos cuando tienen problemas que no afrontan en casa, intensificar las relaciones exteriores para mostrar lo importante que son, aquí la situación se está emponzoñando por no tomar las medidas necesarias, asumiendo los riesgos, que son mayores cuanto más se dilatan aquellas. Se funciona como si se tratara de una polémica política, en la que se juega al perro y al gato, en términos de frivolidad delirante. Rajoy lo resuelve tildando de «disparate» los delitos de sedición y rebelión cuando el mayor disparate es su falta de iniciativa. Un juez de Instrucción de Barcelona ha hecho más que todo el Gobierno junto y que todo el Estado; mientras se acarrean a última hora efectivos del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil.

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¿Hasta cuándo vas a abusar de nuestra paciencia, golpista Carles Puigdemont?