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Podemos no es populismo, es casta

Redacción




La farsa de Podemos. /Foto: lavozlibre.com.
La farsa de Podemos. /Foto: lavozlibre.com.

Enrique de Diego

El análisis de Pablo Iglesias sobre lo sucedido en las elecciones de Estados Unidos es sencillo: “Ha ganado un fascista. Decirlo no es banalizar el fascismo. El fascismo no es un fenómeno exclusivamente italiano y alemán de los años 30; es una forma de construir lo político”. El comentario no supera el nivel intelectual de un marxismo de detritus para asamblea universitaria o para impresionar en la cafetería de la Facultad, con alguna dosis postmoderna en el brebaje.

Por supuesto que es banalizar el fascismo, por un lado, y por supuesto, que fue un fenómeno de los años treinta, con la dudosa excepción del peronismo. El fascismo es una ideología no suficientemente perfilada, pero en la que se pueden señalar algunas características: a) caudillaje, el Duce siempre tiene razón; b) partido único frente a democracia parlamentaria; c) utilización y legitimación de la violencia como parte del discurso político y del acceso al poder (fascio di combattimento); d) gobierno a través de las corporaciones.

Pablo Iglesias dice que a Trump le falta el saludo romano y las camisas negras y la parafernalia y los himnos. En realidad, en los años treinta todas las formaciones políticas, y específicamente las socialistas y comunistas, utilizaban uniformes, exhibían disciplina militar, organizaban desfiles, y tenían saludos propios, como el puño cerrado.

El nacionalsocialismo no fue fascismo –salvo para entenderse en la degradada Facultad de Políticas- sino que tuvo entidad propia. Entre la voluntad del Führer y el Volk no había cuerpos intermedios, ningún tipo de organización corporativa; la pertenencia estaba completamente nazificada. “La voluntad del Führer es ley”, como sentenció Goering. El nacionalsocialismo, que se pretendía socialista, giraba en torno a un componente racial que el fascismo no tuvo, salvo avanzada la segunda guerra mundial, bajo el influjo alemán, como mimetismo. En los primeros tiempos, Benito Mussolini tuvo una opinión muy crítica hacia el nazismo y específicamente hacia su componente racial, que lo consideraba una amenaza para la civilización. Ni el fascismo, ni el nacionalsocialismo eran conservadores, sino revolucionarios, mediante partidos vanguardia, a imitación del centralismo democrático leninista.

La frase de Mussolini que resume su pensamiento es “todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra él”. Es posible que a los alumnos de Pablo Iglesias se les oculte, para no escandalizarles, pero estoy seguro de que él sabe que el fascismo fue una escisión del Partido Socialista Italiano, que Benito Mussolini era el jefe del ala izquierda, el número 3 del partido y director de su diario oficial y, por tanto, uno de sus ideólogos y que su primera discrepancia es con el internacionalismo proletario puesto a prueba por la oleada nacionalista de la primera guerra mundial y por la posición contraria de Mussolini al pacifismo no beligerante del PSI. En suma, Pablo Iglesias tiene muchas más posibilidades de ser considerado un fascista que Donald Trump. Lo de que el fascismo es “una forma de construir lo político” es esoterismo postmoderno, magia dialéctica, no significa nada.

Donald Trump se ha presentado y ha ganado unas elecciones democráticas, mientras Mussolini, con la marcha a Roma dio un golpe de Estado, aunque Hitler accedió mediante elecciones, para aprovechar después el artículo 43 de la Constitución de Weimar que permitía gobernar por decreto, para destruir el sistema de partidos.

Trump ha ganado las elecciones dentro del bipartidismo norteamericano, como candidato del partido republicano, aunque haya sido repudiado por buena parte de su aparato. Ni tan siquiera es un outsider, simplemente no es un político profesional. En ningún momento ha planteado ningún cambio específico respecto al gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. No conozco ninguna cita que revele una propuesta de ir hacia un partido único, ni de ilegalizar al partido demócrata, por ejemplo, o de ir a una concentración de poder. Tampoco ha hecho referencia alguna que implique una legitimación de la violencia como arma política. Y, por supuesto, no ha planteado ningún sistema alternativo de corporaciones.

Trump lo que ha hecho han sido propuestas anti-inmigración ilegal, de moral natural próvida, de proteccionismo frente al libre cambio, y ha entroncado con una tradición muy consolidada en USA como es el aislacionismo, planteando dejar de financiar, a través de la OTAN, la defensa de Europa, mejorar las relaciones con Rusia y dejar de derrocar regímenes (primavera árabe). Ha denunciado la existencia de un stablishment que se olvida y conspira en favor de sus negocios contra las gentes sencillas y ha prometido mejorar la situación económica a través de un programa keynesiano de infraestructuras, al tiempo que promete bajar los impuestos a las clases medias. Pablo Iglesias aduce para el epíteto fascista el que el KKK se ha posicionado a favor del voto a Donald Trump. No es suficiente. También se han posicionado muchos votantes hispanos y afroamericanos y asiáticos, además de la “clase trabajadora blanca”. Ni tan siquiera, por ser rigurosos, es un identitario a la manera de Marine Le Pen. Donald Trump es un republicano, que se retrotrae al espíritu de los Padres Fundadores, a un Estados Unidos como Arcadia a preservar y “destino manifiesto”. Es un conservador, plenamente democrático, que se hubiera entendido muy bien con el general y presidente Jackson, fundador del partido demócrata.

