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Jamal Zougam, islamista, el mayor asesino en serie

Redacción




Imagen de la masacre islamista de Atocha. /Foto: RTVE.es.
Imagen de la masacre islamista de Atocha. /Foto: RTVE.es.

José D. Catalá.

Cyrille Martin se dio a conocer hace un par de años gracias a una entrevista que le hizo el periodista Gonzalo Gómez Montoro, de Izquierda Unida-Francia y la Marea Granate. Hasta que descubrió el 11M se dedicaba principalmente a cantar alabanzas de las dictaduras comunistas más atroces. Martin es un gran defensor de las FARC, y según sus propias palabras: «el 70% de los asesinatos atribuidos a las FARC en realidad los cometían las milicias a sueldo de la patronal a las que se oponían las FARC«.

Pero el gran grupo mascota de la ultraizquierda es y siempre ha sido el islamismo. Martín es uno más de los que han colado en nuestra sociedad frases como «hecho aislado», «tenía depresión», «nada que ver con el Islam«, etcétera, cada vez que un terrorista islámico decide liarse a machetazos o estrellar un camión. Y encontró su «raison d’être» en defender a uno de los mayores asesinos en masa de nuestra historia moderna, Jamal Zougam.

«Un nuevo Dreyfus, Jamal Zougam ¿chivo expiatorio del 11M?» es el título de su documental , que distribuyó la cooperativa Les Mutins de Pangée, una plataforma para venta y difusión de material de extrema izquierda. Desde Radio Libertaire a todos los grupos galos análogos a nuestras mareas y podemismos acogieron con alegría la defensa del islamista. En sus propias palabras: «nuestra época, en la cual hay un odio creciente hacia la minoría musulmana, en España, en Francia y en todo Occidente. Odio que está siendo utilizado por algunos sectores políticos, al igual que se utilizaba el antisemitismo en otra época, como quedó claro en el célebre caso Dreyfus en Francia«. O sea, vuelta a aquel pretencioso «Yo acuso» de Pedro J. Ramírez donde, en realidad, no acusaba a nadie, ni aportaba una investigación seria o alguna prueba relevante de lo que no-acusaba.

El testigo protegido A27, español, viajaba en el tren que salió de Alcalá a las 7.10. A27 declaró ante el juez haber visto cómo el terrorista Jamal Zougam intentó colocar una bolsa azul de gran tamaño bajo el asiento. Iban solos en el vagón y Zougam le empujó al pasar. A27 se durmió y al despertarse en San Fernando aquel individuo «moro o gitano, de piel oscura» se había marchado, pero la bolsa seguía allí. «No sé si se apeó en San Fernando o en Torrejón, pero yo me di cuenta en San Fernando de que la bolsa seguía allí«. A27 bajó del tren y segundos después oyó las explosiones.

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Zougam había bajado del tren de las 7.10h en la estación de Torrejón, y volvió a subir, acompañado por otro individuo, al tren de las 7.15h. En ese momento entra en juego la declaración de R10: Eran dos hombres «hablando en árabe«, portaba «uno de ellos una mochila muy grande de color negro» y se sentaron por separado «pudiendo sentarse juntos». Uno frente a él, de espaldas, y el que llevaba la mochila junto a la puerta. El que tenía de espaldas se giró «y emitió una tos anormal, que le dio la sensación de que podía ser un tipo de contraseña. Muchos pasajeros observaron curiosos su actitud». En ese instante el vagón se llenó de gente y los dos tipos desaparecieron al llegar a la estación de Santa Eugenia. Segundos después, el horror.

Declaró ante la policía el 16 de marzo de 2004 y reconoció fotográficamente a uno de ellos, Jamal Zougam, el que llevaba la bolsa y se paró junto a la puerta «sin ningún género de duda«. A preguntas del instructor declaró posteriormente que no había visto en los medios de comunicación la imagen de Zougam antes del reconocimiento fotográfico, y volvió a reconocerlo ante el juez el día 26 de marzo de 2004, con la presencia del abogado de los terroristas, sin que su letrado «realizara ninguna solicitud en relación a una eventual ampliación de las manifestaciones del testigo«. En román paladino, que el abogado de Zougam no observó nada digno de mención. Se hicieron dos ruedas de reconocimiento más, y Zougam fue identificado en todas ellas, tanto por R10 como por los demás testigos.

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En el mismo vagón viajaban la testigo C65, a la que Jamal Zougam golpeó en un hombro con la mochila y empujó a un señor que, en pie, leía un libro. C65 declaró: «Estoy segura al 100% de que era él«. Otro testigo protegido y víctima herida aquel día, J70, que también reconoció a Zougam, preguntada sobre si había visto su fotografía en los periódicos, contestó que no, ni hablaba ni entendía español, y menos aún la prensa.

Durante la vista oral, tres años después, el testigo R10 había vuelto a su Rumanía natal. En principio no pudo ser localizado y finalmente no hizo falta su testimonio para probar la culpabilidad de Jamal Zougam. Las pruebas de cargo iban mucho más lejos de lo necesario. Cuando el diario El Mundo y el abogado del terrorista se empeñaron en recurrir ante el Tribunal Supremo, la respuesta de la más alta instancia judicial fue tajante, página 601 Sentencia TS:

«Lo cierto es que la declaración de este testigo no vendría a ser necesaria, pues resulta redundante en relación con un hecho que ya estaría suficientemente acreditado sin necesidad de acudir a su declaración. Tal hecho es la presencia en el tren del recurrente, acreditada suficientemente por la declaración de dos testigos directos, cuya versión considera verosímil el Tribunal de instancia, valoración probatoria que no se puede considerar ilógica o arbitraria. Por lo tanto, en realidad, la declaración de este testigo es irrelevante en orden al sentido final de la valoración de la prueba».