AYÚDANOS A COMBATIR LA CENSURA: Clicka aquí para seguirnos en X (antes Twitter)

FIRMA AHORA: El manifiesto contra el genocidio de los niños


La cigarra y la hormiga: la eterna lucha de los principios contra los intereses

Redacción




Cada vez menos hormigas alimentan a más cigarras. /Foto: bosquedefantasías.com.
Cada vez menos hormigas alimentan a más cigarras. /Foto: bosquedefantasías.com.

Jaime Balmes

La fábula de la cigarra y la hormiga, atribuida a Esopo y reformulada por Jean de La Fontaine y Félix María de Samaniego, contiene un mensaje básico que hoy parece revolucionario: la civilización occidental ha abandonado la senda de la verdad para abrazar acomodaticias tesis que actúan como coartada de nuestros defectos.

La verdad entendida, socráticamente, como la certeza que el ser humano reconoce de manera natural, comporta la valoración del trabajo como virtud, la ponderación del honor, la responsabilidad personal, el reconocimiento del bien frente al mal o la búsqueda de un sentido trascendente de la existencia y se opone a la desidia, la pereza, el relativismo, el nihilismo o la excesiva condescendencia con los actos propios.

La verdad nos interpela, exigiendo esfuerzo a cambio de supervivencia física y paz espiritual, sin embargo la mentira sepulta a la verdad bajo teorías falaces que ocultan una acomodaticia y autodestructiva falta de vigor físico e intelectual para afrontarla.

La hormiga trabajó durante el verano recolectando grano y se procuró un cobijo en el que resguardarse del frío. El himenóptero, consciente de los futuros rigores de la estación invernal (análisis racional), trabajó denodadamente para procurar su supervivencia futura. En cambio la cigarra, dedicada íntegramente al efervescente deleite de los sentidos, a la fácil satisfacción de sus necesidades básicas y a la contemplación de la luminosa época estival, no llevó a cabo ninguna actividad que le supusiera esfuerzo o aplicación de criterio racional alguno.

Cuando el invierno manifestó su gélidos e inevitables frutos, la cigarra, con el objetivo de evitarlos, apeló a la solidaridad y a otros gratuitos principios, elaborando argumentos que consistían en el reparto de los excedentes acumulados por la hormiga. La cigarra, engañada por el espejismo de la autocomplacencia, no incluía dentro de esas teorías ninguna crítica o reconvención a sus actos estivales. La hormiga, observando la irracionalidad de la propuesta, no la aceptó y observó que la aplicación de esas teorías formuladas por aquella cigarra, que parecía demente, supondría su destrucción.

En aplicación de la relación básica de la causa y el efecto, la cigarra pasó hambre, desesperación y, con posterioridad, murió.

Nuestro sistema educativo conduce a la desaparición de la civilización

La realidad es inexorable y no repara en formulaciones humanas: la civilización occidental debe, con carácter de urgencia, reconocer la verdad y llevar a cabo actos que procuren su supervivencia.

NO TE LO PIERDAS:   Es conveniente afiliarse a Solidaridad, el sindicato de Vox, ante la postura nazi de la CEOE

El sistema educativo implantado en España transmite valores que, en primera instancia, suponen la depauperación, a todos los niveles, de nuestra sociedad y, en última instancia, conducen inexorablemente a la desaparición de la civilización occidental.

Nuestro sistema educativo predica como axiomas la distribución estatal de la riqueza, la progresividad (no contento con la proporcionalidad) de los impuestos, la necesidad de un gasto público indefinidamente creciente, las virtudes de la profusión normativa y de administraciones públicas, la necesidad de medios de comunicación públicos… Convence a sus alumnos del fracaso histórico español en todos los ámbitos y vincula a tiempos pretéritos, como si la cronología determinase la validez de las ideas, la austeridad, la laboriosidad, la disciplina, la justa retribución del esfuerzo y de la excelencia con él alcanzados, la seriedad, la corrección y el decoro en el vestir como expresión de respeto ante la realización de actividades solemnes, el respeto por nuestros antepasados, la afirmación de la virilidad y la feminidad, la existencia de lo culto frente a lo vulgar, la superioridad de la família heterosexual, lo solemne, la existencia de principios inquebrantables, la tradición, el respeto a los pactos orales, el honor, la responsabilidad o la excelencia.

Nuestro cigarriano sistema educativo, diseñado para favorecer a la oligarquía que lo diseña, provee a sus alumnos de coartadas que les posibiliten justificar su falta de rigor y de esfuerzo para que sean condescendientes con ellos mismos y, por consiguiente, con los demás, con el objetivo de no censurarles y que abracen un modus vivendi acomodaticio. La oligarquía desea que los alumnos no sean conscientes de su responsabilidad y de su poder, desea que sean condescendientes y tolerantes, teme que sean autónomos (hormigas) y les inculca el respeto reverencial hacia el corpus teórico que defiende la necesidad de su parasitaria intervención.

Como complemento a nuestro sistema educativo ha aflorado una patulea de analistas económicos, sociólogos, psicólogos, periodistas y politólogos que extienden incesantemente (J. Goebbels ya apuntó la técnica) las coartadas que debilitan a la población española, posibilitando la intervención pública y concediendo un creciente poder a las oligarquías partitocráticas.

La oligarquía (o nuevas cigarras) utiliza los medios de comunicación públicos y privados (medios privados que dependen de ellos para obtener la imprescindible licencia o autorización administrativa) para difundir un sistema de valores que debilita al individuo con el objetivo de que renuncie a sus responsabilidades mediante un cómodo y tranquilizador proceso de delegación perpetua. Por ese motivo incide en la distribución de la riqueza en lugar de incidir en su creación, por eso afirma la relatividad del concepto de la familia, institución que otorga protección y autonomía a los individuos, por eso afirma el fracaso de España antes de la transición política que implantó el sistema que les ha conferido el poder absoluto, por eso reniega de cualquier sistema ideológico (liberalismo clásico en lo económico, nunca aplicado en nuestro país, o el cristianismo en el plano ético y espiritual, semilla de la cual floreció nuestra civilización) que otorgue autonomía a las hormigas gobernadas.

NO TE LO PIERDAS:   Carta a la parásita princesa de Asturias, Leonor, con mis mejores deseos de que deje de serlo pronto

Las necesidades de las cigarras exceden la capacidad de producción de las hormigas

El sistema oligárquico diseñó y ejecutó un plan que le otorga poder y legitimación crecientes y perpetuos: una sociedad con miedo a repetir supuestos fracasos del pasado que se compondría por aprendices de cigarra lo suficientemente relativistas para aceptar las tesis que la oligarquía desee implantar en cada momento y por hormigas que aportasen el excedente necesario para el sostenimiento económico del sistema. El sistema implantado, a pesar de funcionar con cierto equilibrio en las pasadas décadas, se ha demostrado inviable a largo plazo. El sistema se ha descompensado: la vacuidad de la ideología suministrada amenaza con colapsarlo y, a nivel estrictamente material, las necesidades de las cigarras exceden de la capacidad de producción y previsión de las cada vez menos numerosas hormigas. La oligarquía ignoró que es imposible la producción de riqueza sin la existencia de sólidas fuentes intelectuales y espirituales que la impulsen.

Las hormigas, con el objeto de sobrevivir al invierno, deberán volver a aplicar su método racional de pensamiento y obrar en consecuencia. Su supervivencia no depende de las cigarras sino que depende, al margen de los nuevos frutos del análisis, de su retorno a las viejas ideas que no se han refutado y han permanecido como inmutables garantes de nuestra existencia.