Esto nos lleva a la necesidad de aclararnos respecto al concepto de populismo que se está utilizando para englobar realidades bien diversas. “Quienes llamen a lo de Trump populismo de derechas tendrán razón ¿Hay una forma mejor de describir el fascismo que como populismo de derechas?”. En realidad, tanto Mussolini como Hitler siempre se consideraron de izquierdas. Pablo Iglesias se pone serio y creativo: “El populismo no es una ideología, ni un paquete de políticas públicas, es una forma de construcción de lo político desde un “afuera” que se expande en los momentos de crisis”. Esto es simplemente un galimatías que muestra la confusión mental en la que se mueve Pablo Iglesias, porque después de estar lanzando el epíteto fascista, de considerarlo populismo de derechas, luego resulta que el populismo no es una ideología, sino un tacticismo. Y esto es muy interesante respecto a la falla esencial de Podemos: no es populismo, como bien ha percibido Pedro Sánchez, sino tacticismo de un afuera que se expande en momentos de crisis, que busca entrar, colocarse. Podemos es casta. Voy a entrar en esta materia nuclear, pero antes quiero dejar constancia de dos citas intensificando la confusión, desdiciéndose de lo afirmado y una meramente voluntarista sobre Sanders:

Los populistas son outsiders y pueden ser de derechas, de izquierdas, ultraliberales o proteccionistas”.

Y es que en realidad el populismo no define las opciones políticas sino los momentos políticos”. Todo es táctica, por tanto. No hay ideas, sino momentos cambiantes.

Qué distinto hubiera sido todo si Trump hubiera tenido enfrente a alguien que, sin obscenidad fascista, hablara al pueblo llamando a las cosas por su nombre. Ese rival existía y era Bernie Sanders. Los populistas también pueden ser socialistas porque en realidad el populismo sólo define los momentos y el momento de EEUU era el de Trump y Sanders, no el de la candidata del establishment”. Lo cierto es que Bernie Sanders no ganó las primarias demócratas, así que esto es un brindis al sol, propio de un político profesional, que es lo que es Pablo Iglesias.

Pablo Iglesias es un ignorante ilustrado voluntarista, que no estudia la realidad, sino que la deforma a conveniencia: no ha perdido con Hillary porque no se ha presentado con Sanders. Siempre ha sido sospechoso que unos profesores de la Facultad de Políticas de segundo nivel pudieran establecer una crítica de fondo a la casta –termino que acuñé y del que se ha apropiado- o pretendiera demolerla, cuando la Universidad es uno de los cauces de adoctrinamiento para la permanencia del sistema, pero a medida que vamos sabiendo más datos, se percibe con mayor intensidad que los dirigentes de Podemos, su cúpula, no son descamisados, ni lumpenproletariado, sino que son hijos de dirigentes de izquierdas, bien situados, y que utilizan las ventajas del sistema para conseguir becas fraudulentas, financiaciones oscuras o especular con casas de protección oficial y que practican el nepotismo con la desvergüenza de gente experimentada, que lo ha mamado en casa. También sabemos que una buena parte de su sociedad civil, esa en la que hay que cavar trincheras, gentes que nunca han cavado y menos trincheras, ha sido financiada, desde el 15 M por la Open Society Foundation de George Soros, que consideró al europarlamentario Pablo Iglesias como un afín a las tesis globalistas. A eso dedicaré otro artículo, que espero sea más corto.

¿En qué estamos ante Podemos? Ante un corte generacional de aquellos jóvenes de izquierdas que se han encontrado cerrado el mercado; ante una táctica para mejorar posiciones en la casta a la que pertenecen. No son outsiders, sino simples descolocados. Coloquialmente, trepas. Tania Sánchez es de la aristocracia de Izquierda Unida en Rivas Vaciamadrid; Rita Maestre, sus padres son altos funcionarios del Ayuntamiento de Madrid; y el padre de Ramón Espinar está implicado por las tarjetas black, pura inmundicia del sistema.

Podemos no es populismo, ni hay transversalidad, sino oportunismo de izquierdas. De hecho, el sistema, la casta ha mimado a Podemos, lo ha considerado como un instrumento para canalizar el malestar social y para consolidar el sistema presentando a unos falsos descamisados, cansados de que sus mayores –de izquierdas- no les dieran juego. Podemos sirve mucho para que, precisamente, no surja el populismo, al igual que sucede con Syriza en Grecia, que, fuera de la retórica, está cumpliendo al dictado todo lo que le indican Bruselas y Ángela Merkel.

En cuanto a la táctica, el elemento de contrastación es cuando Pablo Iglesias no quiso echar abajo el sistema, ni tan siquiera abrirle una fisura, votando la investidura de Pedro Sánchez, lo que hubiera mostrado las contradicciones de la casta. Porque Podemos está para apuntalar la casta desde la izquierda, sustituyendo al PSOE; es una lucha de familias por los puestos.

En suma, Donald Trump es un republicano clásico, de un modo excéntrico; no es fascista. Pablo Iglesias es estricta casta, de un modo excéntrico. Y Podemos es un fraude, el tapón del sistema para que no emerja el populismo anticasta. Podemos es una farsa.

El 15 M, financiado por Soros, con la AECID, trama mafiosa de ONGs