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Trump tenía razón

Redacción




Virginia Montes.

En el punto álgido de la pandemia, una aguerrida ciudadana se la montó a su chino, vendedor de una frutería. Le soltó lo que no está escrito sobre que había sido ellos. El chino farfulló: “usted es como Trump”. Había llegado a tal nivel de descalificación por los medios, que bastaba que lo dijera Trump para que fuera mentira. Al fin y al cabo, el Washington Post tenía un medidor de las “mentiras” de Trump.

Pues Trump tenía razón. “No tenía ninguna duda al respecto. La prensa me criticó porque China tiene a mucha gente afectada”, ha afirmado el ex presidente.

“La gente no quería decir China. Por lo general, le echan la culpa a Rusia. Siempre es Rusia, Rusia, Rusia, pero dije desde el principio que salió de Wuhan“.

“Todo el mundo está de acuerdo (ahora) en que tenía razón cuando llamé a Wuhan desde el principio como la fuente de Covid-19, a veces conocido como el virus de China”, dijo el expresidente en un comunicado.

“Para mí fue obvio desde el principio pero fui muy criticado, como siempre. Ahora todos están diciendo ‘Tenía razón’. ¡Gracias!”.

Era preferible creer la “sopa de murciélagos” del mercado húmedo de pescado y mariscos de Wuhan, aunque resultara ilógica por la sencilla razón de que en ese mercado no se venden murciélagos. Y por otra razón bien sencilla, de cajón, que cualquier oligofrénico puede entender: si hubiera surgido el virus en Xining, Langho, Baotou, Taian, Zigong…todas ellas ciudades chinas, la transmisión de animal a humano tendría que ser investigada, a pesar de las evidencias de que es una quimera, fruto de un laboratorio, con secuencias de ADN de pangolín, murciélago, hombre, perro, porque los chinos tras años de hambre maoísta, comen muchas cosas raras, pero resulta chocante buscar en otro lado cuando en Wuhan está el Instituto Virológico, encargado de la guerra bacteriológica, que años antes fue denunciada en un programa de la RAI por estar haciendo cosas tan peligrosas como generar un coronavirus.

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La delegación de la OMS llega a cumplir el expediente: calificó de «altamente improbable» un escape del Instituto Virológico».

En España, todo aquel que no comulgara con ruedas de molino, o se tragara lo de la “sopa de murciélagos”, era inmediatamente desacreditado como difusor de bulos; una técnica totalitaria de persecución del disidente, y de la verdad, en la que el partido comunista chino es un maestro.

Ahora El País se desdice sin pedir disculpas: “El salto del virus del animal a los humanos allí o en otro lugar no precisado ha sido la hipótesis principal desde el comienzo de la pandemia. La alternativa, que el virus, de origen natural, saltase de animal a humano en el Instituto de Virología de Wuhan (WIV, por sus siglas en inglés), un laboratorio en esa misma urbe que estudia los virus SARS, y se registrase una fuga accidental, había sido desdeñada como una teoría prácticamente conspirativa, que pocos científicos avalaban y que tenía, entre los gobernantes, al peor embajador: Donald Trump. El entonces presidente de EE UU se había labrado la reputación de difusor de falsedades y aderezaba sus comentarios con ataques del régimen de Xi Jinping y la OMS. La confusión de esta posibilidad accidental con una fabricación deliberada del virus como arma biológica también le restaba credibilidad. Hoy, sin embargo, la teoría del accidente del laboratorio ha salido de los márgenes del relato para ingresar en el reino de la verosimilitud”.

Me explica un miembro de los servicios de inteligencia que estos en Estados Unidos están formados, como en todos los lugares, por los personajes más serviles y por unos cuantos patriotas. Estos deben haber sido los que han filtrado, en vísperas de la Asamblea general de la OMS, que tres investigadores del Instituto Virológico de Wuhan tuvieron que ser hospitalizados, “con síntomas similares al coronavirus”.  Una bomba en el gallinero de la OMS no hubiera causado tamaño estropicio. Biden ha temblado por la onda expansiva y emplaza a sus servicios de inteligencia a que le ofrezcan un informe concluyente, guardándose las espaldas: dos opinan que la sopa de murciélagos, los serviles, uno, que el Instituto Virológico de Wuhan, puede ser un patriota. Los murciélagos, en desbandada, no dejan ver los edificios del Instituto Virológico de Wuhan. Todavía queda mucho para demostrar los intereses de Bill Gates, niño mimado del PCCh, y amigacho de Wi Jinping, al que visita con frecuencia, o de George Soros, para quien tumbar a Donald Trump era objetivo paranoico. Por de pronto, Trump tenía razón.

El COVID-19 salió del Instituto Virológico de Wuhan

 

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