Virginia Montes
El führer Erdogan -es un personaje con muchas similitudes con Adolf Hitler– está perpetrando su propio golpe de Estado y profundizando en la autocracia hacia el totalitarismo. Un proceso bastante parecido a la «noche de los cuchillos largos». En un arrebato providencialista, Erdogan ha dicho que el golpe de Estado «ha sido una bendición de Alá», que le permitirá purgar al Ejército y ha procedido a ello de inmediato. Ya son 2.839 los militares detenidos, de ellos, 6 generales y 30 coroneles. Erdogan avanza hacia un Ejército islamista de obediencia personal, lo que plantea numerosos riesgos de cara al futuro, empezando por la oposición que ya ha mostrado su preocupación ante la escalada autoritaria.
La purga se ha extendido a la Judicatura. Si división de poderes, Erdogan ha destituido a la friolera de 2.745 jueces y a 10 magistrados. No hay ningún dato de que la Judicatura estuviese implica en el golpe, pero se ha procedido a la depuración, mientras el mundo mira para otro lado y se congratula del triunfo del islamista Erdogan, empezando por Obama, algo tardío en su reacción, pero suficientemente claro para que parezca algo parecido a carta blanca. El Gobierno ha enviado un sms a toda la población para que estén dispuestos a salir a la calle. Adopta de esta manera una pulsión plebiscitaria de liderazgo de la turba turca.
El balance de víctimas da que pensar si Erdogan no ha perpetrado en caliente una matanza. La cifra de víctimas mortales como consecuencia de los enfrentamientos entre golpistas y seguidores de Erdogan han ido en aumento. El último balance del jefe interino del Estado Mayor de Turquía, Ümit Dünar, señala que han muerto 104 golpistas y otras 90 personas, entre ellos 47 civiles, 41 policías y dos soldados. Además, 1.563 militares golpistas han sido detenidos, entre ellos dos generales. Los datos aportados por el primer ministro, Benali Yildirim difieren sustancialmente: los muertos habrían sido 161 muertos, de los cuales 20 serían soldados sublevados, y los militares apresados serían 2.893. Hay también 1.100 heridos.
El Servicio de Inteligencia de Turquía dio anoche por fracasada la intentona golpista que ha vivido el país, aunque ha indicado que aún quedan algunas bolsas de resistencia por parte de los militares rebeldes, que serán juzgados por traición. «Es una iniciativa idiota abocada al fracaso y se encuentra ampliamente bajo control», declaró por teléfono el primer ministro turco Binali Yildirim a la cadena de información NTV.
Mientras, Erdogan, que estaba de vacaciones al inicio de la intentona, aterrizó en Estambul, en el aeropuerto Kemal Ataturk, que primero fue tomado por los sublevados, pero que se retiraron por la presión popular. Los llamamientos de Erdogan a que la gente saliera a la calle, tuvieron una amplia respuesta tanto en Estambul como en Ankara, y se considera que las manifestaciones ha sido claves para frenar la intentona. Erdogan lanzó un llamamiento mediante una intervención telefónica en la cadena CNN-Türk: “Salid a la calle, tomad las plazas, id al aeropuerto (de Estambul). ¿Qué van a hacer? ¿Van a disparar al pueblo? Esto es un ataque contra la democracia”. También se hicieron llamamientos en el mismo sentido desde las mezquitas. La televisión pública que había sido tomada por los sublevados ha vuelto a emitir, mientras se veía como algunos de ellos eran detenidos.
La intentona comenzó a las 10 de la noche. El foco fuerte de los enfrentamientos se produjo en Ankara, donde se desplegaron blindados alrededor del Parlamento, que habrían abierto fuego. Fuentes oficiales dan la cifra de 17 policías muertos, leales a Erdogan. Se especula con la cifra de 70 muertos en los diversos enfrentamientos. Las fuentes gubernamentales calificaron en todo momento a los sublevados de facción del Ejército.
Los militares tomaron la televisión pública y leyeron un comunicado en el que afirmaban que habían tomado el control de Turquía e imponían el toque de queda. Aviones y helicópteros sobrevolaron Ankara y Estambul. Se habla de un helicóptero derribado en Ankara por un F-16.
Uno de los primeros objetivos de los sublevados fue el Cuartel General del Ejército, donde se escucharon disparos, llegaron ambulancias y donde fue tomado como rehén el Jefe del Estado Mayor. Este ataque contó con el apoyo de un helicóptero de combate Sikorski. Posteriormente, se ha informado que el general Hulusi Akar ha sido liberado y está al frente de la situación.
En un comunicado, los militares afirmaron que actuaban para mantener el orden democrático, los derechos humanos y el Estado de Derecho. Apuntando que un Estado de Derecho democrático y secular ha sido erosionado por el actual gobierno de Recep Tayyip Erdogan. Así, abogaban por el establecimiento de un “Consejo de paz” que garantice la libertad de los ciudadanos sin importar su religión, raza o lengua.
Erdogan atrajo a un gran número de simpatizantes en los primeros años de su gobierno, incluyendo a muchos liberales que apoyaron sus planes de reformar la economía y de retirar a los militares de la política; pero en años recientes se ha ganado el rechazo de muchos turcos por su creciente autoritarismo, sus límites a la libertad de expresión, por dar a la religión un papel preponderante en la vida pública y por revivir la guerra con militantes kurdos al sureste del país.
Erdogan ha culpado de la intentona a un clérigo, Fethullah Gulen, que fue aliado de Erdogan y que está actualmente exiliado en Pensilvania. Gulen ha condenado la intentona y ha afirmado que Erdogan debe ser desalojado en las urnas. Tanto Erdogan como Anadolu Ümit Dünar, jefe accidental del Estado Mayor, han hablado de «depuración» de las Fuerzas Armadas para acabar con las «estructuras paralelas«. Erdogan ha dicho que el golpe de Estado es «una bendición de Alá» para esa finalidad.