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Carta abierta a Benito Sagredo y a la multinacional McDonalds

Redacción




McDonalds de Talavera, comida basura. /Foto: aciprensa.com.
McDonalds de Talavera, comida basura. /Foto: aciprensa.com.

Enrique de Diego

Usted, Benito Sagredo, ha pedido disculpas, pero no se las acepto; ni a usted, ni a la multinacional de comida basura McDonalds, de la que usted es franquiciado, como de inmediato me dijo la fatua marisabidilla de comunicación de la citada empresa, lavándose las manos como Pilatos, a pesar de que la franquicia es una relación contractual. He dejado que la noche se ponga sobre mi ira, como manda la prudencia, y he de confesarle que mi indignación ha crecido.

Por supuesto, hago el propósito de no volver a pisar un McDonalds en lo que me resta de vida, lo cual no representa mucho sacrificio, porque sus productos me parecen deleznables y porque la última vez que estuve, hace años, lo de comida rápida fue un completo sarcasmo.

Usted Benito Sagredo tiene una franquicia de McDonalds en Talavera y, según su delirante versión, tienen un empleado que antes lo fue del cementerio y que puso en el mostrador una imagen mutilada del Niño Jesús –decapitado- en brazos de una Virgen María ensangrentada. La extraña relación entre esa fiesta satánica de Halloween que tanto promociona esa multinacional, de comida escatológica, y la vulgar blasfemia es que el descerebrado de su empleado ha establecido una extraña relación entre una imagen, que presuntamente fue a parar a sus manos, deteriorada, desde el cementerio, con los muertos.

Usted incide en que “no ha sido manipulada voluntariamente”. ¿Cómo lo sabe? ¿Por qué creerle? ¿O nos quiere hacer creer que esa burda ‘sangre’ con la que se decora la imagen de la Virgen María es policromía, que el Niño Jesús no lleva? Alguien, Benito Sagredo, ha tirado esa pintura.

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Dice usted en sus disculpas no aceptadas por mí –la marisabidilla me repitió hasta la saciedad que habían sido aceptadas en genéricos “ámbitos religiosos”, hay últimamente “ámbitos religiosos” que son muy poco religiosos- que «personalmente estoy realizando las gestiones para recuperar la figura lo antes posible y sufragar los arreglos necesarios para recuperarla«. Oiga, Benito, que Talavera, a la que conozco bien, no es tan grande y usted no debe tener tantos empleados como para no dar con el exsepulturero, que nunca debió salir del cementerio. En cualquier caso, no le creo hasta que no enseñe la imagen restaurada y en lugar de culto, y no en su establecimiento de comida basura.

No es que usted haya ofendido esa horterada de mis sentimientos religiosos, sino que ha ofendido a mi Madre y a mi Señor, quien nos enseña que tenemos que perdonar setenta veces siete, pero me temo que los católicos españoles llevamos perdonadas –si nos atenemos a la literalidad- setenta billones setenta y doy encarecidas gracias a Dios por no haber pasado por su establecimiento mientras se producía la ofensa gratuita, porque no le iba a salir a nadie gratis. Cierto, que la enseñanza de Cristo quiere decir que hay que perdonar siempre, pero no he llegado a ese grado de virtud y Jesús echó a los prestamistas del Templo.

Mire por donde, Benito, a todos los estultos, que últimamente son legión –si volaran, estaríamos a la sombra- siempre les da por lo mismo: por ofender a los cristianos y a los católicos. Nunca se les ocurre con ninguna otra religión. Cada dos por tres, hay una exposición ofensiva, pagada por el contribuyente, como alguna reciente promocionada por la enfermiza abuela Manuela Carmena -cuyo marido no paga a sus trabajadores- y por la examante de Iñigo Errejón, la procaz blasfema Rita Maestre. O se leen supuestas poesías de pésimo gusto, financiadas por la esperpéntica Ada Colau.

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Le sugiero que para el próximo satánico Halloween ponga usted en su establecimiento el esqueleto de algún familiar de su descerebrado empleado o fotos decapitadas de las familias de usted y de sus empleados, así tomaremos conciencia de que es que ustedes todo –incluso lo más sagrado- se lo toman a broma y que son unos cachondos desnaturalizados que sólo creen en las hamburguesas del tío McDonalds, que tanto promueven la obesidad mórbida.

Mire, las disculpas reales, porque los actos tienen consecuencias, se piden quitándole McDonalds a usted la franquicia y poniendo usted de patitas en la calle al blasfemo graciosillo. Todo lo demás son melindres y disculpas pacatas.

Por cierto, que, puestas muchas noches sobre mi ira, y creciendo la indignación, su caso, Benito, me ha recordado que tengo que escribirle también a la examante de Iñigo Errejón. Siempre sin ánimo alguno de injuriar, sino sólo de describir y poner los puntos sobre las íes.