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Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán

Redacción




Gonzalo Fernández de Córdoba. /Foto: artehistoria.com.
Gonzalo Fernández de Córdoba. /Foto: artehistoria.com.

Enrique de Diego

Gonzalo Fernández de Córdoba se ganó con creces el sobrenombre de Gran Capitán. Fue un genio de la guerra, que organizó la infantería dando a España la hegemonía militar en Europa durante tres siglos, y un líder nato, al que sus hombres adoraban, en el que confiaban y con el que se sentían seguros y con la moral alta. Venció siempre, lo venció todo, salvo la envidia.

El Gran Capitán nació en Montilla el 1 de septiembre del Año de la Encarnación de Nuestro Señor de 1453. Don Gonzalo se formó, se hizo en la guerra de Granada. España desarrolla una gran energía vital, es como un arco tensado que se desplegará. Granada es una guerra de sitios, escaramuzas, inteligencia y con pocas batallas en campo abierto. Es una guerra con pólvora en la que la caballería pierde importancia, pues un simple arcabucero puede derribar a un noble enfundado en su brillante armadura. “Se acabaron los chulos”, se decía. Todos aquellos paramentos y gualdrapas dejaban de servir y las fuertes corazas devenían en impedimento.

Participa nuestro héroe y genio en los sitios de Antequera y Tájara, conquista Illora. En Montefrío es el primero que sube a la muralla. Toma Loja, donde hace prisionero a Boabdil, con el que trabara cierta amistad y con el que negociara. Don Gonzalo será siempre un hombre caballeroso, de pasiones dominadas.

Carlos VIII de Francia quiere conquistar Nápoles, que Aragón considera zona de su influencia. El Gran Capitán es enviado con 6.000 soldados de infantería y 700 jinetes. El ejército francés es el más poderoso de la época. Su caballería pesada la más florida y temible. Los españoles han de refugiarse en plazas fuertes, mientras la caballería francesa se enseñorea del sur de Italia. En Ceriñola, 1502, empieza la leyenda. Los franceses, comandados por el duque de Nemours tienen tres mil muertos.

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Francia echa toda la carne en el asador. Acopia un ejército con 30.000 soldados y 10.000 jinetes. Gonzalo Fernández de Córdoba monta la línea defensiva en el río Garellano. El 27 de diciembre de 1503, el ejército español cruza el río por la noche y pone en desbandada al ejército francés.

Nápoles es español y Gonzalo Fernández de Córdoba es nombrado virrey y como tal estará cuatro venturosos años.

El Gran Capitán organiza su ejército en dos coronelías, futuros Tercios, de 6.000 infantes cada una, más 800 hombres de armas, 800 caballos ligeros y 22 cañones. Dota a la infantería del máximo de capacidad de maniobra, con armas cortas y lanzas arrojadizas. La caballería es utilizada para la persecución, una vez desbaratado el enemigo. Establece una disciplina rigurosa y dota a sus fuerzas de un espíritu de cuerpo. Sus hombres lo idolatran, se siente seguros de la victoria bajo su mando.

Contra lo que no pudo vencer el Gran Capitán es contra la envidia. Levantó los celos, por su fama, de Fernando el Católico. Hubo insidias de malversación y de ahí las cuentas del Gran Capitán, recreación literaria: “Cien millones de ducados en picos, palas y azadones para enterrar a los muertos del enemigo. Ciento cincuenta mil ducados en frailes, monjas y pobres, para que rogasen a Dios por las almas de los soldados del rey caídos en combate. Cien mil ducados en guantes perfumados, para preservar a las tropas del hedor de los cadáveres del enemigo. Ciento sesenta mil ducados para reponer y arreglar las campanas destruidas de tanto repicar a victoria. Finalmente, por la paciencia al haber escuchado estas pequeñeces del rey, que pide cuentas a quien le ha regalado un reino, cien millones de ducados”.

Lo que sí es historia es que fue retirado el virreinato y enviado de regreso con honores –duque de Santángelo, de Terranova, Andría, Montalto y Sessa- pero sin ser de nuevo reclamado para la batalla. Mirándola de lejos se consumió. Cuando el cardenal Cisneros lideró la expedición a Orán, don Gonzalo afirmó que mal iban las cosas, cuando las gentes de oración iban a la guerra y las gentes de guerra no se les dejaba otro oficio que la oración.

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Retirado a Loja (Granada), murió en1515. Fue un gran genio militar, con muy pocas comparaciones posibles en la historia de la Humanidad.