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La Turquía de Erdogan no pinta nada ni en la UE ni en la OTAN

Redacción




Erdogan es un peligro para la paz mundial. /Foto: mundo.sputnik.news.com.
Erdogan es un peligro para la paz mundial. /Foto: mundo.sputnik.news.com.

Virginia Montes

O se para a Erdogan ahora o en su huida hacia adelante puede provocar una guerra. Hace meses, ya invadió, por su cuenta y riesgo, y dentro de su cruzada obsesiva contra los kurdos, el territorio soberano de Iraq. Hay también una minoría turcomana en Siria bajo su protección. Erdogan es un fanático narcisista, a día de hoy impredecible.

Lo que está perpetrando Reced Tayyid Erdogan tiene, sin duda, la intentona golpista como detonante, pero por las cifras, las dimensiones y los sectores va más allá: la purga le está sirviendo para desarrollar un proceso de ingeniería social a fin de islamizar Turquía. Esa “bendición de Alá”, como definió el golpe. Es obvio que ni jueces ni fiscales han participado en la intentona, ni tampoco los profesores de los centros privados o doce conserjes de edificios públicos que han sido despedidos.

Está descabezando a la Turquía laica y democrática

Lo que está haciendo Erdogan es descabezar a la Turquía laica y democrática, aterrorizarla con la coacción estatal, sin respeto a ningún principio de legalidad, y con la turba imponiendo la sharia en las calles, cerrando los establecimientos donde se supone que se sirve y se consume alcohol. La purga es el paso previo a la islamización del Ejército, la Justicia, la función pública y la escuela.

Los datos de detenidos y despedidos dibujan una ingeniería social a gran escala, para alcanzar un punto de no retorno en la islamización. Han sido detenidos 8.660 soldados, de los cuales 188 generales y almirantes, un tercio de la oficialidad superior. Si tal número de mandos hubiera estado implicado, el golpe hubiera sido imparable, con cuerpos de ejército enteros a su disposición. Han sido despedidos 60.000 trabajadores, según el primer ministro, Binali Yildirim, pero él mismo ha dicho que esas cifras “van a cambiar”. Es un proceso dinámico y expansivo, sin límites. Han sido despedidos 21.000 profesores de centros educativos privados. 21.738 de centros públicos, se ha forzado la dimisión 1.577 decanos, todos los de las facultades de Turquía. También han sido suspendidos 8.777 empleados del Ministerio del Interior, policías y gendarmes, incluidos coroneles y generales; 1.000 funcionarios del Ministerio de Finanzas; 2,745, jueces y fiscales; incluso 257 trabajadores de la Oficina del Primer Ministro; 6.500 funcionarios del Ministerio de Educación, 1 gobernador provincial, 29 exgobernadores, 52 responsables de distrito y los citados 12 conserjes de edificios públicos, que poco tendrían que ver con los hechos de la asonada. Como dato anecdótico, también han sido detenidos los dos pilotos que derribaron al caza ruso. Y como dato altamente signiticativo se ha retirado la licencia a 24 medios de comunicación. Erdogan no quiere testigos ni voces libres.

Decretado el estado de emergencia, suspendido el convenio de derechos humanos y con la voluntad de reinstaurar la pena de muerte, Erdogan está acelerando compulsivamente algo premeditado previamente, pero a realizar con más tiempo, que sugiere la existencia de listas negras. En buena medida, se trata de una guerra civil subyacente que se dirime desde el poder y una dinámica totalitaria.

Las advertencias de que no podrá ingresar en la UE si instaura la pena de muerte contienen esa debilidad enervante de la corrección política. Una medida imprescindible sería la comunicación pública de que se suspenden las negociaciones de incorporación de Turquía a la Unión Europea, ésta no puede quedar en la condición de rehén de los refugiados y Erdogan.

Una Turquía islámica no es un aliado, es el enemigo

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Uno de los males del relativismo es la degeneración de las mentes que las hace incapaces de distinguir el mal y el peligro. Una Turquía islamizada, con el segundo ejército de la OTAN, no es un aliado, es directamente el enemigo. La pertenencia de Turquía a la OTAN estaba relacionada con la guerra fría y la consideración de la URSS como el enemigo.

La población kurda teme que todas las medidas adoptadas por Erdogan conduzcan a un baño de sangre, a una represión irrestricta. Erdogan ha funcionado ante su pueblo mostrando que era una personalidad respetada internacionalmente y que tenía mayor capacidad de interlocución, siendo un manifiesto integrista, y conseguía más que el sector laico, desasistido por los líderes internacionales. Las recomendaciones de proporcionalidad y legalidad han sonado débiles. Erdogan tiene sueños califales, paralelos a los del Daesh. Quiero retrotraer Turquía a antes de 1922, cuando Kemal Ataturk acabó con el decadente califato e impuso la república laica. No tiene como referencia a Ataturk sino a Suleyman.

Turquía está en pleno costado del polvorín, tiene frontera con Siria y con Iraq, con amplias zonas con población mayoritariamente kurda. ¿Hasta dónde va a llegar Erdogan? Ahora mismo es un caballo desbocado, con muchas semejanzas con Hitler tras la quema del Reichstag, y no pocas con Stalin. Sólo una presión internacional clara puede frenarle

No tiene sentido, en estas condiciones, que Turquía continúe en la OTAN, pues no participa de sus valores, y no puede ser al tiempo aliado y enemigo.