Enrique de Diego
Pedro Sánchez es el gran triunfador del 26 J. No sólo porque es un superviviente a las expectativas, y ha demostrado fortaleza de ánimo para crecerse bajo tanta presión, sino porque es el árbitro de la situación. Y eso es un hecho incontestable.
No es cierto, como han asegurado barones como Guillermo Fernández Vara y el propio portavoz, Antonio Hernando, que los “ciudadanos nos han mandado a la oposición”. En un sistema parlamentario, indirecto, los electores ni envían al Gobierno ni a la oposición, sino que dan las piezas para jugar la última y decisiva partida.
Y puesto que Pedro Sánchez viene del Ramiro y del mundo del baloncesto, el balón está en sus manos y no en las de Rajoy, que ha esperar, cualquier caso, a que el socialista le haga una asistencia. Cosa altamente improbable porque juegan en equipos contrarios.
Pedro Sánchez ha tenido todos los frentes abiertos: el de la confrontación con el PP, obvio; el inquietante del sorpasso; y el de la muy mal disimulada inquina de los “barones”, al dictado de Felipe González. Enric Sopena, toda una referencia de lucidez en el socialismo mediático, le ha pedido al expresidente que deje de tratar al secretario general como un alumno de primaria y que deje de poner vetos a Podemos.
Son los barones los que le deben a Pedro Sánchez
Sin Pedro Sánchez el PSOE hubiera ido hacia el hundimiento. En puridad, Pedro Sánchez no le debe nada a los barones, salvo un millar de zancadillas, y, sin embargo, ellos sí le deben mucho. Llegó a un PSOE debilitado que afrontaba una competencia juvenil y animosa. Y ha sabido resistir permitiéndoles a los barones mantener los feudos tradicionales. Parece el momento de que los barones dejen de dar lecciones y cierren filas. Susana Díaz, la primera, que es la que más votos ha perdido. El tiempo le ha dado la razón a Pedro Sánchez en las dolorosas, pero necesarias, medidas adoptadas en la Federación de Madrid.
Descartada la “gran coalición”, pues es un fraude electoral en toda regla, y sometería al sistema a tensiones insoportables. El PSOE no puede abstenerse, porque un Gobierno en minoría no es estable, no es ni tan siquiera viable (ni el PNV le va a bailar un aurresku a Rajoy ni el PSOE podría apoyar casi ninguna medida).
El único Gobierno posible es el presidido por Pedro Sánchez
En términos reales, el único Gobierno posible es el presidido por Pedro Sánchez, con los votos de Ciudadanos y Podemos. Fracasó tras el 20D, pero ahora han cambiado las condiciones objetivas. Ciudadanos necesita tocar poder para lamerse sus heridas y conseguir botín electoral. No puede, en principio, resistirse mucho, pues no está para tirar tracas, lejos de ser decisivo para nada, pero también suficiente para ser necesario.
La mayor incógnita es Podemos. Nadie sabe explicar dónde han ido y por qué sumidero de la historia han desaparecido el millón de votos perdido. Las expectativas no cumplidas producen frustración, pero Pablo Iglesias ha conseguido la proeza de abrir un espacio político que no existía aunque en este último tramo haya perdido pureza transversal. Si Podemos se enquista en la estética y se torna irrelevante se irá desinflando, pues la energía generada y consumida ha sido mucha. Esperar que el PSOE le ceda el poder al PP y al tiempo la oposición a Podemos es de ingenuidad asamblearia. Podemos no puede permitirse quedar para los restos como el aliado indirecto de la supervivencia de Rajoy. Eso no lo entendería nadie, empezando por todos y cada uno de los electores de Podemos.
Así que a medida que vayan desvaneciéndose los espejismos fatuos de la noche electoral, la realidad irá imponiendo que los más interesados en pactar y tocar Gobierno son Podemos y Ciudadanos, Ciudadanos y Podemos, tanto monta, monta tanto, porque les va en ello la supervivencia y a Pablo Iglesias demostrar que puede ser constructivo. Y abandonar de nueva vez esa veleidad chistosa pero irresponsable y antipatriótica del referéndum catalán. Albert Rivera es suficientemente camaleónico para girar un poquito del centro al centroizquierda. Para eso es muy capaz y está entrenado.
RL, los únicos en decir que Sánchez había quedado «el mejor situado»
De manera que el gran vencedor de la noche electoral –y en RL fuimos los únicos en decir que era “el mejor situado” para formar Gobierno- sólo tiene que mantener unido a su partido y esperar a que la lógica objetiva se abra paso, al tiempo que Rajoy se vaya sumiendo en el ridículo y la rabieta y sufra ese desgaste al que se hurtó tras el 20D, con ese autoengaño de que ha ganado las elecciones, cuando simplemente ha sido el más votado, y lo primero no es verdad por miles de veces que lo repitan él y sus coros y danzas.
Doy por supuesto que Pedro Sánchez no dejará pasar su segunda oportunidad de ser presidente del Gobierno ni permitirá que nadie en su partido se la hurte. Rajoy no puede hacerlo, desde luego. Rajoy tiene muchas posibilidades de morir de éxito o de una pulmonía de tanto salir al balcón de Génova a hacer el ganso.